La poeta Paloma Chen: "La gente asocia la palabra 'china' a restaurante de comida barata, cutre"
La poeta y activista española de descendencia china utiliza el poder de la palabra como antídoto al racismo estructural, en una mezcolanza cultural que nos da una lección de respeto y talento.
20 mayo, 2021 00:45¿Qué sueño europeo es
ser
la china que vende cerveza,
el chino del pueblo,
la china del Hormiguero,
el chino de Física o química,
la china del chino?
Ese no es mi sueño.
Mi sueño es ser la sangre que fluye de la herida migratoria,
la reina valenciana de la pólvora bendecida por mis ancestros.
Mi sueño es que no me separen de mi padre y de mi madre
en una fila para extranjeros y otra para europeos,
que embarquemos por la misma puerta,
que volemos juntos adonde
los pasaportes sean
una obscenidad.
La poeta y activista Paloma Chen (Alicante, 1997) puede decirlo más alto, pero no más claro. Proveniente de una familia china inmigrante de Wenzhou, se crio entre los fogones del restaurante de sus padres en el pueblo de Utiel, Valencia. Unas vivencias que plasma ahora en sus poemas, en los que también explora la identidad y el cruce de culturas que nutre su imaginario.
Una escritura llena de frescura y con un golpe de realidad que era muy necesario en la literatura española y que ha sido reconocido con el Premio Nacional de Poesía Viva 2021 en la Real Academia Española.
En su faceta de activista ha llevado a cabo numerosos proyectos, como el reportaje "Crecer en un chino", donde aborda a través de varias entrevistas la experiencia vital de toda una generación que se ha criado en los bazares, restaurantes o tiendas locales de España junto a su familia asiática. Otro ejemplo es el primer Encuentro de la Diáspora China en España, celebrado en 2019 en Madrid y que marcó las pautas para una movilización potente en el país que promete.
Chen se carga de golpe y porrazo ese horrible “humor amarillo” que hemos absorbido e integrado de los medios de comunicación, y que se ha expandido en la sociedad, hasta su total normalización. La poeta no tiene miedo a mezclar lenguas, simbología, refranes, vivencias y sentimientos. ¿El resultado? Los escritos de una de las voces más prometedoras de la literatura. Una vez que la leas no volverás a ser la misma.
¿Qué significa la identidad para Paloma Chen?
Es un concepto que siempre ha sido muy importante para mí, el estar cerca de la identidad, cómo se conforma y cómo repercute en mi relación con la sociedad. Al ser tan distinto el contexto cultural de mi familia con el español, siempre he pensado mucho acerca de estas cuestiones.
¿Qué vino antes, el activismo o la poesía?
He leído desde siempre poesía, diría que vino mucho antes que la literatura en general. Es lo que siempre me ha gustado, es mi pasión. Es cierto que no escribía de manera pública, y que mi trabajo más expuesto ha estado definido sobre todo por el tema del activismo.
¿Qué se puede encontrar en tus poemas?
Abordo diferentes temas, aunque me estoy enfocando mucho en la identidad en relación con el mundo, en el racismo, en nuestra posición como personas racializadas y de familia migrante, en la violencia y en las contradicciones existentes. Son temas que he tratado de formas muy diversas y que están ligados a mí. Lo he abordado en el periodismo y otros formatos, como la poesía, la cual entiendo como un lenguaje más.
También hablo del amor, la muerte o la familia. La poesía me permite conectar emocionalmente con el público y contar un poco quien soy: una chica joven racializada asiática que ha crecido sin referentes en la televisión o que si los ha tenido estaban siempre vinculados al humor.
¿Cómo es la vida de una mujer joven racializada en España?
Es algo que está muy ligado a porqué hacemos ahora esta entrevista. Aún queda muchísimo por hacer, y a veces en lo más cotidiano: falta de presencia, nuevas generaciones que necesitan referentes, angustia constante. Yo pensaba “bueno, pues solo puedo estar en un bazar o restaurante, es el lugar al que me destina la sociedad”, pero no. Hay que afrontar las dificultades, tenemos que seguir buscando red y tejiéndola, apoyándonos las unas en las otras.
