Hércules resiste a la lluvia ácida y vuelve a casa un siglo después
Patrimonio Nacional rescata una escultura de Aranjuez, olvidada en un jardín de una de las zonas más contaminadas de Madrid.
24 noviembre, 2015 18:29Noticias relacionadas
Antes de su nueva vida, residía olvidado en un pequeño jardín del centro de Madrid, empapado por la lluvia ácida de una de las zonas más contaminadas de la ciudad. Hércules era un minero recién salido del pozo, con el rostro embadurnado de roña y el cuerpo embozado en miseria. Aquel no podía ser el semidios grande, fuerte, carnal, pletórico que superó las doce pruebas que le impuso su envidioso primo, el rey Euristeo: esa ponzoña mugrienta no era el mismo que mató a la Hidra de Lerna, a los pájaros del Estínfalo o el que robó las yeguas de Diomedes, sino una copia barata del héroe que acabó con el león de Nemea y le despojó de su piel.
Pero la historia de este caladero de azufres cambió el día en que una arquitecta y paisajista, especializada en los jardines de Aranjuez, miró entre las rejas del pequeño vergel que hay delante del Teatro Nuevo Alcalá y se encontró con una de las esculturas de las que hablaban los documentos pero no aparecían en la Isla del Real Sitio. Ana Luengo dice que le estaba esperando. No es experta en escultura pero dio el aviso a los especialistas que investigaron quién era aquel ser marmóreo empañado.
De la gratificante ducha reparadora emergió Hércules apoyado en su clava, que ya se puede contemplar en el impresionante Gabinete de Estucos del Palacio Real, donde Patrimonio Nacional ha incluido al, ahora sí, semidios griego. Sus rizos, su barba, las tres manzanas en la mano derecha, el garrote y la piel del león ya están a cubierto. Nadie volverá a tratar de cercenarle su cabeza y sus pies con una sierra radial. Desde este momento no necesitará la ayuda de Zeus para sobrevivir a las inmundicias de la intemperie, porque estará a cuerpo de rey mirándose a uno de los dos espejos que le franquean. La imponente presencia no puede ser más teatral.
Un final feliz
“Casi con toda seguridad procede de Aranjuez”, explicó durante la presentación del renacimiento de la escultura el presidente de Patrimonio Nacional, Alfredo Pérez de Armiñán. Le acompañaban representantes del Ministerio de Agricultura a quien pertenecía el diminuto oasis verde. La escultura, avisa, permanecerá en la sala hasta que abra el Museo de las Colecciones Reales y pase a formar parte de sus piezas selectas.
José Luis Díez, director de las Colecciones Reales, explicó que la escultura de cuatro toneladas no es mármol, sino una piedra caliza muy porosa. Es decir, ha sido un milagro que su piel haya sobrevivido a la exposición. Estaba incluido, según cuenta, en una de las fuentes más espectaculares y alabadas en los documentos y descripciones del siglo XVII, la dedicada a Hércules y la Hidra. Felipe II, III y IV pusieron especial empeño en embellecer los jardines del Palacio Real de Aranjuez.
“Es una pieza especialmente valiosa por su procedencia. La anatomía heroica siempre recuerda al modelo florentino, pero más a los talleres genoveses por la exageración de su musculatura”, cuenta Díez. Recuerda que cuando la encontraron los “churretones negros” bañaban todo su cuerpo cuando llegó al taller de restauración de Patrimonio hace un año. Hércules ha vuelto a la vida bañado de luz y claridad. Ha salido de los márgenes de la indiferencia, como en una fábula, para convertirse en protagonista.