En noviembre de 2015 la existencia de Abel Azcona (Pamplona, 1988) se hizo visible y se tornó perpetua. Asistió a 242 eucaristías y con las hostias hizo la palabra “pederastia”. Una parte de Pamplona se movilizó contra el artista por la exposición de su acción y la Asociación Española de Abogados Cristianos presentó una querella contra él por “profanación”. El Tribunal de Navarra notificó por Twitter que tendría que ir a declarar ante el juez y archivó la causa.
Es un artista sin medida, ni medias tintas. Utiliza la performance fusionada con el videoarte, la instalación o la escultura para indagar en derechos humanos, injusticias sociales, abuso, maltrato, desigualdad, política, terrorismo, religión y se ha especializado en la lapidación pública. No reniega de ella, sino que la incluye en sus acciones. La reacción es parte esencial.
Acaba de inaugurar en Espai D´Arts Roca Umbert (Granollers) la exposición Naturaleza Muerta, “como si de un atentado o una catástrofe natural o un asesinato masivo se tratara”. El museo convertido es un campo de cadáveres y muerte. Irreverencia, arte y carne. El día que lo elogien le hundirán. El destino de Abel Azcona hace caso omiso de las críticas, porque necesita enemigos. Actúa contra ellos.
¿Qué es la Marca España?
Al trabajar mucho en el extranjero, he descubierto que es muy diferente a lo que nos quieren vender aquí: la Marca España es religión y tortura. España es famosa por su catolicismo y así es retratada fuera. En cuanto a la tortura, la tauromaquia es la máxima expresión. Si algo es Marca España es la hipocresía. Esta marca no es buena y ser referente de estas dos cosas no es un avance.
¿Cómo debería ser?
No me gusta ser derrotista y España ha sido un referente internacional por sus leyes de homosexualidad. Somos un país diverso, aunque siga habiendo agresiones y violencia. Es un país contradictorio. Estamos en el camino del progreso, aunque sigamos siendo un Estado post franquista sin condenas. No hemos puesto a nuestros fantasmas y muertos en su lugar: somos los únicos europeos con cuentas pendientes con el pasado. Hasta que no acabemos con este Estado post dictatorial no podremos avanzar. Espero que en 10 años seamos una república federal, con Estados diversos. Además, la gente arcaica contra los derechos homosexuales son pocos, no todo el mundo que vota a Rajoy apoya a Hazte Oír.
¿La libertad de expresión ha sufrido un retroceso en España?
Libertad de expresión no ha habido nunca. No estoy de acuerdo con César Strawberry, no creo que con Franco se viviese mejor. Eso fue una provocación, porque ahora no te matan. Pero la libertad está totalmente sesgada. En los noventa se vivió, en torno a lo cultural, mucha más libertad. Y en los últimos años, que la gente ha salido a la calle exigiendo justicia, la derecha se ha radicalizado. Vivimos en un momento de cristianización. Los Hazte Oír atacan a la ética y la moral. Han llegado a colocar 3.000 personas a las puertas de mis exposiciones. Eso es otra característica de Marca España, la doble moral.
Entonces, ¿cuantas más performances, más ultraderecha?
Si denuncio algo y reaccionan tal y como denuncio, sólo puedo agradecerlo. Pamplona es del Opus dei, pero no hay un censo ni un cartel a la entrada que lo indique. Es una ciudad que es así, pero no se vía. El detonante de las hostias consagradas y la palabra “pederastia” provocó que 4.000 personas se manifestaron por la ciudad y salieron a la luz. Ellos formaron parte de la acción, son muchos mejores performers que yo.
¿Cuál es el papel del artista en España, en 2017?
Veo mucha irresponsabilidad en los artistas actuales de España. Que se basen sólo en lo estético me parece un atraso: no entender el arte como una crítica política es anacrónico. Ayer inauguré en Granollers y todas las personas que entraron salieron con la cabeza del revés. Prefiero que el espectador salga con el sabor de mi pene en la boca. El arte contemporáneo debe ser mucho más que estética, el arte debe ser un revulsivo. El arte contemporáneo es un arma del cambio y no entiendo a quien no lo emplea así.
