De nuevo, como en la reciente producción de Norma, vemos al Teatro Real apostar por un título y una producción que habla de sí mismo, esto es, del teatro dentro del teatro, de una historia contada para dentro en la que somos doblemente espectadores.

Y si en Norma uno adivinaba en la ininteligible producción de Justin Ray que el teatro donde se desarrollaba la escena tenía que ser La Scala o un gran coliseo, en Viva La Mamma! todo transcurre en Lodi, pequeña población del norte de Italia, en un viejo teatro más bien de segunda (o tercera) con divos que en realidad hacen de divos, tienen pose de divos y manías de divos, pero que sospechamos que en realidad no son fulgurantes estrellas internacionales sino más bien sombras de lo que quizá alguno fue pero ya no es y otros que querrían ser pero no lo serán.

De ahí el postureo y las formas (convenience) de prima donna assoluta real (Daria) o figurada (Agatha) que en realidad no son lo que creemos que son, sino más bien un fake, un espejismo distorsionado de la visión irreal de lo que querrían ser. Todo es un juego de confusiones, de egos y zancadillas. Todos trampean y todos posan, todos fingen menos el compositor, el poeta y el pobre empresario desesperado ante tanta "inconveniencia".

La función arranca con un teatro convertido en garaje en el que inesperadamente entran y desarrollan la escena los muchos personajes de esta obra durante un ensayo. En el segundo acto vivimos un flashback en el que descubrimos el mismo espacio en el escaso esplendor que vivió como teatro de provincias, vencido y colapsado finalmente por una reforma que lo desintegra.

Viva La Mamma! no fue el titulo que Donizetti puso a su ópera. En realidad, Donizetti, nacido en 1797, estrena la primera partitura de una ópera que titula Le Convenienze Teatrali cuando acaba de cumplir ¡20 años! (1827). Tres años después revisará la partitura, incorporará nuevos textos y y la re-estrenará en abril de 1831 en el teatro della Canobbiana de Milán bajo el título Le Convenienze ed Incovenienze Teatrali.

Pasadas aquellas representaciones milanesas, esta partitura dormirá durante 138 años hasta los años sesenta del siglo XX, cuando en 1969 Helmut Käuter, director de cine alemán, la recuperó para programarla en el precioso teatro rococó Cuvilliés de Múnich, pero bajo otro título, que ha sido como esta obra se ha incorporado al repertorio actual: Viva La Mamma!

Donizetti en el momento de componer esta ópera está aún definiendo su estilo musical y todavía no han llegado las obras de plenitud por las que pasará a la historia de la lírica. De momento en sus primeras partituras se refugia en las estructuras teatrales y musicales que creó y consolidó Rossini.

Toda la composición lírica europea del primer tercio del siglo XIX vive la sombra alargada del genio de Pesaro, que influye de manera notable en la hornada de compositores italianos posteriores y Donizetti no iba a ser una excepción. En esta Viva La Mamma! es imposible no vincular el aria de Mamma Agata con la del padre de Cenerentola, algunos recitativos o los concertantes finales con Barbero o La Italiana in Algeri y de hecho la escena que interpreta Agata en el segundo acto es el aria de Desdémona, del Otello de Rossini, una ópera que en la época de la composición del título que nos ocupa estaba de pleno vigor en todos los teatros de ópera europeos y probablemente los espectadores de aquellas primeras funciones de Le Convenience ed Inconvenienze Teatrali reconocerían la música y el guiño de Donizetti: una prima donna que nunca lo fue interpretando el gran aria de las Primas Donnas Assolutas.

Para poner en pie esta Viva La Mamma!, el Teatro Real, junto a la Ópera de Lyon y el Gran Teatro de Ginebra, ha contado con Laurent Pelly como director de escena y figurinista, que propone la historia en un pequeño teatro de provincias que ha acabado reconvertido en garaje decandente en el que los personajes durante el primer acto ensayan Romulus ed Ersilia, y en el que afloran los tics, manías y rivalidades de los cantantes: la prima donna con su estrafalario comportamiento, su marido sumiso (probablemente un rendido admirador homosexual), el tenor alemán despistado y exigente, el compositor y el libretista desbordados por tanto ego, el empresario agobiado por las cuentas y finalmente la segunda soprano y su peculiar madre, Agatha.

