“El surrealismo representa un peligro para nuestra creciente civilización que no debemos ignorar… Debemos temerlo como tememos al comunismo y contra él luchamos, ya que cualquier nación que acepta e impulsa su desarrollo, sin duda se arroja directamente al cieno de la decadencia moral”. Esta cita apareció publicada en 1941 como crítica a la segunda exposición de arte independiente del movimiento egipcio Art et Liberté. Este grupo de artistas y escritores de El Cairo firmaron un manifiesto titulado “Viva el arte degenerado”, ilustrado con una imagen del Guernica, como reacción en contra de la cruzada nazi y fascista contra las vanguardias en Europa.
Las ideologías que tacharon los movimientos de vanguardia de “arte degenerado” estaban también vivas en Egipto, y se manifestaban, mediante un control autoritario de las artes por parte del Estado y de la sección de los futuristas, abanderado por Marinetti, muy ligados al partido fascista. Así que el grupo decidió darse a conocer en 1938 con el manifiesto surrealista en Egipto, no sólo como forma de emancipación artística, sino también política.
“En Egipto, la población, tanto la clase trabajadora como la clase social, estaba descontenta con las condiciones políticas y sociales. En el curso de cuatro inestables años, de 1935 a 1939, los egipcios vieron cómo se sucedían cinco primeros ministros”, explican los comisarios de Art et Liberté: ruptura, guerra y surrealismo en Egipto (1938-1948), la primera retrospectiva que se realiza de este grupo en el Museo Reina Sofía. Los comisarios Till Fellrath y Sam Bardaouil recuerdan que Art et Liberté estaba involucrado en esta polémica pública -desfiles militares que mostraban con orgullo la influencia del poder militar de la Alemania nazi y la Italia fascista- y continuó editando varios panfletos y artículos antifascistas durante la guerra.
La revolución fracasada
“El fanatismo racista, religioso o nacionalista con el que algunos individuos quieren alinear el destino del arte moderno es, a nuestro parecer, absurdo y ridículo”, se lee en el manifiesto de 1938. El grupo se opondría de manera muy vehemente contra la coalición de arte y nacionalismo, contra la noción de un arte egipcio “verdadero”. Los miembros del colectivo creían que el surrealismo era esencialmente un llamamiento a la revolución social y moral, además de un movimiento artístico.
Y lo llamaron “realismo subjetivo”, un nuevo tipo de surrealismo (no tan cerebral, ni tan narcisista): los artistas incorporaban símbolos reconocibles en las obras impulsadas inicialmente por el subconsciente. “Conseguir que triunfe la revolución con el arte es hacerlo con obras que la gente comprenda”, explica Till Fellrath.
Radicalizados por los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial y desilusionados con el antiguo régimen cultural asociado a ella, Art et Liberté evitaron la retórica nacionalista, los nexos con las escuelas academicistas y el conservador gusto burgués. El grupo se aprovechó de la llegada de artistas y escritores extranjeros a Egipto, que huían de la guerra, para desarrollar un proyecto artístico y político con la conciencia de que la libertad proviene de las ideas.
El arte es una anomalía
“Art et Liberté dotó a una generación de artistas desilusionados de una plataforma heterogénea para la reforma política y cultural. Durante la mayor parte de una década (1938-1948), no cejó en su empeño de provocar una revolución contra las rancias estructuras políticas y culturales del Estado”, escriben los comisarios en el catálogo de la muestra con un centenar de obras, entre pinturas, fotografías y panfletos. Y al finalizar la guerra, los surrealistas en Egipto rompieron con el grupo de Breton y su visión del movimiento surrealista. Y el grupo desapareció dejando un leve eco en la obra de artistas posteriores.
De entre el grupo reunido, destaca Mayo, un ejemplo importante de la irrupción del surrealismo en los ambientes artísticos cairotas en los años previos a la formación del grupo. Art et Liberté demostró, apuntan los responsables de la exposición, la conciencia de que todo arte se nutre, de una manera u otra, de la transmisión cultural en curso. “La obra de arte no puede ser otra cosa que una anomalía”.