La luz se vuelca sobre la frente despejada del retratado. Mirada absorbente y expresión serena. Se trata de Francisco de Goya y Lucientes en el primer autorretrato conocido del genial pintor de la corte española y los horrores de la guerra. Goya tenía entonces 35 años y estaba a punto de embarcarse en una nueva faceta artística, como singular retratista, que le abrió las puertas de todos los grupos sociales de la España de finales del siglo XVIII y principios del XIX.
Su dedicación al arte del retrato culminó casi en el umbral de la muerte, en Burdeos, en 1828. Ese año, Goya pintó a su único hijo superviviente, Javier, y plasmó a su familia política en una serie de realistas miniaturas sobre cobre. Cuatro años antes había firmado su testamento pictórico, Autorretrato con el doctor Arrieta, en agradecimiento del médico que con “acierto y esmero, le salvó la vida en su aguda y peligrosa enfermedad, padecida a fines del año 1819, a los setenta y tres de su edad”, según el propio autor escribe en el pie del cuadro.
Su dedicación al arte del retrato culminó casi en el umbral de la muerte, en Burdeos, en 1828
La trayectoria entre ambos autorretratos se ilumina por primera vez en una exposición de la National Gallery de Londres. Goya, los retratos, contiene unas 70 obras, algunas inéditas y muchas raramente expuestas al público. La mitad de los cuadros proceden de España, incluidos diez del Museo del Prado, y el resto son préstamos de instituciones y coleccionistas privados de Reino Unido, Estados Unidos y Brasil, entre otros países.
La clave es la calidad
Es, por tanto, un espectáculo único que no admite más paradas que en la principal pinacoteca británica, donde permanecerá hasta el 10 de enero de 2016. “No es fácil contar la historia de Goya a través de sus retratos. Han sido más de diez años buscando y analizando cada uno para comprobar si encajaban en la narrativa. El objetivo siempre fue trazar la trayectoria de su carrera retratista con piezas claves y de muy buena calidad”, explica Xavier Bray, impulsor de la idea y comisario de la exposición.
Una de las estrellas indiscutibles de la muestra es La duquesa de Alba (1797), donde aparece la exuberante aristócrata española vestida con traje típico y mantilla negros y un dedo apuntando al sueldo, donde dice: "Solo Goya". Asegurar la presencia de este lienzo, que solo ha salido una vez antes de Estados Unidos, "fue uno de los momentos más emocionantes de preparar esta muestra", declaró Bray.
La muestra avanza cronológicamente y abre en cada era capítulos temáticos en función de los retratados. Desde su primer mecenas, el conde de Floridablanca, a la Familia Real y otros miembros de la aristocracia española, los protagonistas de la Ilustración, la restauración del absolutista Fernando VII, familiares y amigos.
Goya utiliza el retrato para introducirse en distintos círculos sociales. Conoce a las personalidades y aprende a través de ellas
El camino por las salas Sainsbury de la pinacoteca londinense está plagado de obras maestras, composiciones atrevidas y joyas intimistas. Entre ellas se puede destacar El duque y la duquesa de Osuna y sus hijos, del Prado; La duquesa de Alba, inaudito préstamo de Sociedad Hispánica de América, con sede en Nueva York; o el boceto a lápiz de la esposa del pintor, Josefa Bayeu, de la Colección Abelló.
Goya desclasado
“Goya utiliza el retrato para introducirse en distintos círculos sociales. Conoce a las personalidades del momento y aprende a través de ellas. Su interés por la gente va más allá de la típica pura relación profesional entre un pintor y su mecenas. Forja amistades y uno siente que Goya fue muy buen amigo de sus retratados y una persona muy fiable, con mucha energía, humor e inteligencia”, afirma el comisario y actual responsable de la colección de la Galería Dulwich, en el sur de Londres.
Bray describe el estilo retratista de Goya como “muy honesto y muy directo”. “Tiene mucha empatía con el retratado y sabe jugar con los códigos de la nobleza. Hay retratos muy íntimos en los que parece que está hablando con la persona retratada. Uno siente que son meditaciones sobre el carácter del modelo, algo que no sucede con otros retratistas de la época”.
Goya desvela en sus retratos a todos los pesos pesados de la España de entre siglos, además del círculo de amigos que le acompañaron en el exilio. Pero también descubre su propia personalidad. Los dos autorretratos mencionados previamente, los que ejecutó al principio y al final de su carrera, oscilan entre polos opuestos: la ambición por dominar el género y el sentimentalismo del que se acercó a la muerte y consiguió retornar.
“Los retratos nos descubren que Goya fue una persona muy compleja, con mucho carácter y don de gentes. Nos encontramos ante un Goya sociable, interesado por sus contemporáneos, con ganas de aprender y de hacer amigos. Estas sutilidades no se aprecian cuando uno se limita al Goya de las pesadillas, la sátira y los horrores de la guerra. Para mí, esta exposición desvela al hombre que se esconde detrás del pintor”, exclama Bray.