Si algo se puede decir de Kokoshca es que nunca han respondido al estímulo de las modas. A lo largo de su carrera, el ahora cuarteto navarro ha ido configurando una discografía en la que cada canción y cada disco han abierto el espectro de una banda difícilmente clasificable.
Lejos de dejarse llevar por el momento, por la incertidumbre, por la pérdida de rumbo que para todos ha supuesto la pandemia, Kokoshca apuesta en su sexto y homónimo LP por llenarlo todo de luz. Un fogonazo que persigue animar al público a dejarse llevar al ritmo que marcan los bajos y las percusiones más cercanas al funky de toda su discografía.
En un momento de conciertos con distancia social, asientos asignados y mascarillas, el grupo presenta el próximo 12 de junio su último trabajo en el Teatro Reina Victoria de Madrid en el ciclo Sábados Brillantes. Antes, nos desgranan las claves de un trabajo en el que, incluso, incluyen su propia propuesta de Himno de España.
Le cantáis al amor, como casi todos los grupos, y a España, como muy pocas bandas. ¿Qué tiene este país para estar tan presente en vuestra obra y para que os lancéis a hacerle un himno?
Amaia: A mí me parece algo natural. Vivimos en España. Parece que decir España da como cosilla, que da urticaria. Es algo estúpido, un tabú.
Iñaki: Creo que son varias cosas. Un rollo un poco Punk, en plan "qué les jodan a los aberzales y a los fachas". Yo siento que España es un pueblo acojonantemente guay: La Pepa, la primera vez que votaron las mujeres, el Instituto Libre de Enseñanza, el anarquismo... A la vez, es un país perdido, un pueblo que ha delegado demasiado en los gobiernos y ha perdido su esencia.
Alex: Esto lo plasmamos en un tema de otro disco que se llama Yo nací en el que Iñaki canta: "España es un país de occidente al que le han robado el siglo XX". El hecho de haber estado rodeados de tanta modernidad y, a la vez, haber tenido una dictadura hasta antes de ayer genera muchas paradojas. Todos los conflictos no resueltos durante la transición son fuente de escenas muy absurdas. De personajes como Villarejo.
Amaia: Igual es porque el pueblo, la España que nos flipa, nunca ha gobernado.
En vuestro primer disco ya hacíais una importante declaración de intenciones prefiriendo Benidorm a Salou, algo muy poco de Pamplona...
Iñaki: Joder, nos flipa el Rock & Roll yankie. Si queremos aportar algo a la música igual hay que buscar una voz propia como han hecho ellos con el Country o el Blues. En nuestro caso, con esta idea tan difusa de país no nos reconocemos en cierto folclore. El flamenco es lo más nuestro pero, cojones, somos de Pamplona. En las jotas navarras tampoco encontramos acomodo. Llevamos 13 años buscando nuestro lugar en la música apoyándonos en nuestro costumbrismo. Al final, es lo que están haciendo ahora Rosalía o C.Tangana.
Amaia: En nuestras letras influye mucho nuestro universo propio, nuestras bromas, nuestra manera de tomarnos la vida. Parece que hay cuatro frases para hablar de amor que se repiten en canciones de muchos grupos. Luego las lees y dices: "Son la nada". Nosotros nos sentimos más cómodos siendo más directos, centrándonos más en lo nuestro. Al final Salou o Benidorm es una forma de hablar de diferentes tipos de amor.
Pero el discurso político siempre está presente, ¿no? En 2016 ya le cantabais a la renta básica universal.
Amaia: Yo no sé si eso es tener un discurso político. Yo lo que quiero es tener esa renta básica universal para siempre. Creo que debería ser un derecho de toda la humanidad. Vamos a estar aquí un tiempo. Si quieres ser un vago y estar en tu casa, adelante. Reivindico el derecho a la pereza o el de leerte 50 libros al mismo nivel que el de trabajar… Yo no estoy de acuerdo con este modelo que ha elegido la sociedad.
Ese desprecio con el que algunos lo llaman a "la paguita"... Parece que no cabe otra manera de vivir. Yo pienso en una forma austera. Como un monje de clausura. Pero a gusto. Lucharé por ello y espero algún día conseguirla.
Iñaki: La verdad es que esto es muy político.
Ahora, en medio de una pandemia, habéis sacado un disco que no suena para nada a confinamiento. ¿Es algo buscado o simplemente salió así?
Iñaki: No lo sé. Quitando un par de bocetos, la gran mayoría de las canciones han nacido durante la pandemia. Yo no negaba la realidad, pero a mí me daba un poco igual en lo que respecta a mi día a día. Nos ha afectado más a nivel funcional. Por ejemplo, Amaia se instaló un programa de edición que, en otro contexto, seguramente no se habría instalado.
Amaia: La única ilusión que teníamos durante todos los meses en casa era hacer canciones. Durante esas semanas, sólo me hacía tener esperanza pensar en que íbamos a grabar un disco, en todo el proceso creativo. Y, luego, imaginarme tocándolo en directo.
Alex: La influencia de la pandemia tiene que ver también con cierta calma. Las canciones no venían con la energía del local, del volumen... Fue algo más analítico. Recibir el archivo, empezar a salsear, buscar algún ritmo... El punto de partida está mucho más pensado que en discos anteriores.
