Núria Espert: "Estoy contenta por los indultos, no podemos seguir dándonos bofetadas"
"En la España de los '¡viva España!' hemos tenido colas del hambre" / "El feminismo es una maravilla, a mí me ha dado la vida. Es muy necesario, y lo será mientras haya hombres que matan y cortan en trozos a las mujeres" / "Soy socialista de la punta de los pies a la raíz del pelo".
26 junio, 2021 01:17Noticias relacionadas
Núria Espert vive en el costado del Palacio Real, como una reina silente y gentil que protege el Teatro y los grandes jardines, y a los niños que juegan en la mañana de junio, y al kiosquero que se niega a usar datáfono para vender agüitas y helados, y a las parejas primerizas que tontean en las terrazas del barrio. Núria Espert vive en ese Madrid del tiempo detenido, de momento encapsulado: más pacífico, más hondo, más romántico y antiguo.
Un Madrid donde el ascensor barroco sube lento pero seguro, donde no hay suelo sin alfombrar, donde importa la delicadeza y la cortesía. Un Madrid donde pesaban las palabras que ella lleva amasando toda una vida sobre las tablas -versos de esos, a veces, nos hacen rajitas por dentro-: Shakespeare, Lorca, Genet. Arthur Miller, O’Neill, Calderón de la Barca, Zorrilla, Sor Juana Inés de la Cruz. Tantos, tantas, todos. Esas Criadas, esa Yerma, esa doña Rosita la soltera. O esa Medea de los años púberes que la sacó del anonimato, de ese anonimato que le iba a ser imposible a un animal teatral como ella, a una mujer que era todas las mujeres, a una hembra que era todos los varones, humana, en verdad, universal como la tierra o el tiempo.
A Espert se la queda uno mirando como los niños al fuego o los adultos a los acuarios: como con abstracción, como con vieja fascinación, como esperando ver saltar de ahí una verdad purísima recién escupida al mundo. Su rostro pequeño e inteligente y su voz llegarán esta noche al Festival internacional de Música y Danza Ciudad de Úbeda, donde ofrecerá, junto a La Tempestad, un viaje sonoro por las cuatro estaciones de Vivaldi. Aún tiene miedo, dice. Aún le guarda respeto a la escena. Acaba de cumplir 86 años y aún no sabe que es un genio.
“A ser actriz se llega por accidente”, cuenta a este periódico desde su salón empedrado a libros. “Yo quería ser bailarina pero alguien me oyó recitar a los doce o trece años y… bueno, a mis padres les gustaba mucho el teatro, me hablaban mucho de él, me enseñaban fragmentos. No eran ellos gentes del teatro, sino obreros: mi padre carpintero y mi madre trabajaba en un telar. ¡Así es como se llega! Casi a disgusto”, sonríe. “Pero para decir que una es ‘actriz’ así, con la boca llena, hacen falta muchos años de actuar delante del público, además de los estudios y las lecturas correspondientes. Pero ah, hay algo más… la suerte, la gran oportunidad de un gran papel, de un gran rol que te permita sacar algo que tiene que haber ido creciendo dentro de ti mientras te preparabas, mientras te convertías en una mujer”.
Ella se sonríe pensando que su historia tuvo algo de Eva al desnudo: “Así suceden las cosas a veces, ¿no? En el cine y en la vida. Ser una aprendiz, una chica insignificante, y que la enfermedad de una gran actriz hiciera que me tomaran a mí… yo estaba lejos de merecer ese honor pero la vida me lo trajo. Y mi carrera emprendió el vuelo, sí, pero con fracasos, con retrasos, con penas y con éxitos”, suspira. “No ha sido un camino de rosas”. ¿Ha sido un camino de espinas? Y asiente.
El talento, la suerte, la belleza
Esa Espert que nos mira desde el otro lado de la mesa, con la mascarilla puesta, tiene algo en los ojos que escudriña. Que estudia, que entiende, que absuelve. Entre lo esotérico y lo antropológico. “Bueno, todos los actores somos un poco psiquiatras. Hemos estudiado mucho los roles que nos han dado y hemos buscado dentro de ellos a las personas que son iguales a esos roles. Se vive muy intensamente el contacto con los otros, y eso te convierte en alguien que de pronto puede saber más de ti de lo que sabría una persona corriente, pero también menos de lo que sabría un profesional”, concede
¿Qué es el talento, Núria? “Yo diría que es algo que te regalan al nacer, aunque no todo el mundo tiene uno, claro. Es algo con lo que vienes, algo que no te mereces. Es cómo te ayudan tus ojos, tu cuerpo, tu memoria. El talento tiene mucho de intuición. De trabajo también, pero eso después: hay que ser muy trabajador para ser actor, que parece una vida regalada y así nos la han pintado en la literatura, ¿no?, como bohemia… pues no, no, no. Y la suerte, ¡ah, la suerte! Tantas veces parece talento algo que sólo ha sido suerte”.
