Es un acontecimiento. En el marco de PhotoESPAÑA 2021, Fundación Mapfre acoge una excepcional exposición del fotógrafo Bill Brandt (1904-1983). Comisariada por Ramón Esparza, la amplísima muestra que se ofrece en Recoletos contiene 186 imágenes, divididas en seis secciones, con el acompañamiento de revistas y libros en los que el artista germano-británico publicó sus imágenes, de algunas cámaras que utilizó y de un didáctico e interesante documental de la BBC en el que el propio creador explica su obra.
La trayectoria de Bill Brandt estuvo señalizada por sus concordancias iniciales con el surrealismo, su paso por un documentalismo de fuerte componente social y su evolución hacia una subjetividad que le llevó a interesarse especialmente por el paisaje y el desnudo -con guiños a la abstracción- y por los retratos de artistas, principalmente de escritores, lo que redunda con la mirada literaria que preside su obra, gobernada por una percepción sombría de la vida que se expresa en el blanco y negro de sus fotografías.
La interpretación crítica de Esparza subraya el peso en la obra de Brandt del surrealismo, de lo psicoanalítico y de lo extraño, teorizado por Sigmund Freud en Lo siniestro (1919) y revisitado y revisado por el filósofo español Eugenio Trías -a quien se apela en la exposición- en Lo bello y lo siniestro (1982).
Dicho así, esta triangulación entre lo surrealista, lo psicoanalítico y lo siniestro puede dar lugar a unas expectativas sobre unas concreciones estéticas y visuales que no se materializan en la exposición en toda su literalidad, aunque sin duda conforman y perfuman la atmósfera -concepto clave- de inquietante extrañeza que emana del conjunto de las imágenes: el “oscuro lirismo”, según lo definió después el filósofo y escritor francés Michel Tournier, uno de sus más ilustres exégetas.
Viena y el París surrealista
Algunos datos biográficos ayudan a comprender los caminos por los que transcurrió la vida y la obra de Bill Brandt. Nacido en Hamburgo con el nombre de Hermann Wilhem Brandt, en una familia muy acomodada, hijo de inglés y alemana, una tuberculosis le llevó a ser tratado desde adolescente y durante siete años (1920-1927) en Davos (Suiza) y en Viena. Esta ciudad fue crucial. Allí entró en contacto y bajo las directrices de la doctora Eugenie Schwarzwald, pedagoga y mujer excepcional con múltiples dedicaciones -merecería un artículo aparte-, que lo acogió en su impresionante círculo de artistas e intelectuales de primera fila y le animó a dedicarse a la fotografía.
Gracias a ella y a su entorno, conoció al poeta norteamericano Ezra Pound -hay foto suya en la exposición-, quien le sirvió de modelo para uno de sus primeros retratos. Pound, entusiasmado, lo recomendó a su amigo Man Ray. En el estudio parisino del multifacético artista dadaísta/surrealista, Brandt pasó dos meses aprendiendo y prolongó la amistad.
París, pues, en el hervor del surrealismo, es el segundo hito en la vida de Brandt, con cuatro nombres que perimetran su puesta a punto como fotógrafo: Ray, Eugène Atget, que acababa de morir -¡qué gran retrospectiva suya hubo en Mapfre en 2011!-, el húngaro André Kertész y el también húngaro Brassaï, el amigo de Henry Miller. La influencia de los tres últimos se manifestará después en el modo que tendrá Brandt de fotografiar la ciudad, los edificios, la calle y la noche.
Y en la conexión surrealista, la amistad con el escritor René Clevel, entusiasta bretoniano y comunista y, por cierto, también tuberculoso. En la exposición, una imagen simboliza ese nexo: Maniquí de modista (1929), foto de un maniquí con ropa de mujer encontrado en la calle que fascinó e inspiró un texto de Clevel, no sé si, exactamente, el que acompañó a una foto de Bill Brandt -¿ésta?- publicada en la revista surrealista Minotaure, su primera publicación.
