Rajae El Mouhandiz nació en Larache (Marruecos), pero ha crecido en Ámsterdam, donde emigró con su familia cuando aún era un bebé. Hoy tiene 37 años, es cantante, productora musical, escritora y está considerada una de las musulmanas más influyentes del mundo. Pero para Geert Wilders sólo es “escoria.”
Así se refiere a la comunidad marroquí de Países Bajos el líder del Partido de la Libertad a quien los sondeos de las Elecciones de este miércoles le otorgan 30 escaños (18 más de los que tiene ahora). “Su extremismo mantiene viva su carrera política”, opina Rajae, que cree que el principal peligro de su discurso es que “otros partidos lo están copiando para robarle votos”.
Será el fin de un país progresista y próspero capaz de mezclar la política liberal con una agenda social
Como ella, jóvenes artistas, periodistas y escritores nacidos o criados en Marruecos han querido dar la cara por los suyos, con quienes Wilders se ha cebado especialmente. “Mezcla religión e inmigración y señala a un grupo para culparlo de todo. Es la vieja historia del chivo expiatorio”, opina Mohammed Benzakour, poeta y columnista. Fouad Laroui, profesor en la Universidad de Ámsterdam nacido en Chauen, añade un dato: “Hay un problema de delincuencia con algunos grupos de jóvenes marroquíes, más que con los turcos, y eso predispone a la gente a prestar atención a lo que dice Wilders”.
¿Se acabaron los progresistas?
A este autor, Premio Goncourt de novela corta en 2013, le preocupa el discurso del odio del PVV (siglas del partido en neerlandés), pero no el resultado electoral: “Primero, porque su programa no es aplicable, ya que va contra los Derechos Humanos. Y segundo, porque el resto de partidos ha dicho que no pactará con él”. En la misma línea está Rajae, tranquila porque “la Constitución y el sentido común” impedirán que la extrema derecha tome el poder.
Abdelkader Benali, que llegó a Países Bajos con cuatro años y es uno de los novelistas que más vende allí, cree que las urnas pueden contradecir a las encuestas porque el Brexit y las Elecciones estadounidenses han causado mucho impacto. “Si no es así, será el fin de un país progresista y próspero capaz de mezclar la política liberal con una agenda social”.
La Historia ha demostrado que luchar contra el extremismo y la demagogia es algo reservado a los valientes
Benali tiene claro que una forma de “combatir el racismo y el populismo” es denunciándolo públicamente y cree que si no hay más gente que se manifieste es porque hay cierta fatiga. Pero Benzakour piensa que además, hay miedo: “La Historia ha demostrado que luchar contra el extremismo y la demagogia es algo reservado a los valientes. La mayoría prefiere protegerse con un silencioso angustioso”.
Cultura dormida
Rajae sospecha que hay compañeros que optan por no hablar de Wilders para “no darle más atención de la que merece”. Ernestina Van de Noort, fundadora y directora de la Bienal de Flamenco de Países Bajos, lo analiza de otro modo: “Desde la Cultura, hemos hecho ver que estábamos por encima de todo eso. Pero Wilders marca un antes y después, y es posible que nuestra reacción llegue tarde”.
Efectivamente, en los dos últimos años han aumentado las manifestaciones públicas del mundo cultural contra la ultraderecha, pero Wilders tiene escaño desde 1998. Una de las protestas más recientes se puede ver en la Galería Josilda da Conceiçao de Ámsterdam, donde el Movimiento Nasty Woman, que empezó en Nueva York para responder al machismo y el racismo de Donald Trump, expone 45 obras donde se retrata al presidente estadounidense y a Wilders vestidos de mujer y con velo.
Rachid El Ghazaoui “Appa” es la excepción más conocida contra el líder ultraderechista. Este treintañero, nacido también en Rotterdam, estuvo en contacto con imanes radicales en su adolescencia, pero se alejó a tiempo y decidió ayudar a los suyos a encontrar salidas. En 2011 compuso un rap en respuesta a un vídeo propagandístico de Wilders, en el que lo amenazaba con dispararle en la cabeza. El líder del PVV lo denunció, el Estado dobló su seguridad y “Appa” aprendió la lección y bajó el tono: ahora emplea sus canciones para atraer votantes a Izquierda Verde, el partido de Jesse Klaver, a quien los medios han apodado el “Justin Trudeau holandés”.
Ni un euro a la Cultura
Edsart Udo de Haes cree que Wilders discrimina a partir del concepto de cultura, no de raza, porque es más amplio y le sirve para defenderse de las acusaciones de racismo. “Dice que la occidental es superior a las demás culturas en todos los aspectos, pero es curioso que en su programa no incluya nada para fomentar las artes y sí para recortarlas”, explica este joven guitarrista a EL ESPAÑOL.
