El fotógrafo de la metonimia ha viajado hasta Asturias sin moverse de su estudio madrileño. Chema Madoz (Madrid, 1958) le ha dado un meneo a los tópicos astures. Ha cambiado la imagen a la comunidad autónoma, por encargo de la Fundación María Cristina Masavey Peterson, que paga desde hace cinco años a Premios Nacionales de Fotografía por retratar la región (Alberto García Alix, Ouka Lele, Joan Fontcuberta y José Manuel Ballester). Esta iniciativa privada ha encontrado espacio para su difusión en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid, hasta el 16 de abril, con el título El viajero inmóvil.
El resultado son casi 40 nuevas imágenes del escultor que usa la fotografía para crear iconos dislocados: una tabla de surf que es un trillo, una playa con la marea de ganchillos, una barca que al abrirse se convierte en relicario, un hacha entera de madera… sin paisajes. El resultado es una Asturias de interior, limpia de referencias paisajísticas y elementos folclóricos.
Tan limpia que el sarcasmo ha desaparecido (salvo en contadas ocasiones, como la caja de cerillas que porta el anuncio de peligro de incendio), la ironía está ausente y la ilustración es tan literal del asunto (Asturias) que se conforma con el cambio semántico visual. En este caso, Madoz no apostata de la realidad, sino que se aferra a ella para cumplir con el encargo. Traicionar la verdad sería traicionar a Asturias y ese no era el encargo.
El objeto desbordado
“En mis imágenes el artificio es evidente”, cuenta a este periódico. “Los paisajes están sugeridos en los planos cortos. Son claves en las que se intuyen un paisaje mucho más amplio. En realidad, es un trabajo de interiores”, reconoce el artista conceptual. Hay mar, naturaleza e industria: “No sé si son menos ácidas, pero desde un punto de vista positivo, me ha puesto en contacto con ideas que de no ser por el encargo no habría encontrado”. Y aclara que es “una Asturias imaginaria, que tiene algo de real”.
La naturaleza, como cuenta el comisario de la exposición Borja Casani, ha desbordado al objeto. Una buena noticia: hay piezas que están pendientes de la decisión del fotógrafo para que sean expuestas como lo que son, esculturas. Esperemos que termine de dar el paso.
Casani subraya que Madoz ha hecho un trabajo a la inversa a lo que hace desde 1985: ahora va de la metáfora a la realidad, no de la realidad a la metáfora, para acabar en una ilustración. Digamos que el arte de la poesía de la que bebe el espectador de Madoz ha dejado paso al artificio de la poesía. Más real que surreal; más evidente que alegórico. El blanco y negro mantienen sus objetos lejos de las referencias estereotipadas, pero es esta Asturias de Chema Madoz una renuncia al quebranto descarado de la realidad. Quizá provocado por la necesidad de limitar el campo de acción del prestidigitador que hace mutar los objetos inmolándose al azar.