Alicia Koplowitz y Jaime Botín: unidos por Picasso, separados por el fraude
Los dos multimillonarios compran arte, pero ¿cuál de ellos es coleccionista? Ambos tienen obra del pintor malagueño de su decisiva etapa en Gósol, precubista.
27 julio, 2017 03:27Dos años antes de la creación del cubismo, Pablo Picasso veranea tres meses en Gósol, un pequeño pueblo de Lérida, junto con Fernande Olivier, su compañera por entonces. Juntos viajan desde París a Barcelona y de ahí a la aldea. Ella se convierte, junto al paisaje, en la protagonista de un paso decisivo en la carrera plástica del pintor. En aquel rincón perdido de la sierra del Cadí da los primeros pasos que descompondrán la historia del arte en cubos.
Picasso tiene 24 años y había conquistado el gusto y el bolsillo de algunos buenos clientes, que Gertrude Stein le pone a tiro. Las penurias han pasado, no hay problemas económicos, pero busca una salida a su bloqueo creativo. Y lo encuentra en Gósol. Las fuentes consultadas por este periodista aclaran que en España los ejemplos de esta etapa picassiana son escasos.
“Fue una etapa en la que Picasso se ve claramente influenciado por la plástica del arte ibérico y en los hallazgos llevados a cabo en ese momento influirán decisivamente, no sólo en el cubismo, sino también en la evolución posterior de la pintura del siglo XX”. El entrecomillado pertenece al informe remitido en 2012, desde el Museo Reina Sofía a la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes del Patrimonio Histórico (Ministerio de Cultura).
Maniobra ilegal
Este análisis retendrá para siempre en territorio español un retrato de Fernande Olivier hecho por Picasso, que hace dos años Jaime Botín trató de llevarse por las buenas en su velero Adix (valorado en 30 millones de euros). Tenía prohibido sacarlo de Espala, después de haber sido decretado inexportable por el Ministerio de Cultura. El banquero había pedido permiso al organismo para venderlo en Christie's Londres. El cuadro está valorado en 26,2 millones de euros y todo apunta a que, tras su maniobra ilegal, pasará definitivamente -gracias al artículo 29 de la Ley de Patrimonio Histórico- a las colecciones de los españoles.
La polémica Cabeza de mujer es una pieza clave en la producción de Picasso en la sierra del Cadí, donde el artista se vuelve otro. “Gósol fue una maravilla. Allí en las alturas, en medio de un aire de increíble pureza, por encima de las nubes, rodeados de gentes amables”, escribe Fernande en sus Recuerdos íntimos. Lo recuerda como un lugar donde encontraron la felicidad. Allí Picasso pintó mucho, casi un centenar de cuadros que rompen con las convenciones en las que se sentía atrapado.
Dejó su producción a un paso de Las señoritas de Avignon (1908): en Gósol ya asoman los cuerpos escultóricos, ya las formas rotundas, ya los rostros máscaras y la simplificación de los detalles. El contorno se hace geométrico, los ojos afloran como almendras, las narices se triangulan, la cabeza es desproporcionada. El grado cero de la modernidad de Picasso se guarda en estas once semanas de felicidad y en los retratos que realiza. Entre ellos, dos de Fernande vuelven a hermanarse.
Patrimonio a la vista
Mientras Cabeza de mujer descansa “arrestada”, en los almacenes del Museo Reina Sofía, donde se conserva hasta que el juez dicte sentencia, Desnudo de medio cuerpo con cántaro, es colgado en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. El cuadro de Picasso forma parte de una exposición sin precedentes: por primera vez Alicia Koplowitz hace pública parte de su colección de arte.
Entre las 89 piezas, esta obra de Gósol llama la atención. Es la primera vez que se ve en España, antes pasó por exposiciones de Colonia, Hamburgo, Múnich. Hacía más de 50 años que esta pintura no se contemplaba públicamente. El cuadro muestra a una mujer que se gira hasta quedarse de perfil, junto a unas vasijas, sobre un fondo disuelto en pinceladas rosáceas, blancas y ocres. Otra prueba más de la destrucción a la que se está sometiendo el propio pintor.
Koplowitz cuenta con varios Picassos de las dos primeras décadas de su estancia en París. El historiador del arte Francisco Calvo Serraller escribe en el catálogo de la exposición que las obras “representan respectivamente el paso del modernismo finisecular al estilizado realismo a lo Toulouse-Lautrec, los preliminares del cubismo y la culminación del llamado retorno al orden”. “Todo el mundo coincide que Gósol fue el laboratorio donde Picasso comenzó a gestar la que habría de ser su primera obra maestra absoluta, Las señoritas de Avignon, y, por tanto, el primer peldaño para su imprescindible contribución al arte moderno con el cubismo”, añade.