Escenas muy divertidas transcurren durante el primer acto pero es en el segundo en el que Pelly realmente destapa el tarro de las esencias y muestra su mejor talento: con la excusa de una sucesión de arias de cada uno de los personajes, vemos los momentos más delirantes realmente bien interpretados por todos los intérpretes: la única intervención solista de Guglielmo, el tenor, al comienzo de esta segunda parte, la escena de Luigia, dirigida por su madre desde el patio de butacas, la propia escena de Agata o la brillante y complejísima aria de Daria son una delicia.

'Viva la Mamma', de Gaetano Donizetti, en el Teatro Real. Efe

Pelly apuesta por una representación enloquecida en la que siempre están pasando cosas. No hay un solo segundo que en escena no haya movimiento y cualquier momento es aprovechado por el regista francés para que alguien haga algo. Durante las arias, el resto de personajes actúan, bailan, mueven lanzas... imposible no perder la vista hacia tal o cual personaje, el ritmo es inquieto y la direccion escénica es complejísima.

No hay duda de que los cantantes han tenido que sudar tinta para aprenderse todos los movimientos porque no es una producción nada fácil: además de cantar, los intérpretes no se quedan quietos, giran acá y allá, se mueven acompasados por el ritmo sincopado de la música, golpean sus rodillas, se mueven coreográficamente entre ellos o en grupo... hay un espíritu cabaretero, un toque de revista musical y un uso concienzudo de cada línea del libreto para crear situaciones delirantes que funcionan gracias a una labor actoral cincelada y muy cuidada y detallista. Gran éxito de Pelly, que repite triunfo tras la maravillosa La Fille du Regiment que dirigió en el Real en octubre de 2014.

Musicalmente esta producción cuenta con un gran conjunto de excelentes cantantes que además actúan con mucha hilaridad. Pero es sin duda Carlos Álvarez el eje sobre el que pivota la obra. El barítono malagueño firma el que probablemente sea uno de sus mejores personajes en el Teatro Real y que puede darle muchas noches gloriosas más. Está inmenso en su recreación de esa madre de la seconda donna y desde que aparece en escena en el primer acto en uno de los palcos del segundo piso de ese teatro venido a menos, su personaje lo llena todo.

Como un gas noble su Agata ocupa todo el espacio, el volumen y se hace amo y señor de la representación. Domina, se hace dueño de la escena y le basta un gesto, un subir la ceja o su manera de sentarse para ser protagonista de la noche. Nunca cantar tan mal lo hizo tan bien.

Está cómodo en este rol que debuta y a pesar de su robusto tamaño resulta tan convincente como esa señora que lucha a brazo partido por el bienestar y la carrera de su hija que muchos podemos reconocer a una tía o una abuela en esos gestos, en la manera de andar, de cuidar de su bolso, de ajustarse los pliegues de la falda... cuida al máximo el personaje y vocalmente está magnifico. Una arriesgada apuesta asumir este papel pero de la que sin embargo sale sobresaliente.

Su versión le sonó a uno pesante, académica y a ratos desconectada del espíritu de la escena. Es un magnífico estudioso de Donizetti, pero tanto conocimiento no termina de convivir con el alma de la obra

Nino Machaizde (Daria, la prima donna) resuelve con una bravura impresionante los trinos, agilidades y coloratura de las dos grandes arias de su personaje: en el primer acto, está maravillosa y brillante en su zona alta. En el aria del segundo acto, que en realidad no fue compuesta por Donizetti sino por Mercadante y ha sido recuperada para esta producción, revalida la buenísima impresión del primer acto y sale airosa de su papel.

