El arte que acabó con la vida de David Hamilton
El fotógrafo británico, de 83 años de edad, conocido por sus imágenes de adolescentes desnudas, acusado de pornografía infantil, fue hallado muerto este viernes por la noche en su domicilio parisino.
28 noviembre, 2016 12:32“Cualquiera que tenga libros de David Hamilton podrá ser arrestado por posesión de fotografías indecentes”. Con esa frase, dicha en 2005 por un jefe de policía inglés, la obra del célebre retratista dejó oficialmente de ser arte para ser pornografía. Mientras las autoridades determinan si el artista murió o se suicidó en el piso de París donde fue hallado, en la madrugada de este sábado, en Francia se abre un debate sobre si los delitos de violación deben prescribir a los 20 años, tal como marca la ley, después de que la presentadora Flavie Flament asegurara esta semana que Hamilton la forzó cuando ella tenía 13 años.
Un jurado de Alabama consideró que dos de sus trabajos en los que aparecían niñas medio desnudas constituían un delito de pornografía infantil
Hamilton, sobre quien no pesa ninguna denuncia, anunció que se querellaría contra Flament por difamación y ella, tras enterarse de su fallecimiento, dijo sentirse “devastada” aunque aseguró que la noticia no borra las “noches de desvelo” que ha padecido durante 30 años por culpa de Hamilton.
La polémica persigue a David Hamilton desde hace años. Nacido en Londres, en 1933, afincado en París desde hacía 60 años, fue un fotógrafo autodidacta que tuvo su primer problema legal en 1998. Entonces, un jurado de Alabama (EEUU) consideró que dos de sus trabajos en los que aparecían niñas medio desnudas constituían un delito de pornografía infantil y condenó a la editorial Barnes & Noble a retirar los ejemplares del mercado.
En 2005, le pasó algo parecido en su país de origen cuando el jefe de policía de Surrey anunció la prohibición de los libros de Hamilton, después de que la justicia condenara a un vecino de Walton on Thames por la posesión de 19.000 fotos de niños. Entre las que se encontraron había algunas obras del afamado retratista.
Hamilton llegó a París atraído por los pintores impresionistas. Inspirado en Edgar Degas publicó La danse (1972), un libro de instantáneas en el que sus bailarinas parecen arrancadas de los lienzos del pintor francés. Algunas están con un pecho al aire, otras envueltas sólo a medias por un tutú y a todas las rodea un halo que parece niebla, una técnica que empleó en muchas de sus obras, también en las que aparecen púberes casi desnudas.
Él mismo se animó a rodar algunas cintas, en las que siguió con su tema predilecto: el despertar sexual femenino
La edad de la inocencia o Sisters son algunos de esos volúmenes en los que Hamilton mostró sus habilidades, con el desenfoque o el uso de vaselina sobre la lente para crear atmósferas que el cine erótico de los años setenta y ochenta acabaría emulando. Él mismo se animó a rodar algunas cintas, en las que siguió con su tema predilecto: el despertar sexual femenino. Bilitis (1977) es un ejemplo. También Laura, las sombras del verano (1979), en la que un hombre se reencuentra con un amor de juventud y se prenda de su hija, de 15 años, por el parecido que guarda con su madre. Sobre lo mismo versa su última película, Primeros deseos (1984), donde abundan las escenas de desnudos femeninos protagonizados por modelos muy jóvenes.
Casos similares: Sturges y Mann
La obra de Hamilton jamás pasó desapercibida. Tampoco para los grupos religiosos de EEUU que denunciaron sus fotos junto a las de otros autores como Jock Sturges quien, como Hamilton, ha dedicado muchas horas de su vida al desnudo femenino adolescente. En los últimos años, por su proximidad a grupos feministas, Sturges ha cambiado su mirada.
Esa nueva aproximación no impidió que el pasado mes de septiembre la senadora rusa Yelena Mizulina le acusara de hacer “propaganda de la pedofilia”, en la muestra que ofreció en el Centro de Fotografía Hermanos Lumière de Moscú. La exhibición provocó graves altercados, se clausuró precipitadamente y a Sturges se le abrió una investigación por pornografía infantil y abuso de menores.
No era la primera vez que el estadounidense tenía problemas legales por hacer fotos: en el pasado, encaró varios procesos que no llegaron a nada porque demostró que sus modelos posaban voluntariamente y con el consentimiento escrito de sus padres.
Browne habla de la hipocresía de un sistema que sexualiza a los críos para vender cualquier cosa
Precisamente, sobre el permiso paterno gira parte del debate sobre las obras de arte protagonizadas por menores de edad. Tal como recuerda el experto en cultura popular Ray B. Browne, la polémica sobre la sexualización de los menores no la estrena Hamilton y analizada con detalle, encierra más hipocresía que otra cosa. En su libro dedicado a los tabúes de la Cultura, explica como modelo el caso de la actriz Brooke Shields, que tenía sólo 10 años cuando hizo sus primera serie de desnudos para Richard Avedon.
Browne habla de la hipocresía de un sistema que sexualiza a los críos para vender cualquier cosa (tejanos Calvin Klein en el caso de Shields) y luego se escandaliza al ver sus cuerpos con poca ropa, como si los menores sólo pudieran ser “totalmente inocentes o totalmente corruptos” y especialmente en el caso de las chicas, “totalmente puras o totalmente putas”.
