Almudena Grandes: madrileña, galdosiana, de izquierdas y del Atleti
Y escritora de éxito, y amiga de sus amigos. Almudena Grandes, grande también físicamente, era muchas cosas; tenía una desbordante personalidad de múltiples facetas. Licenciada en Geografía e Historia, siempre mantuvo el interés por la disciplina, aunque el temprano éxito como novelista le permitió dedicarse a lo que quiso ser desde siempre, convirtiéndose en uno de los autores de más éxito de estos años.
Luciano G. Egido, que compartía editorial con ella (Tusquets), decía con gracia y quién sabe si algo de maldad, que se sentía “el chulo de Almudena Grandes” porque las ganancias que la escritora proporcionaba a los editores de ambos les permitían a estos publicarle a él, más minoritario (minoritario y mayoritario son meros conceptos cuantitativos que no tienen que ver con la calidad; recordemos lo de Les Luthiers: “¿Al principio éramos más minoritarios en lo que hacíamos? Sí, pero luego empezó a venir la gente a vernos y dejamos de serlo”).
Almudena Grandes fue mayoritaria sin renunciar a la calidad (El corazón helado es una de las grandes novelas de las últimas décadas) desde el primer momento. Desde que irrumpió en el panorama literario ganando el premio La Sonrisa Vertical con Las edades de Lulú. Sus siguientes títulos –Te llamaré Viernes, Malena es un nombre de tango, Atlas de geografía humana, Los aires difíciles…- la consolidaron como un nombre imprescindible, mientras se convertía en una figura conocida por sus colaboraciones periodísticas (género en el que ha permanecido hasta el final) y era adaptada al cine por autores como Bigas Luna (Las edades de Lulú) o Gerardo Herrero (Malena es un nombre de tango).
Almudena Grandes fue mayoritaria sin renunciar a la calidad desde el primer momento
Pero su obra más característica como novelista estaba por llegar. La magnífica El corazón helado abrió la puerta al ciclo que Almudena Grandes, galdosiana confesa, llamó Episodios de una guerra interminable: Inés y la alegría, El lector de Julio Verne, Las tres bodas de Manolita, Los pacientes del doctor García… Antes, se había casado con el escritor Luis García Montero (“lo mal que viste y lo que me gusta”, se cuenta que dijo en los primerísimos tiempos de su relación) y se repitieron las adaptaciones al cine de sus novelas: Los aires difíciles, de nuevo por Gerardo Herrero y Atlas de geografía humana por Azucena Rodríguez.
Almudena Grandes era ya, antes del comienzo de este siglo, una figura popular, que opinaba de la actualidad sin morderse la lengua y desde una inequívoca perspectiva de izquierdas, de una izquierda más allá del PSOE. Podía citar a Lenin sin inmutarse en una entrevista, pero podía reconocer a la vez que la burguesía republicana era lo mejor que ha dado este país. Sus ideas y el desparpajo para expresarlas la llevaron a más de una polémica. Una broma suya, ciertamente de dudoso gusto, a cuenta de monjas y milicianos provocó un intercambio de dardos con Muñoz Molina, más templado políticamente.
Madrileña de origen y Almudena de nombre, estaba condenada a hacer gala de madrileñismo. Y era, claro, del equipo que lleva en su escudo el de la ciudad. Ser del Atleti, decía con toda la razón, es una cuestión de sentimiento, y ante el sentimiento, ni el poder ni el dinero ni todas las copas de Europa cuentan nada. Cuando entre el doblete del 96 y el descenso de pocos años después, los nubarrones se cernían sobre el club, le preocupaba cómo decirle a su hijo que el Atleti (aquí, música de Sabina) “había bajado a Segunda”. Su amigo Joaquín Sabina, que escribió sin saberlo la banda sonora de la citada El corazón helado: “habían pasado ya los nacionales…”.
Por ideas o por formación universitaria, era una gran aficionada al estudio de la Guerra Civil, un tema –decía, también aquí con razón- que engancha y lleva a leer cada vez más sobre él. Ella lo hizo y, además de lo que se reflejara en sus novelas, llegó a participar en la presentación de algún trabajo de un importante historiador. Había en sus venas gotas, o más que gotas, de sangre jacobina. Pero su obra brotaba de un manantial que no excluía lo sentimental.
En El corazón helado (perdonen la reiteración, es que es una novela muy buena de verdad) se repite con personajes distintos una escena que pone un nudo en la garganta del lector: un exiliado regresa a Madrid tras la muerte de Franco; mira la Castellana desde el taxi o la ciudad desde el avión, y la persona que le acompaña sin decir una palabra le coge la mano.
La sensibilidad humana y la solidaridad con los perdedores eran dos caras de la misma moneda en la personalidad de Almudena Grandes. En uno de sus innumerables artículos, en los últimos años, cuando los desahucios eran el pan de cada día, lo mostraba a las claras. Contaba la historia de una mujer joven llegada a Madrid en plena posguerra, una de aquellos inmigrantes que levantaban de noche y clandestinamente sus propias chabolas (véase La piqueta, de Antonio Ferres), una mujer curtida como lo fue aquella generación que pasó enterito el franquismo.
La sensibilidad humana y la solidaridad con los perdedores eran dos caras de la misma moneda en la personalidad de Almudena Grandes
Muchos años después, la mujer, ya mayor, participa en una concentración que trata de parar un desahucio. Un joven del grupo, que puede ser su nieto, le dice que tenga cuidado, señora, ante la próxima carga policial. Y ella sonríe para sus adentros, pensando que el chaval no sabe con quién está hablando.
Comprometida, autora de éxito, popular, querida por sus lectores y del Atleti, Almudena Grandes fue seguramente una mujer feliz. Porque tuvo además un grupo de amigos fieles con los que compartió comidas, veladas y veranos en el sur. Una vez, uno de estos amigos (Joaquín Sabina, de nuevo) la llamó para que fuera a su casa una tarde en que iba allí Gabriel García Márquez. Contaba ella que fue una tarde inolvidable junto al premio Nobel menos endiosado que cupiera imaginar.
Estos amigos quizá no encuentren hoy otro consuelo a la pérdida de Almudena que el que dijo un poeta hace más de quinientos años: “Dejonos harto consuelo su memoria”. En cuanto a sus lectores, esperarán en vano un nuevo título suyo. Les quedará esa obra importante, que queda también en la historia de la literatura española contemporánea.
Almudena Grandes nació el 7 de mayo de 1960 en Madrid, ciudad en la que murió el 27 de noviembre de 2021 a los 61 años. Estaba casada, desde 1994 con el poeta Luis García Montero.