Era un hombre sin espacio. Un marciano. Un ser a la contra, como todo dibujante que asume el conflicto y la carcajada para hacer temblar el poder y sus arbitrios. Incisivo como Honoré Daumier (1808-1879), al que un retrato del rey Luis Felipe I de Orleans convertido en el ogro glotón Gargantúa bastó con una condena de seis meses de cárcel. La risa contra la soberbia de la intolerancia, sus armas, sus leyes y sus presiones. Carlos Nine pertenecía a esa tradición de agudos observadores insurrectos, que hacen temblar a los (malos) gobernantes. Ha muerto este domingo a los 72 años, tras una carrera florida como humorista gráfico en los periódicos Sur, El periodista, Clarín y La Nación.
Sí, Nine era argentino aunque su excelente mano para la caricatura y la ironía llegó también a intervenir en Le Monde. Y alfinal, en The New York Times. Sus caricaturas fueron el espejo que hizo evidente el desencanto de la opinión pública y se revelaron como el latigazo de las frustraciones de las plazas. Este universo de tinta y corrosión queda recogido en un libro tan extraño como brillante, Gesta Dei. Enciclopedia gráfica de los asuntos humanos y de las cosas en general (publicado en España por Paco Camarasa en Edicions de Ponent). El manual deja claro que el mensaje -el humor y la crítica- nunca importa más que el dibujo.
En aquel volumen publicado hace 16 años aparecía una advertencia contra la tentación del plagio o la tendencia y en favor de un mundo propio: “Existe el peligro de que las imágenes contenidas en esta obra puedan eventualmente capturar la voluntad de artistas plásticos, diseñadores gráficos, ilustradores, humortistas, etc. Recomendamos fervientemente el cultivo de la autocrítica y la perseverancia para superar dicha tendencia ya que las posibilidades creativas son infinitas”.
Y lo demostró. Las posibilidades creativas son infinitas: humorista gráfico, escultor y pintor cautivado por el universo mágico argentino, Pampa. Luna de plata (publicado por Sins Entido, al igual que el rocambolesco mundo de Prints of the West) con guion de Jorge Zentner, es una parada esencial en esa trayectoria ilimitada, sobre una maldición que termina por cobrarse su víctima. Como a Alberto Breccia (1919-1993), le interesaba la plástica más que la historieta, el arte más que el cómic.
A ambos las camisas siempre les apretaban demasiado y al romper con sus etiquetas construyeron una identidad inconfundible. Nine expresionista y oscuro, con técnicas pictóricas encajadas en las viñetas. Nine estudiante de la Escuela de Bellas Artes de Capital Federal, la Belgrano y la Pueyrredón. Nine admirador de la superioridad profesional y el coraje de los artistas populares frente a los artistas plásticos al resolver el espacio, la forma y la composición. Nine, en medio de la nada: ni artista entre los artistas, ni dibujante de cómic entre ellos. Capaz de vencer a un pintor en un premio por un retrato a su manera de La Gioconda, fue un dibujante que buscó su propio camino y dominó la técnica sin dejar de experimentar a favor de su personalidad.