La sala a rebosar. Cerca de 300 personas se fotografían junto a la pieza más espectacular de la 57 edición de la Bienal de Venecia, inaugurada hace una semana, con 120 artistas y casi 90 pabellones. Es impresionante: un caballo gigante se cierne sobre una niña, que se tapa la cara y le tiende una mano sobre su frente, parece que para tranquilizar su bestialidad desbocada, en un acto de confianza extrema. Las figuras en blanco chillan sobre el ladrillo de las paredes de la estancia, un edificio del siglo XIII.
A la estancia se accede por una puerta que advierte de la inquietante presencia. La artista argentina Claudia Fontes (Buenos Aires, 1964) ha plantado un grito en la cita, es un pistoletazo en medio del concierto. “Priorizo el impacto a la razón”, comenta a este periódico acerca del valor de la presencia desproporcionada, espectacular.
No pretendo que el lector lea todo lo que he pensado a partir de la imagen que se me presentó
Claudia está sorprendida por la respuesta que ha tenido la escultura. Dice que le escriben de todas partes del mundo, personas que han pasado por la cita del arte contemporáneo más importante del año para contarle su experiencia con la obra. Explican a la artista sus interpretaciones, le felicitan por denunciar el maltrato animal, otros ven la voracidad capitalista en el caballo… Es una obra con una lectura tan cerrada que cada espectador la lee como quiere.
La artista reconoce que no hay un discurso claro y que tampoco le interesa, porque no puede intervenir en la sensibilidad de cada una de las que pasa junto a su instalación El problema del caballo. “Nunca trabajo ilustrando textos o discursos. Simplemente, se impone la imagen. No pretendo que el lector lea todo lo que he pensado a partir de la imagen que se me presentó”, asegura a EL ESPAÑOL por teléfono.
Caballo explotado
El mensaje que ella propone es la explotación oculta del caballo detrás de los materiales con los que está hecho el edificio. El caballo y su fuerza tractora ayudaron a levantar este Arsenal, en el que se construyeron cañones y balas de cañones para los barcos. Transportaban la madera, el ladrillo, el hierro, son los protagonistas desaparecidos de esta historia.
Ahí halla otra lectura como primer ejemplo histórico de línea de producción y antecesor del fordismo. Pero hay un tercer aspecto: perpetuar la tradición decimonónica de las representaciones nacionales en una gran feria. Ella viste los colores de Argentina y con El problema del caballo también presenta el mito del nacimiento de su país. Por España ha ido Jordi Colomer, que reivindica el nomadismo como una revolución...
Una derivada interpretativa más de la obra de Fontes es el cuestionamiento a la colonización y al capitalismo, por las relaciones de dominación y control que ha creado. Las especies humana y equina han sido “entrelazadas por la explotación desde el mismo momento en que domesticamos los caballos”.
¿Le preocupa que el espectador no llegue a interpretar todo esto en esta imagen? “En absoluto. No es mi intención. Cualquier acercamiento a la escultura es muy válido, prefiero que cada uno construya su propia narración”, responde.
La obra podría entenderse también como una llamada a buscar una nueva manera de organizarnos
“Por cierto, no es una niña, es una mujer. Todo el mundo la confunde con una niña, pero no lo es. De todas maneras, lo importante del encuentro entre este dúo es la mano, gigante, de la mujer sobre el caballo. La obra podría entenderse también como una llamada a buscar una nueva manera de organizarnos. El destino de las dos especies está amarrado al derrotero de la civilización capitalista, la única manera que encontramos para funcionar y que tampoco funciona, dado que nos explotamos los unos a los otros”.
Conectar con el arte
Demasiadas explicaciones para una obra que, sobre todo, quiere impactar. Fortes se queja del exceso de valoración que el arte contemporáneo hace sobre sí mismo, el excesivo peso de lo racional. “Hay tantas interpretaciones de esta obra como cada uno quiera poner. Para mí es muy importante que la gente se conecte con el arte. Esa es mi apuesta: provocar y desestabilizar al espectador a nivel físico. Que ese impulso sea más rápido que la razón”, dice la artista.
Quiere que la primera impresión descoloque. Sobre todo en una cita como la Bienal de Venecia, donde prima lo visual, y en la que ha decidido incluir una escultura ecuestre en el centro generador de tendencias artísticas. Obra figurativa en el siglo XXI, pura provocación. Más todavía si tenemos en cuenta el proceso creativo: todo ha sido construido con una impresora 3D. La máquina extrae del bloque de resina y polvo de mármol la figura que se le ha ordenado. Vaciar hasta encontrar la pieza, como si fuera Miguen Ángel. Más preciso.
Todo ha sido construido con una impresora 3D. La máquina extrae del bloque de resina
“Es una escultura ecuestre del siglo XIX mezcla de videojuegos, porque usé mucho software de videojuegos. Escaneamos las figuras humanas. De hecho, el chico en cuclillas es mi hijo. A partir de los escaneos originamos un archivo digital y la máquina lo produce. En el caso del caballo, a un tamaño de cinco metros. Es impresionante, porque la precisión es absoluta. Yo le metí mano al final y modelé algunas partes. Si no meto mano, no me quedo tranquila”, cuenta a este diario. El choque entre viejas y nuevas tecnologías también es una de las partes fuertes de la obra.
El peso, en la mujer
El secreto de la pieza: son las piernas de la mujer las que resisten el peso de la instalación gigante. No es el caballo, no está enganchado a ninguna parte. Es un edificio protegido por Patrimonio. Que la figura de la mujer soporte el peso es otra lectura más: el caballo no es triunfante, ni rampante, es un caballo que se quiere quitar de encima al jinete, en transición al sometimiento.
Un instante antes de ser calmado por ella. Una mujer. “Sí, es una cuestión feminista. La solución y la responsabilidad cae sobre ella”. Por cierto, la mujer no es que no quiera mirar al animal, se tapa los ojos, dice, porque es un gesto más cercano al tacto que a la visión.
Días antes, por el Día Internacional de la Mujer, en Wall Street se plantó una escultura de bronce en la calle: Fearless Girl, de la artista uruguaya Kristen Visbal. El alcalde Bill de Blasio la indultó y le ha concedido una permanencia de un año a esta niña que se enfrenta a un toro que está a punto de embestir. La leyenda en el suelo dice: “Conoce el poder de las mujeres en el liderazgo, ellas marcan la diferencia”. Una coincidencia que subraya la vuelta a la figuración y a la reivindicación del papel de la mujer en la sociedad.
“Es una linda coincidencia. Sin embargo, sólo coinciden en que hay un animal y un personaje femenino. Además, las mujeres son opuestas: si la chica desafía al toro, en mi escultura el caballo no está enojado, sino en estado de pánico. Y ella no lo desafía. Es una alianza entre ambos, no existe conflicto”, aclara Fontes. El mejor momento de ver la obra es cuando se pone el sol, con una luz más templada, cuando la vehemencia, los arrebatos y las tormentas parecen templarse y la ira del animal se aplaca con un gesto de confianza.