Tu proyecto 'Crecer en un chino' permite dar voz a muchos jóvenes que se sienten de una forma similar a ti. ¿Cómo de importante es crear comunidad?
Uno de los problemas más grandes y dolorosos que hemos tenido, sobre todo en la infancia, es el aislamiento. Pensar que eres la única persona que está en esa situación. Crecí en un pueblo pequeño donde todas las personas a mi alrededor eran muy diferentes y eran incapaces de ponerse en mi lugar. Es doloroso no tener una comunidad y esa red, y muchas veces nos encontramos en un limbo extraño.
¿Da vértigo estar en ese limbo del que hablas? Al final, ni muy española, ni muy china…
Buscamos refugio en las personas españolas y para ellas no somos españolas o no somos lo suficientemente españolas, siempre hay esa “otrerización” extraña y llueven preguntas como “¿de dónde eres?” “¿cómo es tu cultura…?” Nos recuerdan constantemente que no somos de aquí, por mucho que seamos de aquí, todo el rato nos sacan fuera. Y de cara a la comunidad china tampoco vamos a ser siempre totalmente chinos. Es muy doloroso pensar que no tienes personas con las que compartir tus inquietudes y preocupaciones. Con proyectos como "Crecer en un chino" intento crear ese espacio donde nuestras experiencias sean legitimadas y comprendidas.
Para los españoles no somos lo suficientemente españolas, y de cara a la comunidad china tampoco vamos a ser siempre totalmente chinos
Películas como The Farewell (2019) también abordan esa sensación de no pertenencia. ¿Has podido viajar a China? ¿Cómo te has sentido?
Cuando era pequeña iba a China y me sentía rarísima. No entendía casi el idioma, y era muy confuso, no me gustaba nada ir, me negaba. Pero después en la adolescencia regresé porque sentía esa necesidad, como un despertar extraño. Estaba en la etapa de idealización máxima, me encantaba todo lo que era China. Muchas veces, al no sentirme de aquí he pensado que todos mis problemas derivan de eso, y me impulsaba querer irme a China.
En 2018 estuve un año de intercambio y fue una experiencia extraña, me sentía bien pero eso no quiere decir que me sienta China. Me siento bien porque estoy muy acostumbrada a esa sensación de incomodidad. Aunque me siento muy española, aquí soy una persona racializada y en China no. Sin embargo, en cuanto me pongo a hablar llamó allí la atención también y tengo que dar esas explicaciones y justificaciones que terminan cansando. Tenemos que intentar construir nuestros lugares.
La mezcla cultural se refleja tanto en el significado como en el significante de tus poemas al mezclar sin temor alguno ambas lenguas. ¿Por qué crees que es importante que exista dentro de la literatura en español poemas que aborden experiencias como las vividas por los hijos de propietarios de restaurantes o bazares?
Escribo en castellano porque es la lengua que mejor domino. Creo que es importante porque el castellano es mi herramienta vital y es absolutamente plural y diverso, por eso tiene que representarnos a todas. Es esencial que yo tenga la libertad de hablar en castellano de estos temas y mezclarlo con el chino. Cuando hablo con mis amigos y familia se produce esa mezcla de castellano y chino, o en Valencia de forma fluida la gente mezcla el valenciano con el castellano, como una transición. Para mí es una forma natural de hacerlo. Es una pena que muchísimas personas no se sientan representadas o que al castellano le faltan palabras para describirse y nombrarse.
¿Qué ha supuesto recibir el Premio Nacional de Poesía Viva?
Estoy muy contenta y abrumada, me lo esperaba cero. Muchas temáticas que abordo son muy personales, y siempre he pensado que a muchas personas les costaría empatizar y al final no ha sido así. Estoy contenta sobre todo porque, gracias a la visibilidad y la atención de esto, he podido mostrar ciertas cosas que les preocupa mucho a personas como yo y a la comunidad.
Tu poema Invocación a las mayorías silenciosas es un homenaje- respuesta a la Invocación a las minorías silenciosas de la poeta jamaico-estadounidense June Jordan. ¿Por qué decides escribirlo?
