El auge popular de <em>La Gioconda</em> supera en fama a <strong>Leonardo</strong>. Las versiones del retrato se multiplicaron en el siglo pasado y, cuando en 1919 <strong>Marcel Duchamp</strong> compra una postal del cuadro y le dibuja un bigote y una perilla de chivo, el estrellato se consolida. El padre del <em>ready-made</em> firma la gamberrada con “L. H. O. O. Q.”, letras que leídas por un francés suenan a “elle a chaud au cul”, algo así como “ella tiene calor en el culo”, o sea, “está caliente”. La suya sigue siendo la parodia más famosa del original y convirtió al retrato más fotografiado en sala de la historia de la pintura, en una diana sobre la que pocos se han privado de disparar con sal gorda desde entonces. El Louvre calcula que pasan por delante de <em>La Gioconda</em> unas 20.000 personas por día. Apenas unos segundos para la foto con Lisa y a continuar el recorrido. El original manda, aunque pida a gritos una restauración.