Los arqueólogos que se han acercado hasta la Cuesta de la Vega, junto a la Catedral de la Almudena, para comprobar el resultado de la nueva restauración del vestigio más importante de la muralla árabe de Madrid no dan crédito: “Parece turrón de Jijona”. “Lo han cementado”. Después de seis meses de obra, y casi 30 años después de la última intervención en la conservación del delicado yacimiento, este periódico se ha acercado a comprobar el resultado con alguno de ellos, indignados con la actuación.
“El resultado a la vista es nefasto, porque han borrado las huellas de la historia de la muralla. No se perciben las argamasas originales, que han quedado cementadas, y lo han igualado todo. La cubierta también ha sido rematada con una capa de cemento y piedras y una canalización espantosa”, explican desde la asociación Madrid, Ciudadanía y Patrimonio. Quieren señalar que Celia Mayer, concejal de Cultura, ya había sido avisada de estos hechos.
Llaman la atención, además, sobre otro hecho grave: en la elaboración del proyecto, realizado por el arquitecto Luis Cubillo Cubillo, sólo se especifica la participación de cuatro restauradores. No hay mención a historiadores ni a arqueólogos. De hecho, el capítulo “Investigación documental histórica de la muralla” no está firmada por nadie. Es más, las 14 referencias bibliográficas incluidas son una copia de las publicadas en la Wikipedia, así como parte del contenido.
Desde Madrid, Ciudadanía y Patrimonio lamentan esta intervención, porque la actuaciones sin control en el patrimonio son irreversibles. “Es incomprensible que una intervención sobre un bien arqueológico, es decir una intervención arqueológica, se haga sin arqueólogos”, explican fuentes de la agrupación dedicada a la preservación del legado histórico y artístico de la ciudad.
Desde el Ayuntamiento de Madrid se asegura a EL ESPAÑOL que hay arqueólogos a pie de obra y que todos los jueves pasan visita. "No hay cemento, todo es un mortero de cal. En la cubierta se ha empleado una capa de sacrificio que impermeabiliza la muralla", explican las fuentes oficiales.
A mitad de precio
Sin embargo, lo más grave de todo es la adjudicación de la obra a la baja. El único criterio por el que se regía la adjudicación de la “reparación y consolidación de la muralla árabe” es el del precio. De las 32 empresas aspirantes Kérkide propuso el precio más bajo para ejecutar la intervención y fue la vencedora del concurso. Obtuvo la máxima puntuación de todas ellas: “Es la oferta económicamente más ventajosa”, se aclara en el expediente de contratación del Ayuntamiento.
A finales de marzo de 2015, el Ayuntamiento de Madrid, todavía con Ana Botella a la cabeza, concede a la empresa Kérkide la ejecución por 248.603 euros, a pesar de que el presupuesto destinado para la delicada intervención sobre el Bien de Interés Cultural (BIC) era de 421.011 euros. Es decir, el director general de Patrimonio Cultural, José Francisco García, asignó la obra a mitad de precio de lo presupuestado.
A pesar de que el presupuesto destinado para la delicada intervención sobre el BIC era de 421.011 euros se contrató una empresa por la mitad.
En el escrito, el mismo Ayuntamiento reconoce que la cuantía llamó la atención en el consistorio: “Aunque inicialmente su oferta económica se consideró desproporcionada o anormal justificó la viabilidad de la misma mediante la documentación aportada al efecto”. Para aclarar el motivo de este presupuesto la empresa escribe al consistorio para aclararle que asume la pérdida de beneficios: “En su escrito renuncia a parte del beneficio industrial y aporta cartas de compromiso de proveedores con los costes que suponen a la empresa cada unidad de obra, de igual modo, justifica que los medios auxiliares son de su propiedad, así como la relación de personal propio adscrito a la obra”. Este periódico se ha puesto en contacto con Kérkide, pero la empresa ha declinado cualquier explicación.
