Soledad Lorenzo (Santander, 1937). En su residencia del Madrid de los Austrias conserva todavía algunas de las 400 obras que ha donado al Reina Sofía tras cerrar su galería, emblema del 'boom' artístico de los 80 y 90. Entre sus artistas, Antoni Tàpies y Louise Bourgeois. Es observadora privilegiada de la crisis del arte en España. Nos habla en primera persona.
Yo me considero una superviviente porque he sabido, después de seis años en contacto con la muerte, en que desaparecieron mi marido, mis padres, mis hermanos y hasta mi tata, aprender a valorar y a amar la vida.
Ese hecho hizo que fuese también una superviviente en otros ámbitos, como el de la cultura, porque, sin darte cuenta, eso lo estás llevando a tu vida y quedándote siempre con lo positivo.
No creo que en este momento la cultura esté haciendo agua. Eso es imposible. Sabemos que el hombre prehistórico pintaba. Mientras el ser humano tenga voluntad, esa voluntad que nos da la inteligencia, la cultura seguirá.
Triunfa la razón sobre la emoción. Es algo que siempre va a ocurrir, porque la sociedad tiene miedo de la emoción
Se puede pensar que apenas se educa en el arte. Y no es cierto. Si miramos atrás, la sociedad ha evolucionado en volumen. El sector social que hoy en día participa de la cultura, aunque sea en proporción pequeña, es enorme. Y va a más, no a menos. Pero la gente de cultura siempre será una minoría.
Triunfa la razón sobre la emoción. Es algo que siempre va a ocurrir, porque la sociedad tiene miedo de la emoción. Vivimos de verdades, la política son verdades: “Cómo vamos hacer esto o lo otro”. Sin embargo, el arte, la maravilla del arte, es emocional, intransferible.
La crisis económica nos lleva a pensar más en razones. La calidad de vida entra en juego. Si un país se viene abajo, la calidad de vida se viene abajo. Pero la crisis no nos lleva a alejarnos del arte.
Los políticos tienen que hablar de cultura, pero hablan muy poco
Una cosa es que el arte en estos momentos de crisis económica pase por un momento difícil, como en todos los ámbitos, y otra cosa es que los jóvenes que no pueden comprar arte no estén educando su mirada.
Los políticos tienen que hablar de cultura, pero hablan muy poco. Ahora en la cultura podemos protestar, por el IVA o por la Ley de Mecenazgo. Hasta los años 80, la sociedad no era consciente. En política tiene la culpa la sociedad también, porque el discurso siempre va hacia la calidad de vida, que es cubrir lo esencial. A partir de ahí, ¿a qué llamamos, de verdad, calidad de vida?
Mi amigo el gran artista Pablo Palazuelo, ante determinados silencios, solía decir: "Se habla poco de tal tema porque no interesa". Si se profundiza, necesitas tratar cosas que no son el pan nuestro de cada día, y para mucha gente eso es un aburrimiento.
De pequeña, los domingos, yo acompañaba a mi padre a ver exposiciones en Barcelona. Aunque durante toda mi juventud yo me consideraba la tonta de la familia, porque mis dos hermanos me llevaban 11 y 12 años. Cuando yo tenía 10, hablaban de una exposición o de la universidad.
Nací en 1937, con mi padre encarcelado. Había sido alcalde de Torrelavega y seguidor de Azaña. Aunque fuera carnicero, tuvo amigos cultos, y artistas como Solana o Ricardo Bernardo que murió en el exilio. A Sunyer le pidió desde Torrelavega un paisaje y un desnudo. Cuando los mandó, le invitó a casa.
Cinco años estuvo en la cárcel. Cuando salió, tras haber sido condenado a muerte, decía: "Fíjate que suerte hemos tenido, no me han fusilado". Vinimos a Madrid, donde abrió una frutería en Noviciado. Vivimos en la frutería, en la parte de dentro, donde teníamos dos cuadros de Solanas, que mi padre tuvo que vender, y algunos de los libros que le habían devuelto.
El mercado de Legazpi, al que mi padre iba con mis hermanos, era peligroso. Le decían: "Don Pedro, esto no es para usted, tenga cuidado con los chicos". Un día le sacaron una cuchilla. Nos fuimos a Barcelona. Un tío suyo le dio trabajo en algo de textiles y le dijo: "Tú me compras y me pagas cuando hayas vendido".
El pintor Sunyer le dijo a mi padre que se fuese a vivir a su casa. Sunyer me pintó con seis años. Tengo dos retratos en mi dormitorio. Tras el primero que me hizo, le dijo a mi padre: “Véndalo, Lorenzo, porque necesita dinero. Ya le pintaré otros a la niña”.
Con 36 años me quedé viuda. Y en seis años mueren también mis padres y mis hermanos. Ahí empiezas a saber quién eres
Con el tiempo tuvimos otra calidad de vida. En 1945, estando haciendo mi hermano Ricardo la carrera de Arquitectura, vino diciendo que había visto una exposición extraordinaria de un estudiante de Derecho. Era Tàpies, al que luego contaría yo esta anécdota.
