Carmen Mola apura una caña doble en una cafetería castiza de los aledaños de la Puerta del Sol. Viene de la tele, de la enésima entrevista de la tournée que le aguarda en las próximas semanas por ganar el Premio Planeta del millón de euros. 160.000 ejemplares de La Bestia acaban de desembarcar en las librerías. Pero no parecen suficientes, empiezan a agotarse en algunos puntos de venta, según fuentes de la editorial: la segunda edición, otra tirada suculenta, ya está en la imprenta.
Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Mercero son Carmen Mola. El pseudónimo, su artificio —la falsa vida de una profesora que se había convertido en el fenómeno de la novela negra española—, se ha esfumado. Han salido del armario, dicen. Su disfraz literario ha dado para miles de memes y algunos reproches. ¿Por qué tres hombres se esconden detrás de una mujer, históricamente maltratadas por el mundo de las letras? Los escritores y guionistas repiten, y sus palabras suenan sinceras, nobles, que todo fue espontáneo: "Carmen, pues Mola".
Han quedado con este periódico para dar un rápido paseo —lo que su apretada agenda les permite— por algunos escenarios en los que se ambienta su thriller histórico y violento, en el que aparecen niñas pobres descuartizadas, los cadáveres se amontonan en las afueras de la ciudad por una incontrolable epidemia de cólera y el pueblo estalla en toda su ira contra los representantes de la Iglesia. En el Madrid de 1834 domina la incertidumbre, la desigualdad, la inestabilidad política —el año anterior había estallado la primera guerra carlista—, un cóctel real al que se le suman crímenes macabros y las maquinaciones de una secta secreta.
En la misma Puerta del Sol toma la palabra Jorge Díaz, portavoz oficioso y que de forma repentina se transforma en un estudiado guía turístico. Sus dos compañeros dicen que pese a ser de Alicante tiene algo de cronista de la Villa, como si fuese un moderno Mesonero Romanos. Conoce todas las historietas y leyendas de cada esquina de Madrid. "El edificio de Apple es donde estaba la iglesia del Buen Suceso; entre las calles del Carmen y Preciados se construyó la Inclusa, que en la época de la novela ya se había mudado a Mesón de Paredes; las Casas de Cordero [al lado de la Real Casa de Correos] se levantaron sobre el convento de San Felipe el Real, que tenía unas covachuelas donde se vendían baratijas y fue célebre por acoger el mentidero, al que la gente iba a conocer las noticias", detalla.
Pero para la trama de La Bestia, lo relevante es la extinta fuente del Buen Suceso, que estaba coronada por una estatua de la Mariblanca —lo que sobrevive hoy es una copia— y fue el lugar en el que estalló, el 17 de julio de 1834, la llamada matanza de los frailes. La travesura de un muchacho, que arrojó un puñado de tierra en la cuba de un aguador, desencadenó el rumor de que los frailes eran los que envenenaban el agua con el cólera que diezmaba a la población. El desenfreno de violencia se saldó con la muerte de más de setenta frailes y varios conventos asaltados.
"Para una buena novela se necesita un conflicto. 1834 fue una época dura de narices", destaca Jorge Díaz. "Todos los lugares que aparecen son reales. Hemos tratado de que fuera lo más fiel posible a la realidad". Los periódicos de la época y los textos de Mesonero Romanos y Benito Pérez Galdós, el otro gran cronista del Madrid decimonónico, les han servido para documentarse y recrear la apariencia y el olor de aquella ciudad plagada de conventos —dos años después, con la Desamortización de Mendizábal, cambió profundamente: se derribaron muchos edificios religiosos para construir plazas—.
Muertes por votación
Carmen Mola había ambientado sus tres ficciones anteriores en el Madrid del presente, donde vive la inspectora Elena Blanco. La Bestia empezó a escribirse durante los meses del confinamiento, y en ese cambio de género —de la novela policiaca al thriller histórico— había que buscar en el pasado un espejo que reflejase el presente y un contexto duro y violento para añadir todavía más sangre y ensañamiento.
El Premio Planeta 2021 es una historia que atrapa, que se consume a la misma velocidad que va aumentando la lista de personajes muertos, desagradable y escalofriante en muchos pasajes. ¿Es esa la receta del éxito de Carmen Mola: lo más gore es lo que más atrae al lector? "No hay que renunciar a ser explícitos ni evitar la violencia. Además, tenemos gran cantidad de estímulos en el día a día", resumen Agustín Martínez, el más joven del trío.
En la Plaza de la Provincia, Jorge Díaz explica que el Palacio de Santa Cruz, mucho antes de albergar las oficinas del Ministerio de Asuntos Exteriores, en el Madrid de los Austrias, se destinó a cárcel de la Corte. En la parte superior de su fachada se colocó una escultura de un arcángel y de los encarcelados se decía que "dormían bajo el ángel".
La disertación histórica la corta un hombre que reconoce a Carmen Mola. "¿Puedo haceros una foto?", pregunta, y se despide veloz con varios enhorabuena. "Es la segunda vez que nos paran desde que hemos ganado el premio", zanja entre risas Agustín Martínez. La fama por haberse llevado el Planeta del millón, el del revuelo económico y el pulso editorial, es hipotética, irreal. Miles de personas seguirán leyendo a esta autora sin ponerle cara.
De camino a la Plaza de la Cebada, en el barrio de la Latina, escenario en el siglo XIX de célebres ejecuciones, como la del militar liberal Rafael del Riego o la del bandolero Luis Candelas, y tras la explicación de Jorge Díaz sobre la importancia el púlpito del Arco de Cuchilleros, al salir de la Plaza Mayor, en el levantamiento popular del 2 de mayo de 1808 contra la invasión francesa, Antonio Mercero desgrana cómo se trabaja a seis manos, sobre todo a la hora de seleccionar a las víctimas.
"Lo hacemos todo por consenso, pero cuando es necesario, si alguno se ha encariñado demasiado con un personaje, lo decidimos por votación", asegura. Una de las grandes virtudes de la literatura de Carmen Mola es la incertidumbre, muchos giros de guion son difíciles de atisbar. "Buscamos crear en el lector esa sensación de que todo puede suceder, que nada sea predecible. Decimos que en nuestras novelas nadie está a salvo. El lector sabe que en una historia de Carmen Mola cualquiera puede morir, mientras que en los relatos habituales sabe que el héroe se va a salvar", narra Mercero.
"La Bestia es nuestra novela más ambiciosa, la que más calado social y acento crítico tiene", añade Agustín Martínez ya a la altura de la Cava Baja. "Además de un personaje, la Bestia es la ignorancia, el miedo, la desigualdad", desvela. "Hemos disfrutado mucho escribiendo esta historia, también porque es el género más complejo", apunta Mercero, dejando entrever que seguirán apostando por lo histórico. Sin embargo, la próxima primavera Carmen Mola publicará la cuarta entrega de La novia gitana en Alfaguara, la competencia de Planeta, que pronto se verá en televisión.
El rápido paseo madrileño, en el que se desvelan tres tipos divertidos, accesibles, con carisma y muy compenetrados, se cierra en la basílica de San Francisco el Grande. El templo, que conserva la tercera mayor cúpula de la cristiandad por detrás de la de San Pedro del Vaticano y el Panteón de Roma, fue el lugar donde más sangre se vertió durante la matanza de los frailes. "Este acontecimiento fue lo que nos llevó a ambientar la novela en 1834: fue la rebelión del pueblo contra el clero", despide Martínez, mientras se suben rápidamente a un taxi para llegar a tiempo a la siguiente entrevista y empiezan a pergeñar el próximo crimen (literario) siniestro.