Oporto

Tras pasar décadas ocultas en una colección privada, unos pocos años decorando los despachos de ejecutivos bancarios y un lustro depositadas dentro de una caja fuerte en Lisboa, la tarde del viernes reaparecieron 77 obras de Joan Miró, expuestas al público, ahora, por primera vez en la Fundación Serralves de Oporto.

Los dibujos, cuadros, tapices y esculturas del catalán que componen la exhibición Joan Miró: Materialidad y Metamorfosis pertenecen a una colección más amplia de 85 obras, que adornaron salones y despachos del Banco Portugués de Negocios (BPN) hasta el año 2009, cuando el colapso repentino de la institución llevó a su nacionalización y la adquisición de todos sus activos por parte del Estado luso.

Otra vista de la exposición de los 77 Mirós. Efe

El excepcional conjunto de Mirós –adquirido por el BPN a un coleccionista japonés en 2006 por 34 millones de euros– pasó desapercibido hasta 2011, cuando el Gobierno del entonces primer ministro conservador Pedro Passos Coelho anunció su intención de subastar las obras, para tapar los agujeros provocados por la crisis económica.

Los cuadros viajaron hasta la sede de Christie’s en Londres y se llegó incluso a publicar un catálogo de subasta, pero la férrea oposición de los intelectuales lusos y las denuncias interpuestas por un grupo diputados de la izquierda lograron obstaculizar la venta. Aunque la Justicia portuguesa inicialmente dio luz verde al Ejecutivo de Passos Coelho, el escándalo que generó el episodio y las dudas sobre la legalidad de la operación hicieron que Christie’s cancelara la subasta horas antes de su comienzo.

Cinco años más tarde, el caso sigue en los tribunales, pero la nueva legislación que regula el patrimonio cultural, promovida por el Gobierno del socialista António Costa, garantiza que los cuadros permanezcan en Portugal.

80 millones de euros

Aunque las pinturas volvieron a Lisboa tras la subasta abortada, permanecieron fuera de la vista pública. Para el Ejecutivo de Passos Coelho eran un motivo de vergüenza, especialmente después de que se revelara que el Gobierno, en su desesperación por recaudar fondos rápidamente, había infravalorado la colección, proponiendo su venta por 35 millones de euros en vez de por su valor real de 80 millones de euros. Deseando evitar mostrar obras que representaban su derrota política, el Gobierno alegó que la exposición de las mismas era excesivamente arriesgado, ya que abogados representantes de empresas liquidadoras del BPN podrían reclamar los cuadros para saldar las deudas pendientes.

Tras tomar posesión del Gobierno el pasado noviembre, el Ejecutivo Costa se puso como objetivo exponer los Mirós cuanto antes y encargó un estudio de los posibles riesgos al departamento jurídico del Ministerio de Cultura. Finalmente, se ha dado luz verde a la muestra, inaugurada este viernes, por el primer ministro Costa, el presidente de la República Portuguesa, Marcelo Rebelo de Sousa, el presidente en funciones del Gobierno español, Mariano Rajoy, en un acto que también contó con la presencia del presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont.

La exposición de los Mirós ha sido un asunto de enorme importancia para las principales figuras de la cultura portuguesa, pero también un asunto político al tratarse de una colección comprada por los ciudadanos portugueses, tal y como declaraba el prestigioso novelista Francisco José Viegas en una columna publicada en el diario Correio da Manhã hoy.

“Los contribuyentes portugueses tuvieron que sufragar la nacionalización del BPN, desembolsando más 4.000 millones para cubrir un agujero cuyo precio final parece fluctuar más erráticamente que el del propio mercado de las obras de arte. Era hora que salieran a la luz. La exposición de estas obras era imprescindible, aunque fuera sólo desde un punto de vista moral”, ha escrito Viegas.

El estilo de Miró

Las 77 obras que conforman Joan Miró: Materialidad y Metamorfosis se mezclan eclécticamente, evitando seguir un orden cronológico definido dentro de la Casa de Serralves, la espectacular mansión art decó que acoge la exhibición. El historiador de arte Robert Lubar Messeri, una autoridad en la vida y obra de Miró y director de la New York University (NYU) en Madrid, ha ejercido de comisario de la muestra, organizada a contrarreloj y siguiendo una puesta en escena concebida por el arquitecto Álvaro Siza Vieira, autor del icónico Pabellón de Portugal de la Expo de Lisboa del ’98.