Es curioso que en su programa no incluya nada para fomentar las artes y sí para recortarlas
En efecto, en el programa de Wilders, ni hay referencias al fomento de la cultura, ni promete dedicar un euro a actividades artísticas. Van de Noort recuerda que fue él quien “manchó la Cultura” al decir que era un hobby de las izquierdas: “Con esa frase lo que quería decir es que la Cultura no es necesaria y que por tanto, es para una élite”.
La misma relación establece entre multiculturalidad e izquierdas, dando a entender que la convivencia entre razas y culturas es un capricho de personas que tienen la vida solucionada. Él también la tiene, pero se ofrece a sus electores como “un hombre de la calle”. Con esa estrategia, dice Udo de Haes, lo que pretende es implantar “una dictadura del pueblo”.
Empezamos a movernos un poco cuando en 2013 recortaron los presupuestos de cultura un 30%
El líder del PVV tiene experiencia en retorcer conceptos e ideas y usarlos en su beneficio. Lo saben las asociaciones de homosexuales de Países Bajos, a quienes intenta poner de su parte usando el Islam como arma arrojadiza. Antes que él ya hicieron lo mismo con los gay Marine Le Pen o su admirado Trump, con quien comparte el sentido y el estilo de sus lemas de campaña: “Los Países Bajos serán nuestros de nuevo”.
Arte y política
En 2011, Nasrdin Dchar ganó el premio al mejor actor en el Festival de Cine de Países Bajos y aprovechó su discurso para decirle a los políticos lo difícil que se lo habían puesto por ser hijo de una mujer que se cubre la cabeza con un velo. Su alegato caló y hubo columnistas que le vieron futuro político.
“¿No será Dchar el héroe que necesita Holanda?”, se preguntó la periodista Ferdows Kazemi en el diario De Volkskrant. El impacto demuestra que esos alegatos no son habituales para los holandeses. “Empezamos a movernos un poco cuando en 2013 recortaron los presupuestos de cultura un 30%, pero antes, el sector estaba dormidito”, opina Van de Noort.
Hay que hablar para que otros tomen conciencia, pues estas son las elecciones más importante de nuestra generación
“Yo estoy de acuerdo con Nina Simone, que decía que un artista tiene la obligación de reflejar el tiempo en el que vive”, contesta la cantante y letrista Luna Zegers a la pregunta de si la cultura debe o no meterse en cuestiones políticas. Rajae piensa algo parecido: “Sí, sobre todo la gente que como yo tiene una voz en este gran país en el que todos somos iguales”. Y Benali: “Hay que hablar para que otros tomen conciencia, pues estas son las elecciones más importante de nuestra generación”.
Nasrdin Dchar no dio el paso a la política, pero sí Sylvana Simmons, bailarina, presentadora y dj nacida en Surinam, país del que procede el tercer grupo de inmigrantes más numeroso en Países Bajos tras marroquíes y turcos. Un día, en su programa, le llamó la atención a un invitado por un comentario racista y alguien le espetó a ella: “¡Vuelve a tu país!”.
En ese momento entendió la “naturalidad” con la que la sociedad holandesa acepta el discurso de Wilders y se decidió a aumentar el número de partidos (25) que concurren a los comicios del día 15 creando el suyo. Lo llamó Artikel 1 (Artículo 1), por el apartado de la Constitución que garantiza la igualdad de los holandeses. Desde ese día, vive con protección policial permanente.
Sociedad multicultural… y racista
También Wilders vive con seis guardaespaldas y lleva chaleco antibalas desde hace años. Su situación y la de Simmons revelan la distancia que hay entre la imagen de sociedad multicultural que proyectan desde fuera los Países Bajos y la realidad que viven algunos de sus ciudadanos. “Claro que he sufrido discriminaciones, pero me han hecho más fuerte”, explica Rajae.
Otros, como Benzakour dice que no las han padecido, pero las han visto alrededor. Benali opina que en su país, el racismo adopta a veces formas muy sutiles. “Por ejemplo, cuando despotrican delante de mí de marroquíes y musulmanes como si yo no fuera uno de ellos, como si yo fuera mejor. Estoy en contra de esas distinciones porque el racismo no se mide por individuos”.
Habla de nosotros como una ‘invasión’ o un ‘tsunami’.
Benali explica que en neerlandés la palabra para referirse a cualquiera que viene de fuera es “allochtone”. No tiene, según el profesor Laroui, connotaciones negativas y se podría aplicar al actual rey del país, Guillermo Alejandro, cuyo padre era alemán. Pero para Benali, es el abuso de esa palabra lo que la convierte en un arma. “Porque se emplea aunque seas de segunda, tercera o cuarta generación de marroquíes”.
