Palmira Márquez: "Hay que ordenar la Feria del Libro: El Rubius no puede firmar con Muñoz Molina"
Charlamos con la agente literaria de Dos Passos sobre cómo se reconoce el talento de un autor, cuántas páginas son necesarias para distinguir si una obra es publicable o la guerra editorial entre influencers y escritores literarios.
7 septiembre, 2021 04:06Le digo a Palmira Márquez, fundadora de Dos Passos, que lo de “agente literaria” no deja de sonarme a “agente secreta”: que tiene algo medio mítico, algo misterioso e intrépido y audaz, algo de 007 en busca del talento afilado en la era en la que el libro ha dejado de ser un objeto de culto y los influencers acuchillan por la espalda a los novelistas. Su vida es muy ajetreada, concede. Una montaña diaria de llamadas, de reuniones, de correos electrónicos, de negociaciones y lecturas de manuscritos. Ella cuenta que se hizo agente literaria en 2003 por Luis Eduardo Aute, que la convenció para que publicase las letras de sus canciones en el volumen Cuerpo del delito. Lo demás es historia.
Siempre tuvo claro Pamira que su vocación era descubrir nuevas voces: “Eso es lo más hermoso y podemos llevar, tanto Miguel Muñárriz como yo, un poquito a gala el haberlo hecho. Es lo más gratificante y enriquecedor: coger un manuscrito recibido y descubrir algo en el texto que nos conmueva o nos deslumbre o nos emocione. Buscamos textos que leer con las tripas. Eso es lo que nos hace decidir llevar la representación de un autor”. Con ellos ha empezado, por ejemplo, Alba Carballal, una de las grandes promesas de la literatura patria -que se estrenó en Seix Barral con Tres maneras de inducir un coma, avalada por Muñoz Molina y al estilo Eduardo Mendoza-.
O José C. Vales, ganador del Nadal con su segunda novela, Cabaret Biarritz. O Eduardo de los Santos. O Paul Pen, que lo peta en EEUU con sus thrillers psicológicos y al que llaman “el Stephen King español”. Pero, ¿cómo se huele el talento, en qué consiste, en el fondo? ¿En cuántas páginas puede uno saber que hay que mandar a freír espárragos al autor? “García Márquez decía que la primera página es fundamental, que ahí tiene que estar contada la novela. Yo creo que eso es cierto pero que, por dar un poco de cancha, con 50 páginas ya se sabe. Ya sabes si hay historia y si la persona sabe cómo contarla”, reflexiona. “Para mí el talento es llegar a un número muy amplio de lectores sin perder ni un ápice de la calidad literaria: es ser accesible al otro, contar cosas muy complejas con mucha sencillez”.
Psicóloga de escritores
¿La agente literaria también hace de psicóloga de los escritores? ¿Qué les preocupa, qué les aflige, cómo se les gestionan los egos? Y, lo peor, lo más crudo: ¿cómo se le dice a alguien que lo que ha escrito es una basura? “Sin duda, hago mucho de psicóloga. El trabajo de escritor es un oficio de mucha fragilidad: se tienen que enfrentar a la página en blanco, a veces están productivos y a veces no, se tiene miedo al fracaso… hay que hacer una labor de apoyo, de dirección. Yo tengo la suerte de que en mi agencia los egos están bien gestionados, aunque todos tienen su ego, todos lo tenemos”, relata.
“Se trata de tener mucha mano izquierda. Yo sé cómo enfrentarme a determinados autores. Es importante tener una comunicación permanente, transparencia y confianza total, y conocer bien tanto al escritor como a su obra. Ellos tienen que entender que lo que les decimos, como aclaraban las madres, es ‘por su bien’”, sonríe. “Soy su lectora de confianza y a veces les tengo que decir que se separen de la novela. Que necesita madurarse. Y ojo, una vez que lo ha hecho un tiempo, cuando vuelve a ella, él mismo suele ser autocrítico”.
¿Y cómo se le dice a alguien “oiga, la escritura no es lo suyo”, como contaba Szymborska en Correo literario? Recuerden: “La falta de talento literario no es ninguna deshonra. Es algo que les sucede a muchas personas inteligentes, ilustradas, nobles y extraordinariamente dotadas en otros campos”. Eso decía ella, pero a ver quién es el guapo que se lo explica a un ilusionadísimo autor, a alguien que ha construido toda su personalidad en base a la escritura.
Palmira cuenta que no se le ha dado el caso “de tener que decirle a alguien ‘usted es mejor fontanero que escritor’, o ‘dedíquese a hacer zapatos en Alicante’”: “Sucede a veces que una obra no es redonda o que es digna pero tampoco brillante, pero sin embargo vislumbras en ella a un escritor o escritora. La historia puede estar errada, pero sabes que hay alguien bueno. Cuando no me parece bueno, no lo acepto y ya está”.
Profesionalizar al autor
Su trabajo, explica, también consiste en profesionalizar a los autores y conseguir, en el mejor de los casos, que puedan vivir de lo que escriben o que la literatura les sirva de sustento parcial, a pesar de que desde la crisis los anticipos han caído terriblemente: “Mi misión es internacionalizarlos -las traducciones son importantes-, o consiguiendo que sus obras pasen a ser series. Cada vez hay más sinergia entre el sector editorial y el audiovisual. Para un autor novel, el anticipo normal es de unos 3000 euros, aunque puede llegar a 6000 dependiendo del potencial que veas en él. Se negocia. Los anticipos que antes eran de 5.000 desaparecieron, pasó incluso con la crisis a no haber anticipo, o los que eran de 25.000 bajaron a 5.000”.