No soy idiota, me gusta jugar con la Marca España: sé tocar cuatro teclas para polemizar, y eso hay que hacerlo
¿No teme convertirse en una caricatura?
Cuando creo, creo desde mi propia responsabilidad y necesidad. No me preocupo si lo repito o no. Tengo piezas más reflexivas, realizadas durante años, y otras más provocativas. No soy idiota, me gusta jugar con la Marca España: sé tocar cuatro teclas para polemizar, y eso hay que hacerlo. Hay piezas que cuando las estás haciendo ya sabes que se va a liar. Si te tatúas un mensaje en el ano contra Trump llegas a mucha más gente. No es una polémica gratuita, buceamos en una sociedad muy mediática y hay que saber utilizarla para difundir tu marca y poder contar otros proyectos. Hay que saber jugar con la sociedad, que a veces quiere un culo. Actúo por instinto.
¿Lo gratuito puede ser un límite para el artista?
Trabajo para que el espectador reaccione. Creo en lo que hago. Influye la trascendencia pública que antes no tenía. Hay colectivos detrás de mí esperando lo próximo para ver cómo me atacan. Así que la fórmula es tirar para adelante y sonreír mucho. Lo que hago, lo hago por ciertas ideas sociales.
Hay que salir y utilizar los medios de comunicación para llegar a todos
¿Qué cree que consigue con sus actuaciones?
Hay cambios sociales. Conseguimos que la gente se empodere y denuncien abusos. Consigo reacciones. Las galerías son lo que son, dan lo que dan: a ellas no va todo el mundo. Hay que salir y utilizar los medios de comunicación para llegar a todos. Siendo un poco inteligente puedo llegar a gente que nunca llegaría.
¿Qué puede conseguir el arte?
Es una de las mayores herramientas transformadoras que existen. Entiendo que cada pequeña acción puede convertirse en otras muy grandes, y generar mucha resonancia. Me refiero denunciar abusos sexuales infantiles y que una persona mayor me lo cuente en plena acción, llorando. Ahora esa persona me escribe y me dice que está viva. Para mí eso es conseguir algo. Tatuarme Donald Trump en el ano no transforma nada. Porque a nadie le transformará. Pero sí podemos provocar pequeños cambios.
¿Qué limites tiene el arte y el artista?
Ninguno. Yo no tengo límites, creo en una plena libertad de expresión. Todos los días me insultan diciéndome de todo, pero mi capacidad de ofensa es nula. Ni siquiera la muerte lo es. La muerte forma parte del arte: ¿qué más performativo que morir por algo que representas? Morir sólo es parte de, no es un límite. Morir daría mucho sentido a muchas de las obras.
¿Cómo se protege de los ataques?
Mi vida ha sido así siempre. Vivo como puedo y un tuit no me afecta. Todos los insultos son los mismos, hechos por los mismos: liberal, católico, que defiende la patria. ¡Deja de insultar y defiéndela!
¿Qué cree que le tiene reservado el tiempo, la posteridad?
La muerte, como a todos. Pero hay piezas que pueden crear cambios, aunque yo muera. Hace poco colaboré con Marina Abramovic, que trabaja con el cuerpo a sus setenta años, pero para mí está equivocada. Yo creo que mi cuerpo está presente, pero no es necesario que esté presente. Porque la performance es una metáfora. Mi evolución funciona al contrario: con el tiempo, mi cuerpo ya no hará falta. Lo que quiero es que avance la pieza y que el artista no necesite estar presente. Es mejor que las ideas prevalezcan y que el artista muera.
Ahora, sin su cuerpo no habría nada.
Sí, pero si mi madre me hubiera abortado, no habría nacido como cuerpo político. El valor del cuerpo al principio, en la performance, lo valoras mucho, pero con el tiempo dejas de considerarlo importante. El cuerpo es social y político y hay que saber utilizarlo de la manera más coherente.
A La Gaceta le debo media parte de mi carrera por haber reaccionado de esa manera tan carnívora
¿Es posible el arte sin enemigos?