Rajae cree que Wilders la utiliza con gente que lleva más de 50 años viviendo en Países Bajos para reforzar la idea de que llegan demasiados inmigrantes. “Y para hacerlo más absurdo y dramático, habla de nosotros como una ‘invasión’ o un ‘tsunami’”.
Asesinar la cultura
En la cultura popular también se ven las huellas de ese racismo. En diciembre se reabrió un debate sobre la fiesta de San Nicolás, un santo al que acompaña el Negro Pedro, y al que representan niños y adultos pintándose la cara de color oscuro, los labios de rojo y usando pelucas afro.
Varias entidades han pedido su suspensión por considerarla ofensiva, pero Martin Bosma, del PVV, defiende la fiesta apelando a la “tradición” y acusando a sus detractores de querer “asesinar” la cultura holandesa. Bosma no es conocido en España, pero sí en su país: es el ideólogo de los argumentos anti musulmanes que emplea Wilders.
El éxito de sus discursos dice mucho de las dificultades que tenemos los holandeses con nuestra propia historia
Sin embargo, según la antrópologa Lizzy van Leeuwen, la xenofobia de Wilders bebe de fuentes diversas. En el semanario De Groene Amsterdammer, la experta analizóla historia de la familia de Wilders en las Indias Neerlandesas, bastante confusa, pero muy reveladora en lo referente al peso del pasado colonial de los Países Bajos no sólo en el líder del PVV, también en el inconsciente colectivo. “Yo creo que el éxito de sus discursos dice mucho de las dificultades que tenemos los holandeses con nuestra propia historia”, dice Zegers, que cree que hablar de colonialismo sigue siendo tabú en su país.
¿Y la prensa?
“Una parte de los Países Bajos aún no puede creer que exista Wilders. Ni siquiera con la gran atención que le han prestado los diarios, las teles y los digitales”. Habla Van de Noort, que cree que la prensa ha cambiado mucho desde los asesinatos del político Pim Fortuny en 2002 y del director de cine Theo van Gogh en 2004. “El periodismo holandés siempre mantuvo una calidad, era racional y perspicaz, pero se volvió sensacionalista y creo que también eso ha contribuido al ascenso de Wilders”.
El líder de cabello oxigenado no da entrevistas más que a algunos periodistas escogidos. Tampoco le gusta acudir a los debates. Por eso, todo lo que se sabe de sus planes para el país está en sus frases cortas y pegadizas que evita ampliar a toda costa. Pero a la extrema derecha le han salido fiscalizadores de donde no esperaba.
Uno es Nieuwscheckers, web donde los estudiantes de Periodismo de la Universidad de Leiden comprueban los datos y los hechos que hay tras las declaraciones altisonantes de políticos e instituciones de todo signo. A Wilders le han pillado varias mentiras a cuenta de los musulmanes. “A menudo, en las escuelas la única comida que pueden conseguir los alumnos es halal”, dijo al periodista Rick Nieman, que no le rebatió el argumento. Lo hicieron los aprendices: sólo una de las 114 escuelas investigadas ofrecía comida preparada según dicta el Islam.
Falta de transparencia
Wilders tampoco contesta a las preguntas de sus rivales en el Parlamento, a quienes saca de quicio e incluso insulta si alguno insiste en que demuestre sus acusaciones o desarrolle alguna de sus propuestas. Stem Wijzer es una web que recopila y analiza todos los programas electorales.
Sus gestores piden a los partidos que expliquen punto por punto sus propuestas con un lenguaje claro para que cualquier elector pueda consultar (y entender) qué proponen sus formaciones sobre cualquier tema. El PVV no ha aportado sus explicaciones, especialmente necesarias en el caso de un programa electoral que ocupa solamente un folio. Un folio, 259 palabras, la mitad dedicadas a los musulmanes.
En este caso, el enemigo de Wilders ha tomado la forma del cómico Arjen Lubach, conductor de un programa de humor que se emite los domingos en la cadena pública VPRO. Hace unas semanas, dedicó veinte minutos a desmontar el programa electoral del PVV y animó a los holandeses a usar en Twitter el hashtag #hoedan (¿cómo lo vas a hacer?) hasta el día de los comicios para preguntarle a Wilders, por ejemplo, cómo piensa prohibir el Corán sin acabar con la libertad de expresión.
Entre bromas y risas, Lubach también comparó el programa electoral del PVV de 2017 con el de 2012, pero el resultado tuvo poca gracia: hace cinco años Wilders prometía limitar a mil a los solicitantes de asilo aceptados; hoy habla del cierre total de fronteras. En 2012, pedía reducir las subvenciones a medios públicos; hoy pide que sean cero. La misma cantidad de euros que, si gana, destinará a la cultura.