Leí el poema de Jordan y me alucinó absolutamente. Los buenos poetas saben hacer poemas súper cortitos y maravillosos. Reflexioné sobre la palabra “minoría”, que a día de hoy como concepto tiene más sentido traducirlo en “colectivo minorizado” porque no somos minoría, en verdad somos una mayoría silenciosa.
Es algo similar a lo que pasa con las mujeres, decimos “somos el 50% del mundo”. Pero quizás somos mucho más. A nivel global, las personas del sur hemos sido siempre la mayoría del mundo, por eso decidí hacer este poema como una llamada, una invocación a esa red, a esa familia elegida que tengo, a esas personas que estamos en esta lucha antirracista.
¿Crees que la sociedad española no racializada es ya consciente de su racismo pero prefiere mirar a otro lado, o todavía no ha recibido la educación necesaria?
Queda mucho por educar. En el reportaje “Crecer en un chino” siempre les preguntaba a mis compañeras qué piensan del término “chino”. Es algo que he pensado siempre. Amigas filipinas o japonesas siempre se han puesto en tensión cuando se habla del chino o la china, porque te sientes apelada. En el caso de los restaurantes, se usa como un término simple, que designa solamente tu nacionalidad y eso es deshumanizador. Está asociado a todas estas ideas de restaurante chino de comida barata, cutre, ese pensamiento de que los objetos del bazar son de mala calidad…
Cuando hablamos del racismo, yo creo que no es ignorancia. Una cosa es hablar del prejuicio racial individual, pero yo hablo de racismo a nivel estructural, ese que impregna el sistema. Y en lugar de ignorancia hablo de conocimiento. Mis compañeros de clase sabían que cuando me decían “china”, para mí era algo malo. Lo hacen para hacerme daño y lo están consiguiendo, porque nos han enseñado que ser chino es algo malo, no algo neutro. Cuando te llaman “chino” te están insultando, llamándote diferente e inferior.
En la esfera cultural española tenemos casos de artistas como Chenta Tsai, conocido como Putochinomaricón, que decide apropiarse de ese insulto, darle la vuelta y usarlo para empoderarse. ¿Es la palabra un buen arma?
Me interesa la poesía porque te da una libertad enorme en ese sentido, te da creatividad para reapropiarte de palabras, dar significados nuevos, crear campos semánticos, relaciones nuevas entre significados y significantes. Lo que ha hecho Chenta es una absoluta jugada maestra, porque es un insulto tan explícito que a la gente al oírlo puede escandalizarse pero a la vez él lo ha oído toda su vida.
El feminismo también se ha apropiado de conceptos como “perra”, y es importante tener esa libertad. Es bonito inventar nuevas palabras y recuperar saberes antiguos o conceptos de otros idiomas. Me parece importante porque el castellano es de todas y de todos, y no termino de entender la gente que se asusta tanto cuando oyen “la politización del lenguaje”. No digo que reduzcamos el lenguaje, sino que lo ampliemos y que no digamos tantas cosas en vano y sin pensar. Al final, el pensamiento es lenguaje. Más personas dicen "bazar" y "restaurante" en lugar de decir "chino", que es súper simplificador y racista, pues así con todo.
El feminismo también se ha apropiado de conceptos como “perra”, y es importante tener esa libertad. Es bonito inventar nuevas palabras y recuperar conceptos de otros idiomas
El chino tiene un imaginario distinto al castellano, ¿de qué forma enriquece que controles ambos idiomas a la hora de escribir?
La verdad es que creo que me gusta tomar diferentes símbolos, frases e inspiración de mi cultura china y familiar. Creo que es difícil porque tengo una relación complicada con ambos idiomas. Mucha gente piensa que es algo súper positivo pero toda la vida he tenido una relación un poco tensa al no dominar totalmente el chino o al mismo tiempo sentir que a veces no estaba legitimada apara escribir en castellano libremente.
Con el tiempo voy encontrando mi voz, pero ahora mi vida cotidiana está ligada a ambas culturas y quiero usar expresiones, metáforas o cuentos y refranes de la cultura china que le aporta a lo que escribo una especie de enfoque distinto.
