De Zahara a Goya o Egon Schiele: todo el arte que nos habríamos perdido por no ofender a Vox
De Miguel Ángel a Charo Corrales, de Veronese a Andres Serrano pasando por El Bosco, Albert Pla o José Luis Cuerda: aquí algunas de las obras que jamás habríamos podido disfrutar por los 'ofendiditos'.
13 agosto, 2021 02:28Noticias relacionadas
La polémica cultural de esta semana está servida: Vox Toledo ha conseguido que la promotora del concierto de Zahara en su ciudad retire los carteles donde la artista aparece caracterizada como una Virgen, portando en los brazos a un muñeco y vistiendo una banda azul que reza ‘Puta’. Dicen que es una “ofensa extrema a los sentimientos religiosos”, quizá porque no conocen o no han entendido que esta imagen forma parte de un concepto irónico que sirve al mensaje de su último disco, precisamente titulado así, Puta.
En este álbum, Zahara se rebela contra el machismo histórico que ha hecho de ése su insulto más antiguo y doloroso hacia las mujeres. A ella misma se lo empezaron a llamar siendo una niña, con doce años, en el colegio, en una época espinosa y turbulenta donde padeció bullying y la obligaron a hacerse fuerte demasiado rápido -como explicó a este periódico en una entrevista-.
En Puta denuncia este abuso misógino y todos los demás: todas las heridas viejas que hoy consiguen oxigenarse y renacer, luminosas, en forma de canciones inolvidables en lo que es un disco de culto en tiempo presente. Zahara no será la Virgen, pero bien que hace milagros. La flagrante censura que ha padecido su cartel ha levantado de forma unánime a todo su público, a todos sus compañeros de profesión -desde Vetusta Morla a Amaral pasando por Iván Ferreiro- y a todos los usuarios de redes sociales que defienden la libertad de expresión y la libertad artística.
Son muchos los melómanos que han sacado a colación aquella mítica portada de Extremoduro, del álbum Yo, minoría absoluta (2002), en la que Robe Iniesta aparecía vestido de Cristo, con su correspondiente corona de espinas, su costado sangrando y sus estigmas en las manos. Ya en el 89 había lanzado el tema Jesucristo García, donde la banda de rock fabulaba acerca de cómo sería la vida del Nazareno en el tiempo presente: “Nací un buen día, mi madre no era virgen, no vino el rey, tampoco me importó; hago milagros, convierto el agua en vino, me resucito si me hago un canutito”, cantaba. “¿Cuánto más necesito para ser dios, cuánto mas necesito convencer? (…) Por conocer a cuantos se marginan, un día me vi metido en la heroína, aún hubo más, menuda pesadilla, crucificado a base de pastillas”.
Nada nuevo, en verdad: Madonna ya reventó las conciencias de los pejigueros cuando sacó su videoclip de Like a Prayer y bailó rodeada de cruces en llamas, llegando a mantener relaciones sexuales con un santo… negro. Fue excomulgada por el Vaticano tres veces, y ahí sigue.
La pregunta es obvia: ¿cuánto arte nos habríamos perdido en la historia para no ofender a Vox? Desde todo el disco Salve, de La Polla Records, a La mala educación de Almodóvar, pasando por Así en el cielo como en la tierra, de Cuerda, donde el cielo prometido no es más que un pueblo castellano lleno de chanzas y delirios y dios resulta ser Fernando Fernán Gómez. O la película Airbag, donde un Albert Pla vestido de cura oficia una boda al grito de “lo que rediós ha unido que no lo separe el hombre”.
Empezando por el principio, adiós a El juicio final de Miguel Ángel, por el que fue acusado de herejía por “inmoralidad y obscenidad”. ¡Desnudos en un lugar de culto! En 1525 aquello fue como un balonazo en la oreja. El artista fue sometido a numerosas censuras, empezando por la de Pío V, que en 1564 ordenó que Daniele da Volterra, su propio discípulo, cubriera los desnudos con ‘pañitos’, por lo que recibió el apodo de Il Braghettone. O que se lo digan a Goya, que se enfrentó a la mismísima Inquisición por La maja desnuda (1800), ya que la retratada aparecía “entregada” y “exhibiendo el vello púbico”, encantada de la vida: no fue mostrada al público hasta el siglo XX.
