El escultor Xavier Corberó ha muerto a los 81 años. En las fotos primeras en sepia se le aprecia una belleza salvaje, torera: el cabello hacia atrás, el ricillo bajo la oreja y el cigarro bien adherido a un extremo de la boca, con la camisa levemente abierta. Le extirparon un pulmón hace 35 años y le dio igual, siguió fumando toda al vida sin filtro. Contaba en una entrevista a EL ESPAÑOL que el médico que le operó en Houston le dio seis meses de vida y que luego le hacía una reverencia cuando iba a revisión porque era su paciente más longevo.
Asesoró al Ayuntamiento de Barcelona durante los Juegos Olímpicos y seleccionó las obras de autores de prestigio internacional para colocar en las calles y plazas de la ciudad. Diseñó las medallas olímpicas. Pasó por la Fundición Medici y por la Bienal Hispanoamericana, expuso en Múnich -allí su primera muestra individual, en 1963-, en Japón, en Nueva York -¡en el MoMa!-, en el Stedelijk Museum de Amsterdam y en el Victoria and Albert Museum de Londres.
Asesoró al Ayuntamiento de Barcelona durante los Juegos Olímpicos y seleccionó las obras de autores de prestigio internacional para colocar en las calles y plazas de la ciudad
Se dejó influir por Pablo Gargallo y por Henry Moore y en los sesenta se hizo compadre de Marcel Duchamp, de Max Erns y de Man Ray. Cenaba en el Laurent con Dalí -invitaban a todo Cristo y luego nunca pagaban-; y se confesaban banalidades mientras admiraban corridas de toros acompañados de Gala. “Ella era muy inteligente, sabía cómo hacer que Dalí hiciera de Dalí, que era lo que vendía”, comentó en una ocasión.
'Humilde ante la piedra'
Corberó llevaba en las costuras, con normalidad apabullante, secretos de Picasso, juergas con Camilo José Cela, conversaciones telefónicas con Serrat desde Nueva York y cenas con Sir Normal Foster. Muchos le consideran el artista catalán más importante desde Gaudí. Él decía, sencillamente, que no le gustaba modelar, le gustaba tallar, que ante la piedra “uno debe ser muy humilde” y que “la escultura es mejor cuanto más desaparece el escultor, al contrario que la pintura”.
Él decía que no le gustaba modelar, le gustaba tallar, que ante la piedra “uno debe ser muy humilde” y que “la escultura es mejor cuanto más desaparece el escultor, al contrario que la pintura”
Pensaba que el arte debe ser como el beso de una persona querida: “Tiene que hacerte sentir bien desde el primer momento” y aseguraba que amaba a todas sus esculturas por igual, ya estuvieran en el Metropolitan que envejeciendo en casa. De una de esas que guardaba en su hogar, el bailaor Antonio Gades decía que se parecía a la espalda de “La Pepa”, que era Pepa Flores, Marisol.
Una de sus mayores obras de arte fue, precisamente, su propia residencia, en la que trabajó largos años y acabó siendo un trabajo poético.
Catalán, con Franco
Él sostenía que “los españoles son como los catalanes, pero por lo menos se levantan más tarde, porque los catalanes se levantan antes para poder estar más rato sin hacer nada”. Creía, como Samuel Johnson, que el nacionalismo era el último refugio de los sinvergüenzas. “Ésa es la puñetera realidad”, lanzaba. “Cuando uno es muy nacionalista, es que quiere robar más y no quiere que le robe otro, y por eso aquí dicen que todo es culpa de Madrid. Todo lo que se ha robado en la época de Pujol no es culpa de Madrid”.
Sostenía que “los españoles son como los catalanes, pero por lo menos se levantan más tarde, porque los catalanes se levantan antes para poder estar más rato sin hacer nada”
Corberó contaba que con Franco se sentía “muy catalán”, pero no le duró mucho el ansia en el pecho. Una vez falleció el caudillo, se le empañaban los ojos cuando oía cantar en catalán la sardana La santa espina. “Era emocionante porque ya no estaba prohibido”, guiñaba. “Pero entre que esté prohibido y que sea obligatorio, prefiero que esté prohibido”.
Creía que los “detalles surrealistas” del ciudadano español “son preciosos”. “¿Y queremos prohibirlos? ¿Tú crees que yo dejaré de ser español porque unos cabrones inventen un sistema? No”. Esperaba, con los dedos casi cruzados, que “la cosa no acabe a hostias, que podría”. “Puede ser que al final no queden más cojones que traer al Ejército porque pasa otra cosa: a la primera hostia los catalanes se cagarán todos”.
Citaba a Balzac: sin gran voluntad, no hay talento. Y a Bernard Shaw: "Los pañales y los políticos se han de cambiar con frecuencia y por la misma razón". Unos últimos versos, de Don Juan: "Siempre vive con grandeza / quien hecho de grandeza está".