Si no tienes enemigos, algo estás haciendo muy mal. Nunca leo los mensajes de elogio, pero sí leo los mensajes que me insultan y me atacan. Para mí es un regalo recibir todos los días insultos y críticas sobre mi arte y mi identidad, porque yo trabajo para las reacciones: que te molestes en escribir un mensaje para tratar de humillarme es una maravilla. Espero que se escandalicen, me odien y me insulten; para eso hago piezas. Es la evidencia de que algo he hecho bien. A La Gaceta le debo media parte de mi carrera por haber reaccionado de esa manera tan carnívora. Que el 50% de la sociedad me odie quiere decir que estoy haciendo algo bien, porque esta sociedad está podrida. Si me detestan, estoy en el buen camino.
Que el 50% de la sociedad me odie quiere decir que estoy haciendo algo bien, porque esta sociedad está podrida
¿Es un artista al que le preocupa más la intimidad que la popularidad?
España es el reino de los tabúes. Todo se queda en casa y es secreto. Ahora, con los años, he comprado un pequeño terreno más íntimo y privado. Pero todo lo demás, lo comparto. La intimidad puede ser reclusión y dominación. Si la Iglesia nos pide intimidad, hay que follar a las puertas de las iglesias.
Esta semana escribía Santiago Gerchunoff en este periódico que la censura es la nueva propaganda. Usted sería un claro exponente de este axioma, como el autobús de Hazte Oír. ¿Está de acuerdo con el filósofo?
Sí lo es, sí. Y gratuita. Asumo parte de la culpa en el autobús de Hazte Oír, ellos querían eso, propaganda: cuando eres el perro quieres ir de víctima. Mi lado no es el bueno o el malo, yo lucho contra la injusticia. El de ellos es el odio y la transfobia. Debo agradecer a todas esas personas que se han manifestado durante 20 días contra mí a las puertas de una exposición mía. Yo lanzo una piedra y ellos construyen la montaña. Quiero ser el malo para conseguir lo bueno. Hay que hacer lo que sea: si hay que rozar los límites éticos para que algunos lo entiendan, se rozan. Los límites están para pasarlos.
¿A qué precio?
Mira, Ojalá Abel Azcona no existiera. Eso supondría que no habría incitación al odio todos los domingos en todas las iglesias. Pero no es el caso. Cuando me vaya, espero que queden las ideas. El arte es una lucha y yo quiero luchar.
¿Tenemos garantizada la libertad de expresión?
No, nunca, pero desde que nacemos. En el momento en que uno tiene la desgracia de nacer en España naces en un sistema ultracatólico, patriarcal y machista. Eso no garantiza la libertad de expresión. Por eso creo en la lucha y que cada uno haga y diga lo que quiera. Puedes insultarme y llamarme “hijo de puta”, porque mi madre lo era, a mí no me importa. Hay que educar para que todos peleemos y luchemos como nos dé la gana. Es una lucha y tendría que servir para algo: movilizar a la gente, cambiar las cosas. Voz de una, voz de todas. Todas las personas juntas somos más fuertes. Hay cuatro que no lo aceptan y ladrarán, pero se van a morir. Este país va a tener la Transición más larga de toda Europa hasta que volvamos a ser lo que éramos y nos lo quitaron a balazos. Confío en que la gente que quiere paz antes que en la que quiere guerra. Nunca creeré en los militares.
Lo mío no son tuits: yo creo piezas intencionadamente. César Strawberry sería el homicida, yo sería el asesino
¿Ahora mismo, cuál es el mayor enemigo del arte: la Audiencia Nacional, la Fiscalía…?
En estos momentos, la Audiencia Nacional y la Fiscalía son la peana de la escultura: son necesarios. Pero debo aclarar que lo mío no son tuits: yo creo piezas intencionadamente. César Strawberry sería el homicida, yo sería el asesino. En el momento en el que estamos, sea bueno o malo, todo es marca. Y que hablen de uno es bueno. Que ladren, que ladren... La Fiscalía es una mierda, pero si me encierran seis años en la cárcel se convertirán en el mejor museo del mundo. ¡Ni el MoMA! ¡Ellos verán! Jugamos a un juego al que no he pedido jugar, al que nos han obligado a entrar. Así que el enemigo real del arte es el amigo. Un arte de denuncia necesita espectadores rabiosos enfrente. Si tengo 80 perros ladrando abajo es una maravilla. Invitaría a una caña a todos los católicos de España, porque les estoy muy agradecido. Son mi mayor altavoz.