Hay cuadros que son como un accidente inevitable, como una curva inesperada contra la que uno se estampa. Hay cuadros de los que se sale malherido y lleno de daños colaterales. No son los más famosos, no son los que brillan entre los grandes éxitos de los museos, ni siquiera aparecen en los folletos turísticos. Tan insignificantes que cruzarse en su camino resulta una casualidad mortal.
Es difícil ignorar esa mirada. Acaba de tener un accidente de coche, ha salido disparado por la ventanilla y ha terminado con su cabeza sobre una roca. Que chorrea sangre. Podría ser cualquiera, pero es el muerto que nos mira es el propio pintor del cuadro, que pocos meses después de pintarlo es asesinado en una cuneta de la carretera de Vicálvaro. Es Alfonso Ponce de León y muere con 26 años, en 1936, ejecutado por milicianos republicanos, que se apuntan el tanto de haber acabado con la vida del jefe de Propaganda y Prensa de la Falange.
El cuerpo yace extraño. Las piernas se pierden entre los faros y la carrocería del coche. La luz que alumbra al accidentado no procede del automóvil, es un potente foco que alumbra de frente al fallecido, que indica con el dedo índice de su mano derecha la sien ensangrentada y la izquierda enredada en las hojas de un cardo seco.
El impacto ha roto la alambrada que limitaba con la carretera y ha partido en dos un cartel que prohibía algo. El coche tiene matrícula inventada de Bilbao (BI-8913, propiedad de un individuo apellidado Longrinos Guinea). La escena es tan extraña que parece una pesadilla del propio artista, que tituló la premonitoria obra Autorretrato, antes de cambiárselo por el de Accidente. Hoy descansa en la sala 209 del Museo Reina Sofía, listo para el percance con el espectador que sea deslumbrado por el foco del coche.
Un autorretrato accidentado
La primera vez que muestra públicamente el cuadro es en la Exposición Nacional de Bellas Artes, en mayo de 1936. Tras las elecciones del 16 de febrero de 1936, los incontrolados toman la justicia por su cuenta y se crean las checas, constituidas por tribunales populares clandestinos. “Hacia el 20 de septiembre, y en medio del caos, Ponce de León es detenido por los incontrolados. La detención del artista se produjo en el Paseo de la Castellana, junto a la Plaza de Colón, cuando estaba en compañía de su esposa”, escribió Rafael Inglada en el catálogo de la exposición retrospectiva montada en el Museo Reina Sofía, en 2001.
Fue asesinado en Vicálvaro. El trágico final del pintor en el cuadro y del pintor en la vida real han hecho que el Comisionado de la Memoria Histórica, creado por el Ayuntamiento de Madrid, decida homenajear al pintor vanguardista. Es la única placa de las 32 que se colocarán que dedica el consistorio a un represaliado por el Ejército republicano. Y estará en el Paseo de la Castellana, 2.
Formado en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde coincidió con Salvador Dalí, Maruja Mallo y Margarita Manso, que se casaría con él, Ponce de León colocó su obra entre lo vivido y lo pintado, en una zona realista mágica que le permitió escapar del realismo. Pero no de la realidad. Donde lo sencillo es muy complejo.
Un cuadro lleno de fantasmas
En Accidente está todo Ponce de León: expresividad, dramatización, ironía, tristeza, desolación, escepticismo, ensoñación y la representación de un hombre-pelele sin fe en los destinos humanos. Todos sus cuadros beben de esa soledad desgarradora. Como si el mundo no existiera. Y vaya si existe. El cuerpo tendido del pintor muerto en su cuadro es un fogonazo del drama humana, el más bello de todos.
“Entre la realidad contemplada y la realidad recordada hay un mundo incierto, terrible y lleno de fantasmas”, escribe César González Ruano sobre el pintor. “Claro que los fantasmas no acuden siempre que se los llama. Y hay que recordarlos, porque no he visto nada más rebelde a un Kodak que un fantasma. ¿Son terribles!… Ponce de León es mucho más que un pintor de estilo: es un pintor de su estilo”.
En 1929, participa en el Primer Salón de Artistas Independientes con los cuadros Golfos, Andaluza en el mar, La peinadora, Puestos y Bodegón de un frutero y un papel. Dos años más tarde trabaja haciendo figurines para La Barraca de Federico García Lorca. También aparece como actor en los cortos Falso noticiario, y Do, Re, Mi, Fa, Sol, dirigidos por Edgar Neville.
Entusiasmo falangista
En 1935 celebra en el Centro de Exposición e Información de la Construcción de Madrid (en la Carrera de San Jerónimo de Madrid) su primera muestra individual (y la única), en la que presenta una docena de obras, desde 1927 hasta ese momento. Dionisio Ridruejo, líder intelectual del franquismo, se preguntaba: “Es curioso que un pintor tan interesante haya desaparecido, como si dijéramos, del mapa”.
En 1933 se crea el partido Falange Española, en el Teatro de la Comedia, al cual se afilia. Diseña el anagrama del Sindicato Español Universitario (SEU), con un cisne, el yugo y las flechas, que reúne a las juventudes falangistas españolas. En 1935 publica ilustraciones en Fe y Arriba y pinta carteles de propaganda falangista.
“Cuando llegaron las elecciones de febrero del 36, sus manos colocaron nuestros carteles en esquinas madrileñas. En los días de persecución, su estudio fue nuestra oficina clandestina, lugar de incubación del “NO IMPORTA”, aparece en un anónimo pocos días después de su muerte. “Su entusiasmo, grande como el día primero, aumentó cada hora, cada minuto. Como tantos otros, en la Falange se encontró a sí mismo”. Lo describe como amigo y contertulio de José Antonio, que trabajó “incansablemente” en la Jefatura Nacional de Prensa y Propaganda.
“En Madrid esperó la Revolución. Conocemos su indignación ante los temores que alguien le expresara, y sabemos su respuesta: “¿Qué importa? ¿No os dais cuenta de que es la suerte entera de España lo que ahora se juega? ¿Qué vale una vida , aunque sea la nuestra, ante toda la Historia?”, le recuerda dicho anónimo.
Hay cuadros contra los que uno se estampa y no puede curarse de ellos. En el mismo Museo Reina Sofía cuelga Un mundo, de Ángeles Santos. En el Museo del Prado, Saturno devorando a un hijo, de Rubens.