Yo no tuve problemas en hacerme esas fotos, pero como madre nunca sometería a mis hijos a algo parecido
Browne también habla del día en que Gary Gross captó a Shields muy maquillada, con toda la piel del cuerpo untada en aceite y vestida con poca ropa. Tenía 12 años y la foto causó cierto escándalo en 1977, pero no tanto como cuando el artista Robert Prince la usó para una de las obras que expuso en la Tate Modern de Londres en 2009. La policía ordenó cerrar la muestra al considerar que incitaba al abuso de menores. Shields, preguntada al respecto, respondió en una entrevista: “Yo no tuve problemas en hacerme esas fotos, pero como madre nunca sometería a mis hijos a algo parecido".
“Malas madres”
La madre de Flavie Flament también tiene un papel especial en La consolation, autobiografía de la locutora, que tiene un programa diario en la emisora RTL. En sus páginas asegura que su madre se mostró encantada de que Hamilton pidiera que la pequeña Flavie posara para él porque pensó que eso le abriría puertas internacionalmente y también cuenta que no perdona a su madre por no creerla, ni animarla a denunciar y por obligarla a callar durante años.
“Creo que hay padres que no saben proteger a sus hijos”, dijo Flament en Tele France 1, después de saber que su progenitora había concedido una entrevista en la que seguía negando la violación y le deseaba a su hija que encontrara un buen psiquiatra que la ayudara.
¿Y qué pasa si es el padre o la madre quien toma la foto? Hoy, en las redes sociales se pueden ver imágenes de niños de distintas edades, en diferentes poses y circunstancias hechas por sus progenitores, pero cuando la fotógrafa Sally Mann publicó su trabajo Immediate Family, esa exhibición de los hijos no era tan fácil ni tan habitual.
Mann, además, tenía una peculiar manera de observar a sus pequeños: siempre medio desnudos, casi siempre sucios, a veces heridos. La imagen de una de sus hijas con un ojo morado, otra de su hijo en el hospital tras ser atropellado por un coche o la de su pequeña Jessie posando como una modelo profesional casi desnuda, le costaron muchas críticas y duras acusaciones. “Es arte, pero, ¿qué pasa con los niños?”, se preguntaban diarios como el San Diego Tribune.
Sus vástagos, ya mayores, jamás han reprochado nada a su madre. Al contrario, 20 años después, con motivo de la publicación de sus memorias, permitieron que Mann sacara a la luz fotos que ellos mismos censuraron siendo niños. Ella, sin embargo, reconocía en ese libro, Hold Still, que a sus detractores les gustaría saber que efectivamente, su trabajo puso en peligro a su familia, al convertirla en objetivo de los grupos religiosos y de las autoridades, que acusaban a Mann de ser una mala madre.
El sexo de los hijos
Una de las sensaciones que más le gustaba retratar a Hamilton era el placer femenino. Para hacerlo, escogía a mujeres muy parecidas: rubias, jóvenes, delgadas y muy jóvenes. Y las colocaba en escenarios supuestamente privados: un baño o un dormitorio. Simular o sugerir que la mujer estaba a punto de tener un orgasmo era otra de sus constantes. En esa línea también está el trabajo de una artista que se considera censurada y perseguida: Jacqueline Livingstone.
“El sexo del hombre no puede ser retratado”, se quejaba en los años ochenta. La situación se puso más seria cuando fotografió a su hijo, aún menor, desnudo y posando como si se masturbara. El atrevimiento de su proyecto, con el que quería reflexionar sobre la sexualidad masculina, le costó su puesto en la Universidad de Cornell, una investigación por abuso de menores del FBI y que la marca Kodak confiscara y destruyera los negativos del niño por considerarlo pornografía.
La persecución a Livingstone fue mucho más dura que la que sufrió Hamilton. Un hombre contemplando a una chica podía ser censurable, pero no tanto como una mujer retratando a un chaval masturbarse. “El mundo no necesita más fotos hechas por hombres mirando mujeres y deseándolas”, contesta hoy Jock Sturges cuando se le pregunta por los cambios introducidos en sus trabajos.
Annette Kuhn en su libro The Power of Image (El poder de la imagen) lo expresa de otra manera: “La convicción del voyeur es que cree que dará con la solución al enigma de la feminidad si mira mucho y mira con fuerza”. De este modo, la experta resume lo poco que aporta al arte y al conocimiento aplicar sobre la mujer la misma mirada de siempre: masculina y paternalista, que convierte a la fémina en un objeto.
Pero esa forma de observar no implica delito. “No es la vida, es sólo una fotografía”, escribió Kuhn recordando que modelo, artista y espectador saben que no es la realidad lo que observan en las fotos de Hamilton sino una ficción organizada por el creador. Sturges, que ahora retrata a las menores con sus familias y presume de establecer lazos de protección y amistad con todas ellas, cuida al detalle ese pacto de confianza. El mismo que ahora dice Flament que Hamilton rompió al violarla, acusación de la que él se defendía definiéndose como un hombre “sensato” capaz de mantener sus fantasías en su cabeza.