La toma de conciencia en torno a las necesidades de las personas mayores ha conseguido alcanzar metas muy valiosas en los últimos años. Se ha puesto de manifiesto cómo, adaptando muchas de nuestras acciones más cotidianas a los condicionantes de la edad, este segmento de población puede seguir haciendo cualquier cosa que se proponga o acceder a todo tipo de servicios. Sin embargo, aún existe un amplio margen de mejora en muchas facetas en las que, para ellos, sigue existiendo todo tipo de discriminaciones, algunas tan aparentemente inocuas como la que comporta el lenguaje.
Y es que existe un nutrido catálogo de expresiones y palabras específicas que usamos sin darnos cuenta al relacionarnos o referirnos a ellos y en las que subyace un cierto matiz peyorativo. Palabras como “abuelito”, “jubilado”, expresiones y frases hechas como “son los achaques de la edad” o incluso la recurrencia en el habla de tópicos como que los mayores “son lentos, tozudos o cascarrabias” configuran, pese a su uso común, referentes no del todo positivos.
Todo este paradigma lingüístico en torno a las personas mayores configura buena parte de lo que ha dado en llamarse “edadismo”, una forma de discriminación en razón de la edad que es más acusada (aunque no exclusivamente) con las personas de edad más avanzada. Se trata de un reflejo en el uso del idioma que delata la concepción de la sociedad en torno a este grupo de población en el que resaltan tanto la presunción de sus limitaciones como las ideas preconcebidas sobre el envejecimiento, determinando la manera que tenemos de relacionarnos con ellos.
Con el objetivo de fomentar la conciencia social acerca de las palabras y expresiones para dirigirnos a las personas mayores, la Fundación “la Caixa” ha editado ‘Glosario sobre edadismo’, en el que pretende llamar a la reflexión en torno al tema. Se trata de una iniciativa que la entidad ha lanzado a través de su Programa de Personas Mayores. El director de este programa, David Velasco, argumenta que “pensar en las personas mayores como una masa homogénea es limitante para la sociedad”, y es por ello que, ya que “el lenguaje construye realidades, este glosario abre una nueva vía para sembrar conciencia sobre cómo percibimos y valoramos el hecho de hacernos mayores”, indica.
Una iniciativa del Programa de Personas Mayores
"Un lenguaje edadista es aquel que por un lado refleja los estereotipos hacia las personas mayores, muestra los sentimientos negativos hacia la vejez o consigue una reacción conductual negativa hacia la persona mayor. Si este tipo de lenguaje está presente en la vida de una persona mayor verá un impacto negativo en su autoestima, así como en su autonomía y capacidad de decisión en su vida: al final otros harán y decidirán por esa persona", explica Montse Celdrán, psicogerontóloga y profesora agregada de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona, quien ha sido la encargada de la redacción de este Glosario. Por otro lado, el prólogo ha corrido a cargo de la escritora y académica de la Real Academia Española, Soledad Puértolas.
El documento es el resultado de un exhaustivo ejercicio colaborativo de recopilación de palabras y expresiones que ponen de relieve este problema. Y que, además, vienen dadas por quienes la sufren, ya que buena parte de ellas vienen sugeridas por parte de los participantes en las dinámicas realizadas en centros propios de personas mayores de la Fundación ”la Caixa” y en convenio con administraciones en distintas ciudades de España. Asimismo, también se recogieron a través de la campaña en redes sociales No soy tu abuelo, lanzada el 15 de junio de 2022 con motivo del Día Mundial de Toma de Conciencia de Abuso y Maltrato en la Vejez.
“Nuestra voluntad ha sido escuchar a las personas mayores invitándolas a participar en esta iniciativa desde el inicio, focalizando las dinámicas en lo que les preocupa y reflexionando sobre aquellas palabras que les hacen daño o las hacen sentir discriminadas”, subraya Velasco.
