Dice Luis del Olmo que "pocas mujeres tienen la chispa de esta asturiana". El editor Andrés Rodríguez la describe con una receta: "Una pizca de curiosidad, una cucharada sopera de elegancia y cariño al gusto". Luysa R. Maroto acaba de publicar Luysa. Poemas y mesas (SpainMedia Books), un libro benéfico en el que las mesas son poemas… y los poemas son lugares en los que apoyarse.
El encierro nos dejó sin mesas para invitar a otros y luego las restringió a seis…
Sí, pero todos los días yo ponía una mesa especial, ¿por qué no vas a comer en una mesa bonita? Ese placer lo puedes disfrutar aunque no tengas invitados.
¿Y cómo eran esas mesas?
En la publicación se pueden ver [señala el libro sonriendo, que puede adquirirse por 200 euros, editado por la editorial SpainMedia y cuyos beneficios van destinados a los comedores infantiles]: colores alegres, para romper la monotonía, para buscar la alegría que no teníamos por todo lo que nos rodeaba.
Los poemas que acompañan las fotografías de las mesas son algunos de personalidades y otros escritos por usted…
Yo escribo poesía desde siempre, desde que era una niña, y durante el confinamiento me puse a escribir. Y mi poema es salido del corazón. Me gusta mucho la Generación del 27, y en concreto Lorca, pero claro, modestamente lo digo.
¿Cómo ha funcionado la iniciativa?
El viernes, a los dos días de salir esta edición, ya no teníamos libros. Nos los habían comprado todos. Me siguen pidiendo y ya estamos preparando la nueva edición para ayudar más.
¿Qué dicen los invitados de sus mesas, conocidas en Madrid y Marbella como las más espectaculares?
Todos mis amigos deben de ser muy buenos amigos, porque se muestran sorprendidos. Llevo anotación en un libro de cada menú que ofrecemos, pero también del mantel, la vajilla, la cristalería y la cubertería para no repetir nunca.
¿Influyen los invitados en la decoración de esas mesas?
A veces sí, me gusta hacer detalles en la mesa. El otro día vino a cenar una persona y le coloqué una locomotora de cristal, como guiño a un logro profesional.
¿Son las mesas de Navidad las más enfáticas?
Indudablemente, pero no con gran diferencia. Primero porque Navidad casi nunca la paso en casa, hago las cenas semanas antes. Segundo, porque cada estación es diferente.
¿Y las mesas de verano ahora?
En verano se puede disfrutar de comer en el campo o en un jardín, y coger lo que veas, no ir a la tienda a comprarlo, no. Decorar con una hiedra o con unos guijarros.
Algo que no falta en sus mesas.
Uso mucho en la decoración de las mesas los kombolói [un popular juguete griego con cuentas, parecido a un rosario pero sin propósito religioso], como servilleteros o en otra función. En mis mesas siempre tiene que haber cristal, me encanta el cristal. Y estoy obsesionada con las mariposas…
¿Qué simbolizan para usted?
La libertad volátil, creo que hemos aprendido recientemente que se puede acabar de repente. Ojo, porque las mariposas son animales capaces de hacer proezas, pueden migrar hasta 3.000 y 4.000 kilómetros.
Cualquier mesa tiene encanto: al colocar un vaso, un plato y un cubierto sobre un mantel y empezar a adornarlo con lo que comes
Organiza todos los años comidas cromáticas…
Sí, recuerdo una fiesta de blanco, todos vestidos de blanco y el menú era blanco. Con ajoblanco, vichyssoise y merluza sin piel, y una crème bavaroise de chocolate. Es fácil hacer cromoterapia con la comida. Hoy se encuentran fácilmente colorantes que no tienen sabor.
¿Una mesa alegre ayuda a sobrellevar a un invitado aburrido?
Ayuda mucho [se ríe]. Pero te tengo que decir que yo ya no invito a gente aburrida. Con los años te vas rodeando de gente que te aporta cosas en todos los sentidos, y divertirte es una de ellas.
¿Y los tiempos?
Aquí prima la lógica: hay que disfrutar de todo, no con tiempo en exceso ni en defecto. Medir los tiempos en acontecimientos donde se celebra todo con comida es importante, un aperitivo por ejemplo que no exceda de una hora y no hay que olvidar el placer de una buena sobremesa. De ahí que sea importante que la gente no sea aburrida.
¿Cómo decide la ubicación en la mesa?
No guardo normalmente protocolo. Si invito por primera vez a alguien a casa procuro ponerles siempre a mi derecha y a la de mi esposo. Si no, sin protocolos, todos son amigos, no se van a sentir ofendidos por donde los sientes. Mañana somos doce amigas, y no hay nombres, cada una se sentará donde quiera.
Una cosa que no soporta…
Una mesa de trece. Jamás. Pares e impares no me importa, sólo es el trece lo que no llevo bien.
¿Almuerzo o cena?
Cena, porque la noche me encanta. Además te da la oportunidad de controlar totalmente la luz. Pero el almuerzo tiene también otra alegría.
Un país para comprar vajillas…
Hungría.
¿Y para el cristal?
Italia, el cristal de Murano, un espectáculo.
El libro benéfico 'Luysa, Poemas y mesas' se puede adquirir aquí o, si eres suscriptor de EL ESPAÑOL, participando en el sorteo de la Zona Ñ.