¿Se considera ella una mujer con suerte? Se lo piensa, pero asiente: “Sí, al final… sí”. ¿Y a quién le dio las gracias por eso: a dios, al azar, a alguna voluntad poética…? “¡A la vida, no sé, a la especie! A la gente buena, que son otra forma de tener suerte. Cuando he tenido problemas graves siempre he encontrado a alguien que podía ayudarnos. Suerte es conocer a la persona adecuada, o que te den el papel adecuado, o que te dirija la persona adecuada. Que el engranaje se ponga a andar”. ¿Y la belleza, para qué sirve? Responde categórica: “En el teatro es una cosa más, en el cine es de vida o muerte”
“La belleza no abre ninguna puerta en el teatro. No va de eso. En el teatro, todas las cosas importantes no son la belleza: son la personalidad, son si te enganchas con el público, si sienten que lo que tú transmites llega a alguna parte… hay actrices sin ningún tipo de belleza física que son primerísimas profesionales en el mundo entero. En la vida, la belleza es otra cosa: ahí sí juega un papel inconsciente y participa de nuestras decisiones”, desliza.
Lorca y la censura
Podríamos decir que si Lorca fuese dios -¿no lo es ya un poco?-, Espert sería casi su Papa: su representación aquí en la tierra. A él le debe muchísimo, cuenta. Es más que un amor de toda la vida. “Le recito desde niña, he grabado su poesía, he dirigido Bernarda Alba en Londres, la he hecho aquí en España con Lluis Pasqual, hemos hecho más de 2000 representaciones de Yerma por todo el mundo… lo adoro, él siempre abrió la puertas y nosotros pasábamos Quiero decir: la gente leía que había un espectáculo de Lorca e iba por él, pero a quienes nos encontraba allí era a nosotros. Eso es un regalo que él nos hacía todos los días”.
Detalla que aún le llama la atención que su poesía llegue “a través de distintos idiomas”: “Al principio pensaba que era imposible, con esto de las traducciones simultáneas… yo pensaba ‘esto no se puede decir más que en español’. Pero no era cierto, porque el público sale igual de emocionado, lo disfruta, le adora”.
¿Qué sabe Núria de la censura: ella que vivió la de la policía franquista, ella que representó a los autores que el establishment carca despreciaba o consideraba peligrosos, ella que vio aflorar la democracia y vio a la censura sofisticarse y volverse más invisible y sibilina? “La censura actual no se puede comparar ni de lejos con la que yo viví y padecí, ¡ni por asomo! Pero sí, los periódicos son cada uno de una tendencia, tal, y todo eso genera, igual que en la política, más simpatía por una tendencia o por otra.. eso es un tipo de censura, digamos, pero es inevitable”, resopla.
“Tenemos una política de partido donde el poder está dividido en trocitos, y cuando esos trocitos tienen la posibilidad, ejercen la censura sobre otros, ¡cuando hay posibilidad de hacerlo…! Es estupendo cuando no la hay, claro”, ríe. “En lo demás, qué decirte: se ha avanzado muchísimo, desde el momento en el que ya podemos morir con dignidad. La sociedad tiene muchos defectos, podríamos hablar de ellos hasta la noche, pero eso que me preguntas de la corrección política yo no lo veo. No hay quien se asuste de nada, solo gente, que es muy poca, y que mira demasiado al pasado. La gente que lucha hoy, que vive hoy, ha colocado las grandes pasiones, incluso las incorrectas, en un lugar en el que son bienvenidas y bien recibidas”.
¿Sigue siendo usted socialista?
Sí, sin duda. Voto socialismo desde siempre, no he estado nunca en ningún partido pero soy socialista de corazón, desde la punta de los pies a la raíz del pelo. Me parece que es imperfecto, claro, pero que de todo lo inventado, es lo mejor.
¿Y qué opinión le merecen los indultos?
Estoy contenta de que hayan ocurrido. A favor, sí. Lo cierto es que no estaba segura de si debían ocurrir, pero ahora estoy contenta, porque no podemos seguir dándonos bofetadas los unos a los otros. Hay que aprovechar el momento, creo: no sólo la gente que piensa como yo, sino la que no piensa como yo. Ellos tienen que comprender que la vida continúa, que cometieron un error, que lo han pagado muy caro y que basta ya, que vamos a ver cómo hacemos para vivir mejor, para ayudar a todos los que nos necesitan, ¡que son millones en España…! ¿Sabes, España? Ésta de “¡viva España!”, pues en esa España hemos tenido colas del hambre y montones asociaciones que nos apoyan y nos ayudan porque estamos en un momento muy difícil. Ahora eso va a cambiar gracias a la ayuda enorme de la Unión Europea.
¿Tiene patria Núria Espert?
Yo quiero mucho a España, me gusta muchísimo, pero también me gusta Francia o Portugal. Quererla la quiero, y sufro cuando cometemos un error y sufro con el ‘qué pensarán fuera’ y todo eso, ¡la quiero!, y me gustaría que se produjera un momento de esos de explosión cultural y social y que nos llegara un poco de alegría ya, que venimos arrastrando muchas desgracias ya.
Dice Espert que uno de los grandes dramas que más le preocupan a nivel político es la violencia machista, aunque ella, personalmente, nunca haya sentido que el ser mujer la ha perjudicado. “El feminismo es una maravilla, a mí me ha dado la vida. Es muy necesario, y lo será mientras haya hombres que matan y cortan en trozos a las mujeres. Todas las atrocidades que hacen, cosas incomprensibles, cosas que no puedes digerir… ¿habrá alguien que sea capaz de inventar algo que mate esa violencia? ¿Y de dónde les viene esa violencia? Seguro de su fracaso, sea cual sea, pero, ¿no sigue pareciendo horrible que un fracaso enorme pueda llevarte a cometer esos crímenes que hasta en literatura parecerían exagerados? Pensaríamos en monstruos con rabo y ojos fosforecentes, pero no, es el papá que iba al trabajo y que volvía”, clausura.