Amaia: Sí. Sin darnos cuenta, cambiamos el proceso creativo. Nos adaptamos muy rápido a no vernos, a usar otras herramientas y cumplimos el objetivo. Llevamos 15 canciones al estudio y, al final, grabamos 10. Nunca habíamos entrado con tantos temas.
Os ha salido seguramente vuestro trabajo más bailongo.
Alex: Yo estoy muy engorilado con los primeros ensayos.
Amaia: Los directos van a molar. Pero que nos dejen bailar, aunque sea con mascarilla.
¿Qué tal lleváis este nuevo formato de conciertos?
Amaia: Bueno, lo mismo que aceptas vivir con mascarilla pues vas a conciertos a estar sentada. Yo creo que, aún con las restricciones, la gente necesita escuchar música y sentir que está con otras personas, ver a desconocidos… Llevamos mucho tiempo viviendo en burbujas. Pero, en sí, es muy difícil disfrutar de un concierto en este formato. Es raro.
Alex: Para mí un concierto siempre ha sido un acto social. Es el lugar donde ciertos seres humanos nos juntamos. A lo largo de mi vida he tenido muchas discusiones sobre si es una falta de respeto hablar mientras un artista actúa. Puede ser pero, para mí, es más bonita la idea del hecho musical como un encuentro.
Tenemos que estar muy agradecidos. Ha habido una especie de pacto por parte del público. En plan, "vale, aceptamos esta mierda porque no os vamos a dejar caer". La gente está respondiendo. Olé por la peña porque, en realidad, no mola.
Iñaki: En esto soy bastante autocrítico. Los músicos no hemos aprovechado para adaptar el repertorio a algo más teatral. Rollo Tom Waits, Albert Pla… Nadie ha propuesto hacer algo radicalmente distinto que funcione en los nuevos formatos.
Ahora volvéis a tocar a Madrid en un contexto muy distinto al de vuestro último concierto en la sala El Sol. ¿Cómo pensáis que lo vais a vivir desde el escenario?
Iñaki: Sólo hemos dado un concierto en pandemia. Tenemos muchas ganas y, a la vez, cierto temor. Yo creo que nuestro rollo provinciano gusta en Madrid.
Amaia: Madrid es la ciudad en la que más conectamos con la gente. Igual al principio empezamos hacer más cosas en Barcelona pero, enseguida, en Madrid hemos tenido más público. Tenemos muchas ganas de tocar. A la vez, da rabia no poder verles las caras. Tener esa conexión que te permite saber si les está molando. Va a ser raro.
Alex: El concierto del 12 de junio en Madrid es la puesta de largo de todo el trabajo de estos meses. A la vez, es sólo un punto de partida en este nuevo contexto. Nos gustaría tocar Himno de España o La Tiro y que la gente se lo pasara bien. Quiero tocar un tema y que la peña se vuelva loca sin sentirme mal porque se empujan y saltan. Vamos, como en el último concierto que dimos en Madrid. Recuerdo ese bolo con una sensación de plenitud total.
Amaia: Ese día flipé con el público. Habían salido dos singles esa misma semana y la peña se las cantó todas.
Parece que es más fácil que nunca sacar un disco y, a la vez, que resulta muy complicado para los grupos vivir de la música. ¿En qué momento os pilla esto?
Iñaki: Aguantar en la industria de la música española es un valor en sí mismo.
Amaia: Es un reflejo de la sociedad. Ahora todo va un poco en esa dirección. Puedes trabajar desde donde quieras, ser tu propio jefe… Pero luego no ganas un duro. Todo está ligado a Instagram, al ego…
Alex: El último cambio de Spotify permite que veas las estadísticas de escuchas de todas las canciones. Antes estaban visibles sólo cuatro o cinco temas por grupo. El público puede ver qué es lo más escuchado. Eso, irremediablemente, configura gustos. Convierte todo en una competición. Antes ya existía, pero no era tan explícita.
Amaia: Yo he dejado de mirar los números de Spotify. No quiero estar pendiente de eso. Tendríamos que intentar cerrar los ordenadores y los móviles y estar más con nosotros. Hacerle más caso a Pascal. Ahora todo en Instagram o en Spotify es un examen a cada segundo. Eso destruye a las personas.
¿Qué le pedís a la postpandemia? ¿Cómo os la imagináis?
Iñaki: He fantaseado mucho con que los verdes iban a imponer otros patrones para vivir de otra manera y tal. Pero está claro que el ser humano quiere volver a lo de antes.
Amaia: Por un momento pensé que la gente iba a sacar cosas buenas de lo que hemos vivido y que se iban a acercar a una forma de ver la vida más parecida a la mía. Que se darían cuenta de que casi todas las cosas importantes han desaparecido y no pasa nada. Pero la gente tiene todavía más miedo de salirse de las normas que antes. No quieren ir a contracorriente, rebelarse contra lo que no les parece bien, tener un pensamiento más libre. El sistema quiere que no pensemos.
Alex: Hay una reivindicación reaccionaria de volver a un tipo de vida. La respuesta ante esto solo puede ser vivir en términos de otro tipo de futuro en positivo. Tiene toda la pinta que esa batalla ni se va a dar. El terreno de juego está inclinado. Al final, el dinero llama a dinero.