Hace aproximadamente treinta años asistí por primera vez a una gala donde bailaba Carlos Acosta. Eran los tímidos empezares de los convulsos años noventa en La Habana, estaba en un teatro atiborrado y por los altavoces advirtieron que el incipiente bailarín estaba aquejado de una lesión en la espalda. “¡Y eso que estaba lesionado!” fue el clamor general cuando redondeó el último grand jeté.
Mucho ha llovido desde aquella noche. Varios premios, aplausos en los más ilustres escenarios, dos películas, coreografías triunfantes y un prolongado etcétera definen la carrera de este excelente artista que, no contento con su éxito como bailarín, se ha retado con proyectos coreográficos y dirección de compañías. Hoy, convertido en una celebridad mundial, desembarca en el Teatro Real para presentarnos un sueño convertido en palmaria realidad: Acosta Danza.
Esta joven, pero experta compañía fue creada por Carlos Acosta en 2015 y tiene un objetivo cimero: dar a conocer el potencial artístico que germina en esa isla del Caribe llamada Cuba. Debo admitir que pensé encontrarme con una versión, quizá trasfigurada, de la excelente Danza Contemporánea de Cuba, agrupación asidua de los grandes escenarios y heredera, sin par, del sincretismo cultural cubano. Pero no fue así. No obstante, una pregunta me rondaba: ¿Qué nuevo nos puede traer este bailarín académico por cuyas venas discurren los bailes africanos?
El programa comienza en las nubes de la perfección. El telón sube para desvelarnos a “Satori”, una coreografía de Raúl Reinoso en la que armoniza la danza contemporánea con el ballet clásico, los ritos afrocubanos y una asombrosa creatividad escénica. Algo más de una decena de bailarines conjugan diversos estilos de danza con aquellos movimientos que tanto me recuerdan los toques de tambor, típicos de las celebraciones religiosas de origen africano que me fascinaban en mi infancia. Sobre el escenario se iluminan, a la vez, la antinatural punta clásica y el popular movimiento circular de los hombros que caracteriza al guaguancó.
Una excelente carta de presentación premiada por el público con una cerrada ovación en la noche del estreno. Sin embargo, el programa no logra mantener el ritmo marcado por “Satori”. Sin decaer en calidad, las expresiones coreográficas de “Mermaid”, “Paysage, Soudain, La Nuit” y “Two” no conquistan el efecto rompedor desplegado al inicio. A pesar del meritorio solo de Acosta en Two de Russell Maliphant, donde busca la contención del lirismo potente que sólo lo proporciona la experiencia en el escenario, algo se echa en falta. Probablemente, ese despertar lumínico patente en Satori oscurece lo que a continuación nos muestran.
Pero, sabemos que el buen programador deja para el cierre algún fuego de artificio. Así fue, la velada culminó con “Twelve”, una complicadísima coreografía de Jorge Crecis que persiste en poner en jaque a bailarines y espectadores. Un despliegue de creatividad y virtuosismo que nos mantiene en vilo a la espera de una desincronización que no tiene lugar. Magnífico final para el estreno de Acosta Danza en la capital española.