Documentalismo y desnudos
Londres, 1931. Tercera y definitiva ciudad. Allí, con el ascenso de Hitler al poder y el ambiente antialemán, culmina la crisis de su identidad germánica y Brandt se camufla como inglés de nacimiento. En 1936, primer libro, The Englis at Home. En 1937, arranque de su colaboración en revistas: Lilliput, primero, Picture Post y Harper’s Bazaar. En 1948, el aldabonazo de su consagración mundial: una exposición en Nueva York y el libro retrospectivo Camera in London.
En Mapfre podemos ver una muy completa muestra de sus fotos documentales: los contundentes contrastes -que publicaba en páginas enfrentadas- entre las vidas y ambientes de los ricos y de las clases trabajadoras, las imágenes de los londinenses amontonados en las estaciones de metro cuando los bombardeos nazis y las vistas nocturnas de un Londres fantasmal durante la noche. Las fotos de los trabajadores -o de los sirvientes-, de sus hogares, calles y barrios me aparecieron como antecedentes documentales, de marcada intención política, de lo que más tarde sería el discurso novelístico, teatral y cinematográfico de los “jóvenes airados” desde los años 50.
Durante la guerra, Brandt ya empezó a interesarse por los desnudos, pero incrementó su interés al desentenderse de la fotografía documental que, a su juicio, estaba muy frecuentada. Vemos inquietantes desnudos en el interior de habitaciones, pero luego llaman poderosamente la atención por su originalidad los encuadres de partes del cuerpo femenino en exteriores, que se muestran creando formas escultóricas abstractas, como fruto de una deconstrucción reorganizada, formas compatibles y en diálogo con las piezas del escultor Henry Moore, a quien retrató. Brandt y Moore se conocieron en el metro de Londres, trabajando durante los bombardeos, trabaron amistad y se influyeron mutuamente. Se han hecho exposiciones poniendo en diálogo las obras de ambos artistas.
Esa acotación del cuerpo toma otro sentido en los ojos de grandes artistas que fotografió: un ojo, en primerísimo plano, el ojo del artista que ve y que mira y que también es visto por el ojo de la cámara y del fotógrafo: el arte empieza y acaba aquí en la mirada. La mirada, mirada.
La disposición a la abstracción también se manifiesta en el encuadre de ciertos paisajes, que parecen reducidos al juego de sus manchas y sus líneas: un río sinuoso, un camino recto. Aunque los paisajes también traerán la perspectiva literaria. Serán los paisajes de los escritores, del imaginario rural de los poetas y novelistas ingleses.
Artistas y escritores
Brandt era partidario de que el fotógrafo revelara sus propias fotografías para alcanzar con ello una expresividad cuyo propósito sólo él podía conocer. O manipular, pues no tenía inconveniente en reencuadrar sus imágenes, intervenir en ellas con pinceles y sustancias, volverlas a editar. Fotografías, por lo general, de formato vertical. En las imágenes de ciudades -duras ciudades industriales, a veces- se observa una predilección por el adoquinado mojado, los charcos, las farolas y la luminosidad tenue a través de las ventanas, que constituyen por lo general los principales puntos de luz en atmósferas grises y apagadas.
El trabajo de Ramón Esparza se materializa en una exposición magnífica, definitiva respecto a muestras más reducidas que pudimos ver hace años en las salas del BBVA y La Fábrica. Inexcusable para los amantes de la fotografía, la exposición tiene un interés adicional para todos los interesados en el arte y la literatura por la amplia selección de retratos de artistas plásticos y escritores que recoge: de Picasso a Francis Bacon, pasando por Joan Miró y de Dylan Thomas a Graham Greene, pasando por Robert Graves y E.M. Forster. Bill Brandt solía decir que a sus retratados les dejaba insertos en su ambiente, que nos los miraba directamente, que apenas les hablaba mientras hacía sus fotografías. La extrañeza.