Viva la fiesta, viva el vino y vivan las tarjetas black. Viva el Estado fuera de control y los gastos de representación. Gerrit van Honthorst no conoció al ministro que blanqueó en bucle cuando era gerente del FMI. Se desconoce en quién se inspiró para retratar, en 1624, al Violinista alegre con un vaso de vino. Sólo es un músico anónimo, vestido para el teatro y ese sombrero de plumas, que celebra la buena vida, con alegría, con mucha alegría. No tiene miedo, sólo le preocupa que acabe la verbena liberal. Como si hubiera blanqueado más de 30 millones de euros con una offshore o escondiera otros siete en el extranjero para defraudar Hacienda, el retrato del Museo Thyssen ensalza la impunidad de vivir en jarana durante 16 años, mamando del despilfarro, el desenfreno, los enchufes, las chapuzas, los sobresueldos, los paraísos fiscales y las amnistías fiscales. Además, no paga la cuenta.