¿Qué es un coleccionista?
Jaime Botín y Alicia Koplowitz, unidos por Pablo Picasso y separados por la Guardia Civil y el fraude. Representan dos maneras de acercarse al arte, dos modos de considerar la obra. Uno la considera un producto de inversión, ella como un reflejo de su vida. “El coleccionista es aquella persona que trata de hacer perdurar los distintos hitos de su vida a través de las piezas que va guardando. Desde las más humildes colecciones hasta las más fabulosas y deslumbrantes, pienso que todas tienen ese sentido”, escribe Koplowitz sobre su actividad artística. “La colección tiene mucho que ver con mi biografía”.
Según Forbes, en 2017 ella tiene una fortuna valorada en 2.700 millones de dólares; él, 2.200 millones de dólares. Él representa todo lo contrario a lo definido por la profesora María Dolores Jiménez-Blanco, en el informe El coleccionismo de arte en España, volumen producido por la Fundación Arte y Mecenazgo de la Obra Social “la Caixa”, donde asegura que el coleccionismo entraña un compromiso vital de gran calado.
“No basta con un paladar refinado y una compra esporádica. Tampoco con una abultada cuenta corriente o la pertinente consulta a expertos sobre los valores de las obras artísticas en relación con el mercado”, cuenta la especialista, sin intención de retratar a Jaime Botín. “Las riquezas sobrevenidas sólo excepcionalmente desembocan en verdaderas colecciones de arte, es decir, en algo distinto de una mera acumulación compulsiva de piezas”. Las colecciones requieren una visión del mundo coherente y un “cierto compromiso hacia la comunidad en la que se enclavan”.
Un ejemplo moral
Koplowitz ha demostrado, después de más de tres décadas acumulando obra, querer compartir sus riquezas -por unos meses- con la sociedad, en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Pero, ¿cuál es el compromiso de Jaime Botín, expresidente de Bankinter y rodeado por la justicia en mil frentes? Podemos encontrarlo en sus artículos publicados en el diario El País, quizá uno de los hitos inalcanzables en la historia de la hipocresía.
“Ha llegado el momento de decidir lo que está bien y lo que está mal”, escribía el acusado de contrabando en uno de aquellos articulados sobre ética y moral. Aparecieron publicados en este periódico un par de años antes de que se saltara la ley y sacara del país el cuadro -para venderlo de forma fraudulenta- que no debería haber cruzado nunca las fronteras nacionales por orden del Ministerio de Cultura. Es importante recordar que sigue siendo vocal de la Fundación Botín, entre cuyos objetivos se encuentra la promoción y protección del arte.
El hermano de Emilio Botín pedía a la ciudadanía que se rebelara contra la “miseria moral” de nuestra sociedad. A don Jaime le hervía la sangre de la indignación: “Se pueden soportar muchas cosas, pero no se puede soportar el mal ejemplo”.
Rodeado por la Justicia
La defensa de Botín encontró un día antes de que la Fiscalía pidiese cuatro años de cárcel y multa de 100 millones de euros contra Jaime Botín por contrabando, una querella de la Sección de Delitos Económicos de la Fiscalía Provincial de Madrid. Al parecer, Jaime ha defraudado un millón de euros a la Hacienda Pública al comprarse un avión de 10,7 millones de dólares, sin declararlo en España. Todo para evitar el Impuesto Especial sobre Determinados Medios de Transporte, a través de una empresa pantalla que habría evitado al fisco.
La defensa del banquero, tratando de aclarar la ejemplaridad que su cliente demandaba en sus artículos de prensa, ha querido demostrar que el cuadro no tiene nacionalidad española -a pesar de que fue Christie's quien lo confirmó al pedir permiso para venderlo en el extranjero- y que su defendido navegaba por el Mediterráneo dentro de las aguas de la UE, sin saber que eso infringía la prohibición de exportar. Las autoridades francesas lo detuvieron en Córcega, con el cuadro embalado en papel estraza. Una curiosa manera de disfrutar de un Picasso.
El Catedrático de Derecho Constitucional, Javier García Fernández, reconocía a este periodista que, en el mismo momento en que abandonó las fronteras del país, “el Picasso de Jaime Botín pasa inmediatamente a ser propiedad del Estado español”. Aunque los modos de coleccionar a Pablo Picasso de Koplowitz y Botín son dos Españas enfrentadas, una de ellas siempre termina entregando su patrimonio al pueblo para que lo conserve y lo difunda.