Así, se lograron recopilar hasta 300 palabras o expresiones que se ajustaban a estos parámetros, de las que se han seleccionado para el compendio las 45 más representativas. El glosario sitúa estos términos en categorías que remiten al edadismo. Lo referente al léxico es evidente: vocablos como viejito, abuelo, etc. comportan en algunos casos un tinte peyorativo según el contexto y, principalmente, por el tono. Es verdad que, si bien la literalidad de las palabras no explica por sí misma tal rechazo en los destinatarios en algunos casos, sí que adquieren un cariz menos agradable por el cómo se dicen. Es un aspecto clave dado que la manera de comunicarnos delata la forma en la que entendemos el mundo en general y, en este caso, a las personas mayores.
En este sentido el documento habla, por ejemplo, del continuo uso de los diminutivos al referirse a estas personas. Usar terminaciones como abuelito, viejito, etc. remiten a una infantilización innecesaria y que puede resultar ofensiva.
Una condescendencia innecesaria y ofensiva
Puede concluirse, a juicio de este documento, que existe una cierta condescendencia que subyace en el trato habitual de las personas no mayores hacia estas. Porque al margen de esos diminutivos es común también recurrir a técnicas más propias de la comunicación con los más pequeños, como acudir a una entonación exagerada, una lentitud en el habla como si se presupone que el interlocutor, por mayor que sea, no entendiera del todo lo que se le va a decir o incluso elevar la voz como si diéramos por hecho que quien tenemos delante tiene problemas de audición que relacionamos con una edad avanzada. Conceptos como el baby speak o elderspeak son los términos con los que se conoce estas situaciones.
En el mismo sentido se puede hablar de la recurrencia del uso de posesivos, tan común en el lenguaje con el que se refieren a los mayores en muchas situaciones: hablar de “nuestros mayores o nuestros abuelos”, por ejemplo, es algo habitual. También lo es el “pluralizar”, como indica el documento, algo que implica instar a hacer algo a estas personas incluyéndonos en la forma de decirlo: “Tenemos que tomar la medicación” o “nos viene mejor comer más”, por ejemplo.
Otro de los problemas relacionados con todo ello que destaca el ‘Glosario sobre edadismo’ es la despersonalización que supone el tratamiento general hacia estas personas. En realidad son caras de una misma moneda respecto a lo anteriormente mencionado, ya que tendemos a considerar a los mayores como un grupo más o menos uniforme con problemas y características más o menos comunes, olvidando o dejando de lado que, por supuesto, cada persona posee unas características únicas.
Íntimamente relacionado con esto está también lo que el documento cataloga como “deshumanización”, algo que surge cuando “desaparece la empatía en el trato con las personas mayores”. Muestra de esto se da cuando se habla de qué puede ser lo mejor para ellos pero sin hacerles partícipes. Tal situación, con innumerables ramificaciones, provoca faltar al respeto hacia su autonomía, su privacidad o su capacidad de decisión.
Un problema global
Cambiar la forma de hablar es muy complejo pero el primer paso hacia conseguirlo es la sensibilización, la llamada a la reflexión en torno a estos conceptos que propone el Programa de Mayores de la Fundación “la Caixa” a través de esta guía. Es un compendio que, lejos de ser meramente testimonial, llama a la acción para dotar a este segmento de población de un rol más protagonista y una mayor calidad de vida. Es una manera de impulsar su dignidad y conferir la importancia que merece a la valiosa experiencia que nos aportan.
Esta meta ha generado igualmente un debate a nivel global, como demuestra la preocupación de la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) al respecto. La organización entiende que este tipo de discriminación se añade en muchos casos a la que otras personas sufren por otros motivos. Por eso, la OMS, junto a sus asociados, crearon un estudio que sirve actualmente de base para una campaña mundial en la que llamar la atención sobre el tema y buscar políticas eficientes para minimizar el problema.
Tres son los pilares que esta campaña posiciona como clave para atacar el edadismo: las políticas y la legislación; la educación; y las intervenciones de contacto intergeneracional, es decir, fomentar actividades que reúnan a personas de distintas edades. Son vías para una misma meta: eliminar la condescendencia y dotar a las personas mayores de una mayor dignidad a partir de algo tan básico como el lenguaje.