La extrema derecha española la ha tomado con el actor y humorista Pepe Viyuela, una de las caras más amables y concienciadas de la escena patria -se metió al público en el bolsillo, muy especialmente, entre la serie Aída y la película Mortadelo y Filemón-: todo empezó cuando hace un mes, Viyuela escribió una columna para el diario Público visiblemente indignado por el brutal asesinato de Samuel Luiz a manos de una turba de jóvenes violentos y explicaba, en su texto, que consideraba “el discurso de Vox” un “elemento dinamizador de un odio que, en lugar de intentar apagar, azuzan con verdadera saña”.
Les acusaba de haber “envalentonado” a “radicales y perturbados” gracias a la exhibición sin complejos de su “ideario homófobo y racista”: “La ponzoña vertida en muchas de sus soflamas supone una amenaza constante para la convivencia y el respeto a las leyes democráticas y a la seguridad y la vida de todos nosotros, porque si hoy son los gays y lesbianas o los inmigrantes sin papeles o los que dibujan caricaturas en revistas de humor, mañana seremos los que escribimos contra ellos o los que sencillamente sientan que les miran mal”, lanzó, antes de pedir “un cerco sanitario” alrededor de este partido, comparándolo con un cáncer que había que aislar y extirpar “antes de que se convierta en metástasis”.
Digamos que Vox ha interpretado estas palabras como una petición formal de la “ilegalización del partido” y ha montado en cólera. Más aún cuando hace unos días, tanto Viyuela como su compañero José Mota abrían la portada del XL Semanal, suplemento de ABC, a cuento del estreno de García y García. “Me pregunto por qué el ABC premia con una portada a Pepe Viyuela una semana después de que éste pidiera públicamente la ilegalización de Vox, un partido democrático al que votan más de cuatro millones de españoles…”, escribió José Manuel Soto, que no deja ni un jardín sin pisar, a pesar de que Viyuela jamás hiciese eso.
Muchos usuarios han enloquecido por considerar que no es de recibo que Viyuela ocupe un lugar presencial en el suplemento de un diario conservador y monárquico como ABC. Al actor -por cierto, activista por los Derechos Humanos, miembro de la ONG Payasos Sin Fronteras y premio HumanFest 2020 por su labor con las personas refugiadas- le están pitando los oídos, pero eso nunca le ha importado: lleva mucho tiempo asumiendo que sus palabras le “significan” y que eso le hace incluso perder oportunidades laborales, pero no está dispuesto a pagar su paz con silencio. Cuenta a menudo que le es inevitable comprometerse con el mundo que le rodea: que eso lo heredó de sus padres, que eso viene de su educación desde niño.
Poeta, cómico y activista
“Tengo un compromiso con el momento que vivimos. Me podré equivocar en mis opiniones, pero creo que tengo derecho a expresarlas”, sostiene. No le duelen prendas: ya en 2016, cuando recibió el premio MAX a mejor actor protagonista por su papel en Rinoceronte, se lo dedicó a los titiriteros encarcelados por enaltecimiento de terrorismo. Denunció la “persecución de los débiles para sacrificarles, para que sirvan como ejemplo y que nadie salga del redil”. Ha defendido históricamente que el humor “no debe tener límites impuestos desde el poder”: “Los límites del humor los debe poner la sociedad. Si el humor es de mal gusto, por sí mismo se descalificará. Controlarlo, nunca”.
Frente a los deseos de la ultraderecha de boicotear García y García, sí ha reconocido que le fastidiaría mucho “perjudicar al resto de compañeros”: “Me parece una barbaridad porque arremeten contra todo un colectivo de personas que no tienen nada que ver con lo que he dicho y que quizás ni si quiera estén de acuerdo. Me parecen peligrosas estas persecuciones y cazas de brujas a colectivos enteros por la opinión de una sola persona”.
Viyuela lleva décadas inyectándole dignidad a la palabra “payaso”: es un hombre que escribe poesía -“hay que empezar de nuevo, recoser el vientre, levantar miradas, ahuyentar alientos, revolar trapecios (…) Hay que levantar un circo nuevo cada día”-, que ama la comedia y que se siente conectado a la solidaridad mundial, pero sin aspavientos. Llegó a ir en el cierre de lista de Errejón en 2017, apoyando al actual líder de Más País cuando soñaba con dirigir Podemos.
En una ocasión, preguntado por este periódico de qué no podría reírse jamás, respondió que “del dolor”: “Ni del ajeno ni del mío. Es complicado. Hay que aprender, quizá, a usar el humor como defensa de esas cosas… pero el dolor inmediato… cuando pasan los años, y porque dicen que la comedia es tragedia más tiempo, tal vez uno puede empezar a darle un giro a las cosas y a empezar a bromear”, reflexionaba.
La patria de la generosidad
Ya estaba entonces muy sensibilizado con el tema de las enfermedades y con la crisis de los refugiados, pero subrayaba que el bufón siempre ha de jugar el papel de “desmitificar y recordarle al poderoso que en cualquier momento puede dejar de serlo”. Pepe Viyuela ama al público, pero su conciencia social de izquierdas le ha dificultado sentirse orgulloso de su país: al menos, hasta que cogimos al Aquarius, un gesto que le llenó de alegría. “Parecía que el nombre de España estaba asociado lamentablemente a la mezquindad, a la falta de solidaridad, a la falta de impulso… yo esto lo interpreté como un acto de valentía”, expresó.
Aseguró, además, que él como ciudadano también deseaba contribuir a darle asilo a estas personas. “Le pediría al Gobierno que habilitara posibilidades para acogerlos personalmente dentro de las familias. Que fuera más fácil que las personas que lleguen, se integraran. En tu casa, en el piso que tengas vacío, en algún sitio donde poder ayudar, no solamente en centros de acogida”. Para él las banderas son “pedazos de tela” y piensa que los conceptos de “patria” o de “nación” deberían estar construidos desde la generosidad.