La historia de la música le vio cantar al ritmo de la autodestrucción. Sus letras arrastraron la catarsis que le acompañaba a diario mientras el público descubría el grunge de la mano de ese rubio atormentado.
Kurt Cobain fue uno de esos artistas que se dejó llevar por una genialidad incontrolada -que fue también su ruina personal- en un mundo en el que sentía no encajar. No sólo dejó su música también dejó una gran cantidad de pinturas, ilustraciones y viñetas hasta ahora desconocidas por el gran público.
Cobain expuesto
La Feria de Arte de Seattle expone ahora las obras plásticas originales del cantante. La exhibición muestra los dibujos y extractos de sus diarios personales además de dos pinturas que no se habían publicado antes.
Empezó a pintar a los ocho años, sus primeros dibujos fueron del Pato Donald y El Hombre Lobo -poco había del joven que después reflejó el horror en sus ilustraciones-. En la muestra de Seattle está expuesta la obra original que hizo para Incesticide (1992), una de las grabaciones de estudio de Nirvana. Una cabeza hueca y un esqueleto, aparecen junto a dos amapolas y un bebé con la cabeza rota, así era el dibujo que hizo Cobain para la portada del álbum.
Sus diarios revelan un estilo muy parecido al de su música, Cobain retrató cabezas desfiguradas, cuerpos retorcidos y muecas que simulan gritos desesperados. Cuando dibujaba personas siempre lo hacía a través de los esqueletos que combinaba con una iconografía oscura.
Un espejo para el personaje
Veinte años después de su muerte se expone su obra pictórica que mucho tiene que ver con la musical. Igual que ocurría con sus canciones ocurre con la pintura que es un retrato transparente del icono atormentado.
La muestra de Seattle es un recorrido por la experiencia del músico -y artista- que funciona como un reflejo de la cultura juvenil de los años noventa. Es una forma de descubrir su lado oculto y ver la cara irónica y oscura del vocalista.