Xavier Anduaga, flamante "mejor cantante joven" en los recientes Ópera Awards -premio que ganó junto a la mezzosoprano rusa Vasilisa Berzhanskaya- debuta finalmente en el Teatro Real con un personaje, Guglielmo, que se queda corto para tan esperada presentación madrileña. En el primer acto tiene una breve intervención en la que ya muestra un gusto musical notable y una voz preciosa, limpia y con facilidad en el agudo.

Al comienzo del segundo acto interpreta un aria de Donizetti -que el autor se autoplagió de otro de sus títulos de juventud- en la que a pesar de la brevedad de la pieza vemos el material que justifica la creciente reputación del cantante vasco, del que esperamos muchas más funciones en los próximos años y quizá más suelto escénicamente, cuando poco a poco se vaya liberando de cierta timidez. De momento ha tenido una excelente acogida y contó con el favor del público en los aplausos finales.

Borja Quiza borda el amanerado y melifluo Procolo, el marido de la Prima Donna. Buen actor y muy buen cantante, tiene gusto y la voz corre bien. Silvia Schwartz, que durante el primer acto más que la seconda donna parece la mudita de Lodi -apenas da una nota- se revela en el segundo acto con un aria al que no terminó de sacar lo mejor y uno se quedó con la impresión de que podría haber mostrado más.

En esta ópera coral, en la que junto a los grandes protagonistas debes contar con cantantes excelentes para el compositor, el poeta y él empresario, tenemos la suerte de disfrutar de Pietro di Bianco, Enric Martínez-Castignani y Piotr Micinski, los tres excelentemente bien y muy acoplados a sus roles.

'Viva la Mamma', de Gaetano Donizetti, en el Teatro Real. Efe

Evelina Pidò, desde el foso, fue para uno la única nota discordante de una gran noche. Este director de orquesta turinés es un profundo conocedor de la obra de Donizetti -probablemente Pidò es de los mejores directores para este compositor que hay hoy día- y como concertante hizo una labor encomiable en un título que a veces suena complejo y lleno de "corcheas y semicorcheas".

Pero aunque musicalmente resuelve con dignidad su labor, su versión le sonó a uno pesante, académica y a ratos desconectada del espíritu de la escena. Sin duda es un magnífico estudioso de Donizetti, pero me temo que tanto conocimiento no termina de convivir con el alma de la obra.

En esta producción en la que escénicamente es todo tan divertido, no sentía uno que desde el foso se compartiese el espíritu ligero, chispeante y lúdico de la partitura. Las notas estaban, la tensión musical también pero su interpretación tenía menos guasa de la que disfrutamos en el escenario.

La función es relativamente breve: el primer acto dura apenas 70 minutos y el segundo 40. Pero llegado el abrupto e inesperado final, demasiado seco para concluir la ópera, sientes que has pasado una velada inolvidable. Como recuerda Matabosch, director artístico del Teatro Real en sus notas al programa de mano, esta Viva La Mamma! además de un espectáculo delicioso se ha convertido en un espectáculo necesario.

Quizá no tanto por la defensa de la cultura frente al cierre de instituciones culturales como señala el director artístico -no olvidemos que en Viva la Mamma! el teatro acaba cerrando y reconvertido en garaje por la fuga de los artistas- sino por las ganas de disfrutar, reír y gozar ante tantos meses de incertidumbre y zozobra. Ya necesitábamos una noche así. Viva La Mamma! y Viva Donizetti!

Ficha

Viva la Mamma!

Gaetano Donizetti

Teatro Real, 2 de junio de 2021

Producción del Teatro Real, en coproducción con la Opéra National de Lyon y el Grand Théâtre de Ginebra

Director Musical: Evelio Pidò

Director de escena y figurinista: Laurent Pelly

Reparto

Daria | Nino Machaizde

Procolo | Borja Quiza

Agata | Carlos Álvarez

Luigia | Sylvia Schwartz

Guglielmo | Xabier Anduaga

Maestro | Pietro di Bianco

Poeta | Enric Martinez-Castignani

Empresario | Piotr Micinski