Revancha en el museo: animales contra la tortura humana
La Casa Encendida acoge una muestra pionera que afronta la barbarie del hombre contra la fauna y propone soluciones.
12 mayo, 2016 00:41Noticias relacionadas
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El rey emérito posa ante la cámara con el gesto extrañado que le provoca el sol en los ojos. Con el chaleco verde abotonado, con la escopeta apoyada en el brazo izquierdo, con la boca boba. Ahí el que fue jefe de Estado, como representación de todos los españoles. A sus espaldas, con la trompa replegada sobre el tronco de un árbol, yace un elefante muerto. Se distingue su ojo rendido, las hendidudas hermosas de su piel. La fotografía de Botsuana que indignó a España es ahora pintura en la pared. Para que no se olvide. Para que luzcan las grietas del animal y avergüencen las del hombre.
La firma la artista Elena Fernández Prada en la exposición Animalista: representación, violencia, respuestas (dirigida por Capital Animal) que puede verse del 13 de mayo al 12 de junio en La Casa Encendida y vincula la cultura con los derechos de los animales de la mano de un centenar de artistas españoles. Se inaugura así un mes de ciclos de cine, fotografía, actividades infantiles, música, talleres y poesía... animal.
Relación atroz
"Todo esto parte de una idea básica: de que la relación de los seres humanos con el resto de los animales no sólo no es positiva, sino que es atroz", explica Rafael Doctor, comisario de la muestra. "Y esta atrocidad está vinculada a nuestro comportamiento con nosotros mismos". Doctor sostiene que es "un proyecto pionero en una institución así" -en la que, además, se va a permitir la entrada de animales domésticos a partir de mañana- y añade que la sociedad artística "es, generalmente, conservadora, incluso reaccionaria", un colectivo que acostumbra a "ser indiferente" y a "cerrar los ojos": "Y causas así -como la tortura animal- necesitan la mirada de los creadores y también de esos que negocian con el arte".
La sociedad artística es, generalmente, conservadora, incluso reaccionaria; un colectivo que acostumbra a ser indiferente y a cerrar los ojos
Animalista se divide en tres partes: la primera, Representación, refleja esa fascinación que el ser humano siente hacia el animal: nuestra capacidad de admirar su belleza -su piel, sus plumas, sus escamas, su coraza-, el cortejo ese del acercamiento. De acariciarle el lomo, de sentarse cada vez más cerca, de entenderlo casi como un milagro. Esta sala abraza igual al perro, al caballo, al ciervo y a la cebra que al cisne, al ratón o a la mosca.
En la serie Soy tú, de la fotógrafa Amparo Garrido, un perro de raza schnauzer te mira muy de frente, con los ojos cobrizos y vidriosos. Es un retrato de igual a igual, una captura desde el respeto, desde la misma altura. Y eso que la artista comenzó la labor porque tenía pánico a los perros y el psicoanalista le recomendó fotografiarlos. La mirada del can que detuvo Garrido tiene la ternura, la duda y el reproche de unas pupilas humanas.
A la violencia por su nombre
Violencia es el segundo apartado de la muestra. "Íbamos a llamarlo 'Problemática', pero me dijo mi amiga Ruth [refiriéndose a Ruth Toledano, también comisaria de Animalista] 'a la violencia se le tiene que llamar violencia'". Refleja "nuestro comportamiento de apropiación con el resto de animales" y echa a la cara al espectador "esos vídeos que nos encontramos en Youtube y apartamos", esas obras cítricas que nos sacan los colores. "Es una sala valiente, una zona insoportable para muchas personas... no más que un acercamiento al mundo real de millones y millones de seres que son asesinados todos los días para mantener este sistema capitalista -repito, cápitas, cabeza, apropiación de la cabeza del otro-", reflexiona Doctor.
Es una sala valiente, una zona insoportable para muchas personas... no más que un acercamiento al mundo real de millones y millones de seres que son asesinados todos los días para mantener este sistema capitalista
"¿Puede alguien explicarme por qué estoy entre rejas y de qué se me acusa?", dice un orangután enjaulado desde una viñeta de El Roto. Un ternero moribundo escupe sangre por la boca y alcanza a decir: "Recordad que os coméis el maltrato que nos dais". Un lobo negro y uno blanco lanzan una mirada de pupilas amarillas: "Hoy le he visto las orejas al hombre". Unos dibujos representan a los animales extintos a consecuencia de la acción humana: tan radiantes e irrepetibles. Al tratarse de un proyecto multidisciplinar, se acompaña de vídeos que hablan solos: ahí la vida interior de los mataderos, de los huesos rotos, de los cráneos ya desnudos de carne, de los cuchillos y los charcos de sangre.
El artista Lino Lago afila sus pinceles en una dirección: la caza y las élites. La vieja costumbre de coronar los salones opulentos con cabezas que son trofeos, de sellar los negocios con paseitos por los cotos a tiro limpio.
"¿Puede alguien explicarme por qué estoy entre rejas y de qué se me acusa?", dice un orangután enjaulado desde una viñeta de El Roto
Otro punto curioso de este tramo es la nevera que decora la sala -propuesta de Tania Blanco, que lleva el envasado de la industria cárnica hacia la realidad que oculta-. En sus baldas, un pack de cuatro yogures activia que rezan "Los pro-bióticos de este producto son los mismos que los utilizados en la cría industrial de ganado para engordar rápidamente a cerdos y pollos"-, un bote de mantequilla -"Este producto implica tratos vejatorios al sector vacuno" y un tetrabrick de leche light -"tras su pasteurización, presenta sales de calcio menos disponibles, pérdida de vitaminas, proteínas coaguladas descompuestas"... y otras delicias-.
Hay respuestas
La última parte de Animalista es Respuestas: "Es una reflexión sobre nuestra vestimenta, nuestra comida, nuestra relación con el ocio, nuestros conceptos de percepción y empatía... se puede interpretar de manera libre. Se trata de que haya una comunicación constante". Lo interesante del enfoque de la exposición es que no se conforma con señalar la herida: ofrece herramientas para que cicatrice.
Nos invita a pensar frente al plato, explica por qué es mejor para el medioambiente vestir sintéticos que pieles animales, propone juegos al asistente -un poco macabros también, por ejemplo, mediante sinécdoque: como meter la mano por los orificios laterales de una caja y acariciar "al animal" que hay dentro. O al que hubo una vez, al que se hizo con esa piel, del que se arrancó esa textura-.
Las ideologías violentas operan y se perpetúan a través de mecanismos como la invisibilización
"Las ideologías violentas operan y se perpetúan a través de mecanismos como la invisibilización", reza uno de los carteles. "Dicen que si los mataderos tuvieran paredes de cristal, todos seríamos vegetarianos. Los que no consumen carne o productos de origen animal son llamados vegetarianos o veganos respectivamente". Las letras también miran a la cara: "¿Te has planteado cuál es el nombre del que sí lo hace?".