Cuando despertó, <strong>Franco</strong> todavía estaba allí. Nunca se marchó, siempre resucita, como el Lázaro que acaba de volver a la vida pintado por <strong>José de Ribera</strong>, en 1616. Cristo señala al resurrecto, como el Congreso de los Diputados señaló al dictador cuando hace unos meses el PSOE trató de desenmascarar al PP moviendo la losa de mil quinientos kilos de peso de la tumba del caudillo, para sacarlo junto a <em>Joséantonio</em> del Valle de los Caídos. Pero en la enésima vuelta a la vida de quien España no deja deshacerse en los libros de Historia, sólo un voto estuvo en contra de desactivar Cuelgamuros como bomba de exaltación franquista, y fue por error. Sin embargo, lo ocurrido en la Cámara Baja sólo es un paripé no de ley que caerá en el olvido, permitirá a los muertos seguir presentándose y mantendrá a España en un <em>flashback</em> permanente. Esto no lo mueve ni <strong>Augusto Monterroso</strong>.