"Pero la Guardia Civil / avanza sembrando hogueras, / donde joven y desnuda / la imaginación se quema". Esos versos, aparentemente inofensivos, contribuyeron a cavar la tumba de Federico García Lorca.
El asesinato del poeta más universal de las letras españolas, que fue fusilado en la noche del 16 al 17 de agosto de 1936 en la localidad granadina de Víznar, se debió a una concatenación de circunstancias: por rojo y sus amistades con socialistas como Fernando de los Ríos, por ser maricón en la España reaccionaria que perseguían sus verdugos, por las rencillas familiares y envidias que abundaban en la Andalucía rural en la que le tocó y vivir, y también por denunciar los actos represivos de la Benemérita a través de las estrofas del Romance de la Guardia Civil española, que forma parte del célebre Romancero gitano.
Así lo desvela el investigador Miguel Caballero Pérez, gran experto en el universo lorquiano, en su nuevo trabajo, Lorca: basado en hechos reales (Carpe Noctem). El libro subraya que la obra literaria del poeta está íntimamente ligada con sus vivencias personales, con la realidad, como ocurre con La casa de Bernarda Alba, historia inspirada en personajes y sucesos del pueblo de Asquerosa, donde residió el autor; y con Bodas de sangre, que bebe de un crimen pasional con visos de thriller ocurrido en Níjar, Almería, en 1928.
Pero lo más novedoso de la investigación, que aporta hechos inéditos, exhuma datos perdidos y aclara malentendidos, es la relación que mantiene el Romance de la Guardia Civil española con unos acontecimientos reales que tuvieron lugar en la campiña de Jerez de la Frontera en el verano de 1923, durante una huelga de jornaleros agrícolas para mejorar sus salarios que se prolongó durante veintiséis días, y el trágico final de Lorca. Miguel Caballero reconstruye a través de la prensa local, principalmente El Guadalete, un periódico controlado por los caciques de la zona, el "poco documentado" motín campesino y la "fuerte represión" liberada por los agentes de la Benemérita contra los agricultores y los gitanos asentados en los alrededores.
En su labor de detective, el también autor de Las trece últimas horas en la vida de García Lorca (La Esfera de los Libros) saca a la luz las biografías de los tres guardias civiles encargados de reprimir la huelga: el capitán Vicente González García y sus subalternos Fernando Márquez González, teniente jefe de la línea de Sanlúcar de Barrameda, y Miguel Romero Macías, también con el grado de teniente y procedente de la línea de Ubrique. Lo singular del caso es que el primero y el tercero de los agentes, involucrados en la Sanjurjada, los sucesos de Casas Viejas y el golpe del 18 de julio, estuvieron bajo el mando del teniente coronel Nicolás Velasco Simarro durante el lustro de la Segunda República.
¿Y quién fue este último? El secretario del gobierno civil de Granada el 16 de agosto de 1936 ante la ausencia del gobernador, el comandante José Valdés Guzmán, que estaba visitando el frente de Orgiva —la mayoría de historiadores le han achacado a él el crimen—, y, en palabras de Caballero, el "responsable último de la detención y asesinato del poeta García Lorca". La tesis inculpatoria de Velasco Simarro —"ya se está asumiendo porque los documentos están ahí", dice el investigador— la abrió el italiano Enzo Cobelli en un libro publicado en 1959, en el que además reflejó la partida de defunción del dramaturgo y escritor de Fuente Vaqueros.
Coincidencias extrañas
La huelga campesina en la campiña jerezana en agosto de 1923 fue el suceso que inspiró a Lorca para articular su Romance de la Guardia Civil española. La cronología se amolda a las evidencias documentales: en una carta a Jorge Guillén fechada el 8 de noviembre de 1926, el poeta confesaba que había empezado a escribir su Romancero gitano dos años antes. También una información recogida en el diario ABC durante las reivindicaciones de los agricultores relataba el incendio en varios cortijos, como consecuencia de los actos represivos, que quemaron las chozas de los jornaleros, destruyeron las cosechas y mataron a muchas cabezas de ganado. Esa escena se refleja en los versos que abren este artículo.
El romance, en el que Lorca incluyó una mención explícita al terrateniente Pedro Domecq, "era una crítica a esa sociedad de grandes propietarios convertidos en caciques y que se apoyaban prioritariamente en la Guardia Civil para que velara por la protección de sus propiedades y de ellos mismos". A pesar de esa mala imagen que se ofrecía del Instituto Armado, el Romancero gitano se publicó en 1928, durante la dictadura del jerezano Miguel Primo de Rivera. Miguel Caballero señala que solo el hecho de que viese la luz en la Revista de Occidente, fundada y dirigida por José Ortega y Gasset, de simpatías por el régimen castrense en su origen, puede explicar que la obra regatease la censura gubernamental.
Únicamente recibió Lorca una denuncia por el contenido del poemario, que tuvo que comparecer en un juzgado de Madrid a finales de enero de 1936. La hizo un tal Manuel Navarro, un antiguo trabajador de la editorial Espasa Calpe como venganza contra su antigua empresa, a la que había intentado estafar en varias ocasiones. El caso fue sobreseído y el expediente se puede consultar en el Archivo Histórico Nacional. Sin embargo, de los nueve folios, solo se conservan cinco. Entre los que se han perdido está la declaración del propio poeta.
Lorca, en alguno de sus escritos, realizó varias referencias críticas más a la Guardia Civil. Miguel Caballero concluye que el teniente coronel Velasco Simarro "debía de guardar un profundo rencor al poeta por su Romancero" y que estaba al tanto de los hechos que inspiraron la obra poética al tener bajo su mando a los principales cabecillas de represión. Además, en 1932 había evitado la cárcel a Horacio Roldán Quesada, primo del autor de Poeta en Nueva York y colaborador en su arresto. "Era obvio que el secretario del gobierno civil durante la detención y asesinato del poeta [Velasco Simarro] tenía muchas más razones de índole profesional para asesinarle que el propio gobernador Valdés Guzmán a pesar de que él fuera, durante un corto espacio de tiempo, de 1911 a 1912, guardia civil en la comandancia de Toledo y Barcelona", zanja el investigador.
En su obra, Caballero relata una serie de sospechosas casualidades en la biografía de Lorca. Un primo del Pepe el Romano de La casa de Bernarda Alba —la obra había molestado mucho en el seno de la familia Rodríguez Alba—, de nombre Antonio Benavides, que formó parte del pelotón del fusilamiento, era sobrino nieto de la primera esposa del padre del poeta. Otro ejemplo es el de Antonio el Camborio, asesinado unos días antes que su amigo por un hermano del funcionario policial que le había dado el tiro de gracia a Lorca. El genio, como señala el investigador, se había inspirado en un macabro suceso de la familia de este hombre para construir otro de los pasajes del Romancero gitano.
Respecto a la eterna búsqueda de sus restos mortales, Caballero señala que "a Lorca ya hay que buscarlo en los archivos", como el del Ministerio del Interior, y cita dos expedientes elaborados por las autoridades franquistas tras la Guerra Civil que nunca han aparecido. "Son los documentos que nos faltan para cerrar todo lo relativo a su detención y muerte", asegura. Las excavaciones arqueológicas de su equipo identificaron en Alfacar unos pozos de captación de agua con munición compatible de la época, pero vacíos, por lo que se concluyó que los cadáveres allí arrojados —supuestamente los de Lorca, dos banderilleros y un maestro— se habían sacado de la fosa cuando la opinión pública mundial reaccionó ante el crimen pidiendo explicaciones. Su actual paradero sigue siendo un enigma.