Messeri explica a EL ESPAÑOL que las obras que forman parte de la muestra fueron seleccionadas para ilustrar la “metamorfosis” del estilo de Miró, que es invocado por el propio título de la exhibición. “De las 85 obras seleccionamos 77 dibujos, tapices, cuadros, y una escultura. Las siete que quedaron fuera fueron excluidas no por ser obras menores, sino porque eran obras en papel que no cuadraban en la narrativa”.

Las obras conforman una colección que traza la evolución de Miró a lo largo de seis décadas, de 1924 a 1981. Entre ellas se encuentran delicados dibujos de los años treinta que muestran el progresivo distanciamiento del catalán con el surrealismo, cuadros que recuerdan al desaparecido Segador –el mítico mural que el genio creó para el Pabellón de la República Española en la Expo de París de 1937–, incluso alguna que otro lienzo con astros que invocan su emblemática serie Constelaciones.

Grandes obras

De esta época también datan los seis cuadros sobre masonita, producidos justo después del Golpe de Estado del 18 de julio. Forman parte de una serie de 27 cuadros, algunos de los cuales están en el MOMA de Nueva York, y que se caracterizan por la violencia de la técnica empleada, con arena, betún, alquitrán aplicado directamente sobre la superficie de las obras.

La estrella de la muestra es Femmes et Oiseaux, obra que refleja influencias de la caligrafía japonesa, como también de la pintura contemporánea americana. En su momento, Christie’s valoró el cuadro como el más importante de la antigua colección del BPN, y ciertamente tiene su significado histórico, pues fue ejecutado expresamente para la retrospectiva de Miró, que tuvo lugar en el Antic Hospital de la Santa Creu de Barcelona, en 1968.

De la época más tardía también destacan una serie de siete tapices nunca antes vistos, y Toile brûlée 3, obra de 1973, que Christie’s llegó a tasar por un valor dos millones de euros, y que es uno de los cinco lienzos que Miró lanzó al fuego, según Messeri, “en un acto de caos controlado, un acto tanto de destrucción como de creación y transformación”.

Nueva casa en Oporto

Aunque ya sea oficial que los cuadros permanecerán en Portugal, determinar el destino final de los mismos tampoco ha sido fácil. A principios de año el entonces ministro de Cultura, João Soares –defenestrado el pasado abril al amenazar con propinarle una paliza a un periodista que se mostró crítico con su gestión de la cartera–, declaró que las obras no se quedarían en Lisboa al considerar que era importante repartir los activos culturales por el país.

La ciudad norteña de Braga ofreció el barroco Palacio de Raio, mientras que Coimbra hizo ‘lobby’ activo para que los Mirós pasasen al Convento de São Francisco, recientemente convertido en centro cultural. También hubo quienes reclamaron las obras para el sur, una zona del país notablemente carente en términos de ofertas culturales, pero a la vez frecuentado por los millones de turistas que acuden a las playas del Algarve y la Costa Vicentina cada año. Al final, sin embargo, Oporto se ha llevado el premio.

“El Gobierno ha tomado la decisión de que esta excepcional colección de cuadros de Miró pueda pasar a formar parte de los numerosos atractivos que ofrece esta maravillosa ciudad”, anunció el primer ministro Costa el martes. La segunda ciudad de Portugal se ha convertido en una potencia turística en los últimos años gracias en gran parte a las numerosas aerolíneas low-cost que operan desde su aeropuerto; en 2015 más de tres millones de extranjeros visitaron la ciudad.

Todavía queda por ver dónde, precisamente, se colocarán las obras de arte, pues la Serralves no tiene espacio como para incorporarlas a su colección permanente. Un posible destino sería el Matadero Industrial, un macro-proyecto cultural inspirado en el Matadero de Madrid que se extiende a lo largo de 29.000 metros cuadrados entre el nexo ferroviario de Campanhã y el Estadio de futbol del FC Porto.

Sea donde sea que finalmente terminen las obras, a corto plazo los “Mirós de la discordia” volverán a desaparecer durante un tiempo indeterminado. Su destino final será Oporto, pero el futuro inmediato de los cuadros, una vez concluida esta exposición, es la caja fuerte bancaria donde serán almacenados, nuevamente ocultos de la vista pública, tal y como se han estado durante casi la totalidad de su existencia.