Me casé en el 60, a los 23 años. Mi marido llega ser un alto ejecutivo en Londres de los Huarte, mecenas del arte. Y en el 73, con 36 años me quedé viuda. Y en seis años mueren también mis padres y mis hermanos. Y me quedo sola. Ahí es cuando empiezas a saber quién eres. Y adiós al matrimonio, no al amor. Tengo mi pareja, Toni.
En el 74 entro en contacto con el galerista Fernando Guereta. Fue la puerta al mundo del arte. Guereta sólo trabajaba con "clásicos" como Picasso o Miró. No era un galerista de artistas sino de obras. Conocí a los artistas. Palazuelo fue un señor elegantísimo que entró en la galería un día.
A partir del 76, Theo. Con Elvira González estuve ocho años. Cuando empiezo, la referencia es Juana Mordó. Juana había salido de Biosca. Yo siempre digo que tuve la misma vida que Juana unos años después. Ella trabajaba con unos artistas que le dicen que abra su galería. Juana era como yo quería ser.
A partir de los 80, la sociedad política estaba muy consciente de que había que apoyar la cultura
En 1984, la presencia de España en Europalia, en Bruselas, estando Solana en Cultura. Yo organizaba, pero no era la que lo creaba. Hablé con José-Miguel Ullán para la parte contemporánea. Fue un exitazo.
A partir de los 80, la sociedad política estaba muy consciente de que había que apoyar la cultura. A lo mejor no sabían hacerlo, pero la actitud era muy positiva. Y eso no se dice.
Al producirse una normalización en España, se han debido de creer que ya es bastante. Pero hay que mantenerlo. Yo he luchado a favor de la cultura en varias manifestaciones con Núria Espert o Almodóvar. Porque verdaderamente la cultura necesita ayuda.
En el 86 creé mi propia galería en la calle Orfila. Trabajando para las demás, yo les ponía pegas. Habría que hacer esto o lo otro. Y un día me dije: "Si eres tan lista, adelante".
Los 80 fueron esos momentos donde la economía se volcó en el arte. Venía la gente a comprar con una actitud que es la que hay que tener. Te decían: "Yo soy un ignorante en el arte, pero me han dicho que tú me puedes ayudar". Me tocó alentar a muchos coleccionistas. Una obra Louise Bourgeois, una escultura de bronce, es la que más cara he vendido.
Palazuelo, Tàpies, Pérez Villalta o Barceló estuvieron conmigo. Todos vinieron a mí, porque yo nunca hubiera ido a ellos
El que en el 89 Helmut Newton se fijara en mí fue una sorpresa. Todo el mundo me decía: "Qué flaca, qué mala cara, qué ojeras". Y de repente me dice María Corral, colócate al lado de Newton, para hablar con él. Y al cabo de diez minutos el que era el fotógrafo de la belleza me dice: "Soledad, you are so beautiful!". Me fotografió y me salvó la vida, y se lo dije.
Palazuelo, Tàpies, Pérez Villalta o Barceló estuvieron conmigo. Quisieron venir ellos. Todos vinieron a mí, porque yo nunca hubiera ido a ellos. El secreto de una galería es la fidelidad. Los artistas tienen que ser fieles. Yo he tenido la suerte de que me han sido fieles. En una ocasión hice una exposición y me di cuenta de que me había equivocado. Aprendí: "Soledad, mucho cuidado".
Ante el cierre de galerías en este momento, yo no sé si ahora es más complicado o es menos abrir una galería y mantenerla. El arte siempre había sido minoritario, y de repente, hubo un “boom” donde la gente, comprase o no comprase, se interesaba por el arte. Eso supongo que se sigue manteniendo, pero el furor por el arte se ha acabado.
Si vas buscando el éxito desde el origen eres un imbécil. Pero todos lo que queremos es no fracasar
Yo he hecho una donación al Reina Sofía. 406 obras de 89 artistas. No ha sido generosidad, ha sido inteligencia. Yo no he sido nunca coleccionista, yo he sido galerista hasta la médula, pero quedaban cosas a veces que dices: "Bueno, me lo quedo".
De repente, piensas: "¿Y yo con esto qué hago?". Yo amo el arte, y quiero que la gente aprenda a amarlo. Al Reina Sofía le vienen bien los artistas que yo tengo para complementar.
Cerré mi galería después de 26 años, pero sigo amando el arte . Lo que tengo en mi casa ya no es mío: en el salón, un Juan Uslé, un Phillip Fröhlich, un José María Sicilia y un Victoria Civera. Pero conservo una araña de Louise Bourgeois, que fue un regalo suyo y que no le he dado al Reina porque tiene una araña gigante y ésta no le aportaba gran cosa.
Yo jamás he buscado el éxito. He estado eludiendo el fracaso porque es lo que hacemos todos. Nos arriesgamos por algo que nos interesa para crecer un poco. Si vas buscando el éxito desde el origen, eres un imbécil. Pero lo que queremos todos es no fracasar.