Antes de empezar debo hacer tres confesiones: me fascina La consagración de la primavera de Stravinsky, adoro la novela homónima de Alejo Carpentier y no me gusta el estilo creado por Pina Bausch.
Muchas son las veces que los acordes de La consagración retumban en mis oídos en circunstancias diversas, tres han sido los momentos vitales en los que me he leído la majestuosa obra de Carpentier e incontables han sido las noches en las que he detestado las coreografías de Pina. Sin embargo, nunca es tarde para una rectificación.
En los Teatros del Canal, ya sin restricciones pandémicas, se han programado cuatro únicas funciones con un repertorio eximio que incluye el estreno mundial del nuevo montaje de La Consagración de la primavera coreografiada, en 1975, por Pina Bausch y una pieza, modesta pero sustanciosa, llamada Common Ground[s] de Germaine Acogny y Malou Airaudo. Esta última, quizá demasiado larga, quizá demasiado plana, resalta el poder de dos únicas figuras sobre un escenario desnudo. Una coreografía singular que sólo recordaré como preámbulo de algo realmente excelso.
En la segunda parte, 38 bailarines africanos hacen realidad aquella danza tribal que la protagonista carpenteriana intentó, sin éxito, montar en el Caribe, olvidando las puntas clásicas y los fouettes meditados.
Todo es energía sobre la tierra que inunda la escena. Los cuerpos fuertes buscan la elevación máxima consiguiendo burlar las leyes físicas. La historia cuenta el ritual inflexible que ofrece a la elegida para celebrar la llegada de la primavera. Ella debe bailar, hasta la extenuación, para propiciar el cambio de estación. Pina va más allá y pone el acento en el antagonismo entre los sexos, donde el sacrificio de la víctima se muestra como la fatalidad que en realidad es.
Cien por cien Bausch, esta Consagración trasciende la barrera del tiempo y se muestra tan contemporánea que parece haber sido alumbrada ayer. Un espectáculo mayúsculo que viene firmado por la Pina Bausch Foundation, la École des sables y el Sadler’s Wells donde la idea del intercambio entre culturas acentúa, con pasión, el regocijo que significa bailar, algo que el público premió con una ovación prolongada, espontáneos bravos y un patio de butacas en pie. Definitivamente he cambiado de opinión, me gusta el estilo creado por Pina Bausch.