Un concepto que he conocido a través de tus proyectos es el de "techo de bambú", acuñado en 2005 por Jane Hyun en Breaking the Bamboo Ceiling: Career Strategies for Asians, y que hace referencia al conjunto de factores, procesos y barreras que excluyen a los asiáticos de los puestos de poder y les impide avanzar socialmente. Como mujer ya no solo tienes que hacer frente al techo de cristal, sino también a éste, ¿de qué forma lo afrontas?
Las mujeres tenemos que ir encorvadas por ese techo de cristal, y las mujeres racializadas aún más, no podemos crecer. Son muchas dificultades. El concepto de techo de bambú nace en Estados Unidos, donde existe la narrativa de que son los más avanzados en inclusión, pero en verdad hay estudios que demuestran que en muchos contextos no llegan a esos puestos de mando o de poder por determinadas características culturales.
El techo de bambú se extiende a muchos otros sectores y ámbitos de la sociedad y está muy relacionado con el racismo estructural. En un nivel gráfico si cogemos la situación de mis padres migrantes está ligado al papeleo, burocracia, angustia existencial, problemas psicológicos. No tienen nada a lo que aferrarse a pesar de llevar aquí 30 años y se sienten vulnerables.
Para las descendientes igual, todo ese racismo, esos prejuicios que pueden hacer que las empresas no te contraten o te marginalicen a determinados nichos. Hay determinados espacios vetados a la mujer racializada y sobre todo de una manera genuina, parece que estamos siendo utilizadas como esa mascota para dar una imagen de diversidad.
Yo no soy para nada representante de toda mi comunidad, es importante que escuchemos otras muchas voces
Con la pandemia ha aumentado notablemente la xenofobia, que aunque ya estaba ahí en ebullición, parece haber explotado, ¿cómo lo estás viviendo?
Sí, sobre todo al principio hubo un aumento muy grande de discriminación. Amigos y amigas, o mis padres que trabajan de cara al público lo notaban muchísimo y por supuesto en redes sociales. Por eso lanzamos la campaña “no soy un virus” porque alrededor del mundo hubo muchísimos casos de delitos de odio, agresiones, increpaciones por la calle… fue brutal. Ahora da la sensación de que se ha atenuado, pero muchas seguimos sufriendo comentarios y problemas, en los colegios y los medios sobre todo, donde sigue habiendo un discurso culpabilizador de los chinos por sus “malos hábitos alimenticios” y “costumbres”. En general, el discurso en España ha sido tremendamente racista hacia las personas migrantes.
Leer tus poemas es una forma de reeducar la mente, sobre todo si quien lo lee es una persona no racializada. ¿Qué respuesta esperas por parte de los lectores?
Creo que es mejor no esperarte nada. Yo no soy para nada representante de toda mi comunidad, es importante que escuchemos otras muchas voces. No me gusta pensar que mi futuro poemario es una voz de la generación china, pero es verdad que mi obra es un producto que nace de algo colectivo y para mí va a ser importante la respuesta de mi comunidad, y quiero escuchar su feedback.
Cuento mis experiencias personales, pero si ayudan a derribar prejuicios y a que alguien se sienta menos sola para mí eso habrá sido suficiente. Al lector español pido empatía como mínimo, me gustaría mucho poder transportar a ese lector español a cierta situación que le ayude a ser empático y que inicie esa reconstrucción y cambie su actuación hacia las personas racializadas asiáticas dentro de su ámbito de acción, para así construir un mundo cada vez menos antirracista.
¿Qué proyectos tienes en mente?
Estoy trabajando en mi primer poemario, será publicado por Letraversal, aunque no hay fecha de momento. Básicamente me gustaría centrarme en literatura porque siento que es el momento y que es un lenguaje que me interesa, no solo poesía, también novela o relato corto. Pero seguiré haciendo periodismo como siempre para aprender y ver qué es lo que me interesa, lo que puedo aportar. Espero que las cosas se calmen para que podamos llevar a cabo más eventos y a nivel colectivo hacer cositas.