Vicio o virtud. Uno puede elegir dos caminos en la vida y al personaje del cuadro de Paolo Veronés (1528-1588), como es normal, le cuesta elegir. El artista de Verona ha decidido representar al vicio con una cortesana veneciana, de melena rubia recogida, generoso escote, repleta de joyas y vestido exuberante. La virtud es una mujer austera, coronada con laurel y vestida con amplios ropajes que ocultan su cuerpo. Al parecer, el niño que debe decidirse sería el hijo del cliente que le encargó el cuadro. Veronés pinta una lección moral ante la inminente pubertad del menor. La pintura se compró para la colección Arundel, en 1654, por un precio de 100 libras.
El joven entre la Virtud y el Vicio (valorada en 1,5 millones de euros) es una de las pinturas que el Museo Nacional del Prado manda a Letonia a cambio de 100.000 euros. Han viajado hasta Riga -en “vehículos de máxima seguridad” y escoltados- para formar parte, durante cinco meses, de la exposición 12 Characters from Prado Collection, en el Latvian National Museum of Art (LNMA), de la que, a pesar de haberse inaugurado este viernes, no hay ni rastro en su página web.
Las otras once piezas que viajarán, por orden de valor, son Ceres y dos ninfas, de Pedro Pablo Rubens y Frans Snyders (valorada en 40 millones de euros); el retrato Tadea Arias de Enríquez, de Goya (valorada en 5 millones de euros); Amalia de Solms-Braunfels, de Antonio Van Dyck (1,5 millones de euros); La Virgen con el niño, de Murillo (800.000 euros); La mujer entre las dos edades, anónimo (350.000 euros); Mujer sentada, de José Camarón (250.000 euros); La dama del abanico, de Sánchez Coello (200.000 euros); Las tentaciones de san Antonio Abad, de Pieter Coecke (200.000 euros); Felicitación de cumpleaños, de Raimundo de Madrazo (195.000 euros); Retrato de dama francesa, de Casado del Alisal (132.000 euros); y el retrato de Isabel de Francia, reina de España, de Frans Pourbus (100.000 euros). Doce imágenes femeninas.
En 2014, el Prado ingresó 3,4 millones de euros por la exportación de obras a otros museos (Australia, EEUU, Alemania, Israel, Japón, entre otros), y en 2015, 2,9 millones de euros. En 2013, ingresó 1,5 millones de euros por la exposición de pintura renacentista y barroca en el National Gallery de Victoria (en Melbourne, Australia), con obra de Rafael, Tiziano, Tintoretto, Tiépolo, Bassano, Veronés o Correggio.
Tirar los precios
Sin embargo, lo que llama la atención de esta operación en Letonia es el bajo precio por el que alquilan. Es una muestra de dimensiones mucho más reducidas que las citadas, pero el museo letón pagará por cada pintura algo más de 1.500 euros al mes, unos 55 euros al día.
En la última década han explotado los proyectos de alquiler internacional con intensidad. ¿Hay déficit de clientes fuertes en Europa? En el pasado ya se trabajó con Japón, pero habrá que esperar a otros países más boyantes, como China, y a las exigencias de obra rentada. El Prado ha puesto el listón de la calidad alquilada cada vez más alto y los siguientes proyectos cada vez tienen más complicado decidir qué obras maestras dejan salir. ¿Las hilanderas? ¿Las Meninas?
¿Ha devaluado el Prado su propio género? Fuentes de la dirección explican que “la cantidad es simbólica”, que “no es tirar los precios del mercado”. “Sobre todo son obras de almacén, el precio es bajo porque la calidad es media”, añaden. "Además, uno de los papeles del Prado es hacer de embajadores en el extranjero".
El propio Miguel Falomir aseguraba a este periódico, esta semana, que los maestros antiguos cada vez tienen menos tirón: “Museos como el Louvre o el MET, tan enciclopédicos y antiguos, han empezado a orillar a los maestros antiguos en beneficio de otros proyectos con más atractivo como la arqueología o el arte oriental”.
Un alquiler encubierto
Desde la dirección del Prado siempre han preferido evitar el término “alquiler”. Lo llaman “donación” o, incluso, “patrocinio”. Tampoco Miguel Falomir, actual director del museo, quiere mencionar el “alquiler”: “Hombre, vamos a ver, alquiler, alquiler, no es. Hemos hecho exposiciones en otros museos a cambio de una cantidad de dinero”, explicaba en la mencionada entrevista.
Y añadía a su respuesta: “A mí me gustaría que eso no sucediera. Nada me gustaría más que no tuviéramos que recurrir a eso, pero no seamos ingenuos: si quiero tener un museo puntero, con programas de educación e investigación extraordinarios, y un programa de exposiciones ambicioso, si quiero abrir los siete días a la semana, necesito ese dinero. Esta es una forma de conseguir el dinero, pero si pudiera no lo haría”.
Tal y como puede leerse en el BOE es un “acuerdo de colaboración”, aunque los únicos términos que se desvelan son comerciales. En el contrato, los aspectos científicos quedan reducidos a la mínima expresión y no hay contraprestación cultural, sólo económica. El contrato está firmado por Miguel Zugaza, el 10 de enero, dos meses antes de su marcha a la dirección del Museo de Bellas Artes de Bilbao.
Lo más llamativo es que el acuerdo encubre el alquiler de las obras de la siguiente manera: la cláusula décima exime al LNMA “del pago del precio de préstamo de las obras incluidas en la exposición”. Pero en la undécima acuerdan el ingreso de “una compensación monetaria”, que asciende a “100.000 euros netos” por “gastos de exposición”, “antes de que las obras salgan del Prado”. Desde la dirección del Prado reconocen el alquiler.
Un nuevo micromecenazgo
Estos gastos se dividen en dos partidas: los “costes por cuenta del Prado” (relacionados con la preparación de las obras, que ejecutan los funcionarios españoles) y los “costes por cuenta del LNMA”. De esta manera, el Prado primero exime al museo letón de un alquiler, pero luego le cobra 100.000 euros por los gastos que ellos concurren exponerlos en su sede. En la duodécima aclara las necesidades económicas del Prado, que apunta que en caso de que el LNMA decida cancelar la exposición, después de haber realizado el pago, “el Prado podrá retener la cantidad depositada en su cuenta”.
Con el viaje de las joyas renacentistas y barrocas a la National Gallery de Victoria, en 2013, Miguel Zugaza explicaba a este periodista que el precio se debía a la organización de la exposición, en la que se incluye la dirección científica del proyecto, la restauración y preparación de las obras que lo forman y su préstamo. También, los gastos de transporte, seguro y montaje de exposición.
¿Es la hora de abrir una nueva modalidad de negocio? Si los museos extranjeros más boyantes están amortizados, ¿podrían las grandes empresas y ricos empresarios, que ya alquilan las salas del museo para celebrar sus actos, alquilar obras de arte por 55 euros al día? Una nueva modalidad de micromecenazgo. Ahora, el Prado debe decidir entre Vicio o Virtud, ante un futuro distópico en el que aparece su transformación en empresa lista para producir plusvalías económicas y mandar el museo a economías emergentes que los puedan sostener. Museos vacíos, pero abiertos al público.