Ahora siente que las editoriales son más valientes y curiosas que antes y que apuestan mucho más por “autores y autoras jóvenes, interesantes, sin tapujos y con una literatura muy comprometida”. Eso le gusta mucho. Es consciente Márquez del estigma español ante el best-seller. Ese desprecio latente. “Fíjate: Cien años de soledad era un best-seller, ¡y El Quijote! Tiramos piedras a nuestro propio tejado. Los que trabajamos en este sector sabemos que el hecho de que una novela se venda no está reñido con su calidad literaria. Nos hemos congratulado últimamente con libros como Patria, de Aramburu, u Ordesa, de Vilas, que han sido exitosísimos y además son muy valiosos literariamente. O Irene Vallejo con El infinito en un junco. Jamás hay que menospreciar al lector”, sostiene.
Escritores, influencers y cancelaciones
¿Qué recomendaría una experta como Palmira, por ejemplo, a un fenómeno reciente como Ana Iris Simón para no morir de éxito, justo en esta época en la que el triunfo es tan rayano a la cultura de la cancelación? Das un pelotazo editorial y… te llueve el acoso. Es fácil caer, es fácil ser un one-hi wonder. “Hay algo que es fundamental y es ser fiel a uno mismo, no dejarse deslumbrar. Asumir que un día estamos arriba y otro día abajo. La humildad lo es todo: si un autor pierde la humildad, se va a la porra. Hay que tener un estilo propio, una impronta: hay que lograr que los lectores te reconozcan”.
Palmira no cree que el novelista vaya a morir a manos del influencer, aunque es consciente de que “el mundo es otro”. “La novela no va a desaparecer nunca, porque desde que el hombre es hombre necesita que le cuenten historias, ya sea en papel, en digital o alrededor del fuego”, sonríe. “La historia permanece siempre. Igual que entiendo que las editoriales son empresas y que tienen que subsistir publicando a influencers, asumo que los escritores esto lo viven mal”, suspira.
“Lo ideal es no confundir al lector, no mezclar literatura con lo que no lo es. Tendría sentido hacer dos Ferias del Libro, o dos paralelas, o diferenciar claramente quién es quién en la que se haga. Ese caos está hasta en las mesas de novedades: se pone al autor literario al lado de un autor que habla de autoayuda cuando se te cae el rímmel. A mí me gustaría una Feria del Libro dividida en dos partes: Muñoz Molina no puede estar con El Rubius, no pueden firmar al lado, sencillamente porque no forman parte del mismo cajón”, esboza. “Hay que diferenciar las firmas, o poner a uno por la mañana y a otro por la tarde… pero lo que nos falta siempre es tiempo y organizar las cosas con cabeza. Actuamos a menudo con demasiada improvisación”.
“Haciendo las cosas bien y con elegancia convive todo el mundo. Lo que comentamos de la Feria tengo claro que debería ser así, porque he vivido experiencias desagradables con autores literarios firmando al lado de youtubers. Hasta se han levantado y se han ido”, revela, aunque prefiere no dar nombres.
Redes sociales y poesía
¿Cómo de importante es que un autor tenga redes sociales activas y exitosas para que triunfe su libro? “Nada importante. Hay autores que no tienen redes sociales y a los que les va muy bien, como a Cristina Morales. Y otros que tienen tropecientosmil seguidores y eso no se traduce en venta de libros. Las redes sociales nos llevan a vivir en un espejismo permanente. Pienso en autores como Roberto Santiago, que es un escritor de Infantil, y que ha vendido cuatro millones de ejemplares en España con Los Futbolísimos sin tener unas redes sociales demasiado activas”.
Comentamos el boom de la poesía joven y urbana, un género donde proliferan los autores no literarios y sin embargo muy vendidos. La profesional se muestra pertinentemente tajante: “No podemos vender poesía a golpe de tuit. Yo pertenezco a otra generación y he crecido leyendo a Ángel González, a Joan Margarit o a Claudio Rodríguez, que son eternos. Me encanta Fernando Beltrán. Sus últimos poemarios, Hotel vivir y La curación del mundo son de una belleza estremecedora. También Antonio Lucas y Toni Quero, que pertenecen a una misma generación. Y entre los jóvenes, Dimas Prychyslyy y Ana Lucas”, cita.
“Tendríamos que hacer algo meditado para acercar a los autores más clásicos de poesía a la gente joven, porque seguro que se enamorarían. Lo bueno traspasa generaciones, como han hecho Sabina, Serrat, Aute… Entiendo que tienen que empezar por algo y celebro esos libros de iniciación sólo si sirven para encender la mecha y que empiecen a curiosear los buenos”, expresa.
Va la última: ¿a quién haría Palmira ministro o ministra de Cultura? “Me da rabia que el Gobierno siempre trate a la Cultura como a una maría. Por ahí ha pasado gente muy valiosa y no se les ha dado mucha oportunidad, como Pepe Guirao o Máximo Huerta. Aunque me va a matar… yo querría a Luisgé Martín como ministro”, sonríe.