El jardín de las delicias, de El Bosco, fue acusado en Chile de “homosexualizar” y “perturbar sexualmente” la educación artística de los estudiantes menores de edad. ¿Pin parental para el padre de Las tentaciones de san Antonio Abad? Habrá que mirarlo.
La obra Cena en casa de Leví (1573) iba a llamarse La santa cena, pero la Inquisición obligó a Veronese a cambiarle el título porque no les moló ni gota que apareciesen por allá enanos, perros, borrachos, bufones, protestantes, niños… todo el lumpen del mundo, todos los “personajes indignos” que desfilaban “la soledad requerida por el tema”, y encima ignorando a Jesucristo, pasando de él olímpicamente, incluso dándole la espalda. Nada: Veronese a declarar por herejía.
Poca gracia le habría hecho también a Vox, de existir en 1953, el Estudio del retrato del Papa Inocencio X de Velázquez, por Bacon, un artista preocupado por transmitir la belleza de la putrefacción humana. En este cuadro desencaja el rostro del mismísimo Papa y exterioriza sus tormentos con tonos lúgubres y un grito inaudible pero perfectamente perceptible. Prácticamente poseído por Satán. A nuestro actual Papa, Francisco, tampoco le hizo ilusión que un grafito le pintara caracterizado como Supermán: “Me parece ofensivo”, recalcó, asegurando que detrás de su cargo “hay un hombre normal que ríe y llora”.
De Egon Schiele, ni hablemos: ya le censuraron en 2018 en Alemania y Reino Unido por considerarlo “pornográfico”. Y eso que el austríaco, discípulo de Klimt, decía que él pintaba “la luz que proviene de los cuerpos”: “¡La obra de arte erótica también tiene santidad! Mis cuadros deberían colocarse en edificios similares a templos”, guiñaba, como el gran polemista que era. Facebook, directamente, se cargó El origen del mundo, de Courbet: el algoritmo de Instagram tampoco soporta el pezón lactante de la última de Almodóvar, Madres paralelas.
Cristo y la orina del artista
Qué hubiera pasado bajo un gobierno de Vox con el Piss Christ (1987) del artista estadounidense Andres Serrano, donde un Cristo crucificado flota en una constelación de burbujitas. En principio, nada raro, pero la polémica se formó cuando se hizo público que el líquido en el que flotaba el mismísimo hijo de dios era orina del artista, guardada durante semanas en un tanque de pexiglás. O con La Santa Virgen María de Chris Ofili (1999), que volvió loco al entonces alcalde de Nueva York por ser una virgen africana pintada con excrementos de elefante. Rudy Giuliani, que era muy devoto, intentó cargarse la pieza retirando los fondos al museo, pero un juez federal acabó por impedirlo.
El partido de extrema derecha se sentiría retado también por aquel Benedicto XVI retratado con 17.000 preservativos, una obra del artista estadounidense Niki Johnson y valorada en casi 24.000 euros que irritó al arzobispo de Milwaukee. O por la exposición Obscenity, del canadiense Bruce LaBruce en Madrid, donde aparecen personajes como Rossy de Palma, Mario Vaquerizo, Alaska, Pablo Rivero o María Forqué erotizando al espectador en base a elementos de iconografía religiosa.
Recuerden cuando el secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española (CEE), José María Gil Tamayo, pidió al Museo Sofía la retirada de las obras que “ofendían sentimientos religiosos” de la expo Un saber realmente útil: una de las piezas consistía en una caja de cerillas con la inscripción “La única Iglesia que ilumina es la que arde. ¡Contribuya!”.
No hay que irse tan lejos: este año, nuestra justicia consideró que el cuadro Con flores a María -perteneciente a la exposición Maculadas sin remedio, que tuvo lugar en la sede de la Diputación de Córdoba- “atenta claramente contra los sentimientos religiosos de la Iglesia católica”. Todo porque la retratada aparecía masturbándose. Ya lo dejó claro la artista, Charo Corrales: "No es una virgen tocándose el pubis, soy yo”. Pues nada: PP, Ciudadanos y Vox fueron a degüello contra el cuadro, que llegó a ser rajado de arriba a abajo en un acto vandálico. Veremos qué será lo siguiente.