Licitar a la baja es un problema mayúsculo. Ir a la baja es una barbaridad en toda obra civil, ya sean puentes de nueva creación o restauración del patrimonio.
Luis Caballero Zoreda, especialista en arqueología de la arquitectura, participante de la restauración de la muralla en 1988, advierte de los peligros de priorizar a la baja en la recuperación de Bienes de Interés Cultural (BIC). “El patrimonio se está haciendo cada vez peor en Madrid. La operación Canalejas es una barbaridad. Licitar a la baja es un problema mayúsculo. Ir a la baja es una barbaridad en toda obra civil, ya sean puentes de nueva creación o restauración del patrimonio”.
Pablo Guerra, vicepresidente del Colegio de Arqueólogos, cuenta a EL ESPAÑOL que ni en el Ayuntamiento de Madrid ni en la Comunidad de Madrid no se está aplicando la baja temeraria en las actuaciones arqueológicas. “No cuentan los criterios técnicos. Los materiales que se utilizan son malos, perecederos e irreversibles. Sin peritación histórica previa se seguirá únicamente el criterio estilístico del arquitecto”, explica.
Los técnicos del Ayuntamiento lamentan estos criterios. "Vienen desde intervención. Los técnicos los estamos sufriendo desde hace años. Aunque para el año que viene hemos conseguido incluir valoraciones justificables. Estos años se han hecho todas las contrataciones a la baja", reconocen. Aunque en este caso de la muralla aseguran que no se están peleando con los contratistas, porque la empresa "es muy profesional".
Sin huella árabe
Precisamente, Luis Cubillo Cubillo en su informe entra en contradicciones sobre el resultado de la operación. Por un lado, explica que su planteamiento es de “mínima intervención”, a pesar del resultado. Evitará “añadidos o consolidaciones excesivas o “imaginativas” que puedan alterar o desfigurar la percepción del monumento”. El “cementado” de la muralla ha igualado de forma evidente toda la muralla. Sin embargo, a renglón seguido aclara y en mayúsculas en el documento oficial: “PERO BUSCANDO UNA 'UNIDAD DE LECTURA'”. Esa unidad se ha conseguido en perjuicio de la huella original.
Más adelante también apunta el arquitecto que “no se trata de reconstruir inventando partes desaparecidas de la muralla”. “Las nuevas intervenciones deben pasar prácticamente desapercibidas”. Los arqueólogos leen este apartado y miran el resultado y les parece “un chiste de mal gusto”.
El principal problema de conservación que se apunta es el de la disgregación del material en varias zonas de la muralla, en el tramo de la Cuesta de la Vega con Calle Bailén. Todas las patologías arquitectónicas derivan en el deterioro progresivo de la muralla y “le procura un pésimo aspecto”. Por si fuera poco, en numerosas áreas han arraigado especies vegetales parásitas que lesionan y deterioran, todavía más, la cara exterior de la muralla y la empapan en la base del muro.
Todas las patologías arquitectónicas derivan en el deterioro progresivo de la muralla y “le procura un pésimo aspecto”.
En el informe de la propia empresa, firmado Cubillo, se aclara que a lo largo de los 110 metros de largo hay tramos que se encuentran en un “preocupante estado de deterioro por su cara exterior, sus coronaciones paramentos y zócalos o bases, con importantes pérdidas de material, caliza y pedernal, tanto en forma de mampuesto como de sillarejo o de sillar, con considerables mermas de material conglomerante en morteros, revocos y rejuntados”.
También ese encontraba en mal estado la cubierta de la muralla: la ausencia de visera ha hecho que la lluvia discurra por la cara exterior de la muralla, aumentando su deterioro y favoreciendo el crecimiento de especies vegetales. El arquitecto esgrime una nueva actuación porque han mejorado “las soluciones constructivas y de materiales”. Pero también han evolucionado, se dice, “los criterios y principios de intervención a lo largo de los más de 25 años transcurridos”.