El Palacio de Cristal del parque del Retiro madrileño es un invernadero en verano y un congelador en invierno. El Museo Reina Sofía gestiona el edificio del siglo XIX, donde en estos momentos expone la artista colombiana Doris Salcedo (Bogotá, 1958) un homenaje a los migrantes que mueren en el mar tratando de llegar a las costas europeas. Ha titulado la instalación Palimpsesto, en la que trabajaron treinta personas un sistema que hace aflorar los nombres de los muertos escritos en agua. Una imagen invisible, que rescata 200 nombres del fondo abisal del olvido. Emergen y desaparecen, en un grito mudo que trata de llamar la atención sobre una crisis humanitaria que Europa prefiere ignorar.
A las puertas del Palacio de Cristal, fuera de la obra de arte, muriéndose de frío en la cruda realidad, más personas ninguneadas: los trabajadores, que ven y padecen cómo sus reivindicaciones laborales son ninguneadas por la dirección del museo que encargó la obra de arte a la Premio Velázquez 2010. Ni una sentencia de la inspección laboral ha forzado al museo a atender las peticiones de los informadores subcontratados vía MagmaCultura.
Tanto empresa como museo debían haber atendido la obligación de crear un espacio digno en dicho palacio, para que los trabajadores culturales desempeñaran sus labores acordes con la ley y sus derechos. Pero han pasado siete meses desde el final del plazo dado en aquella sentencia y no han adaptado el lugar para que los informadores puedan afrontar las temperaturas disparatadas en verano (más de 40 grados) y gélidas del invierno (hoy, a las once de la mañana, dos grados bajo cero).
Paseos para descongelarse
Los trabajadores han pedido permiso para ponerse un gorro y soportar las bajas temperaturas del edificio. La empresa se lo ha concedido. El frío al que se exponen es tan intenso que hacen turnos de media hora -para descongelarse- y cambian de la sede del Palacio de Cristal al Palacio de Velázquez, a unos doscientos metros, también gestionado por el museo. Esto también se lo ha permitido la dirección del Reina Sofía a la empresa.
Tal y como ha podido saber este periódico, el pasado mayo se puso la denuncia a la inspección laboral. Los motivos eran los mismos: falta de adaptación del espacio a las necesidades laborales del trabajador. Pero la exposición de Doris Salcedo “es la gota que colma el vaso”. Los dos informadores deben trabajar en la puerta, en la calle, para indicar a los visitantes que deben ponerse unos patucos para acceder al interior. La obra es sensible. Lo curioso es que los vigilantes de otra empresa privada sí pueden estar a refugio.
Los trabajadores cuentan a EL ESPAÑOL que han pedido un calefactor para que les acompañe en la intemperie, pero les ha sido denegado. La exposición se inauguró hace dos meses. La explicación es que el cable que pasaría de la toma de luz, en el interior, a la puerta interviene en la obra de arte. No es algo estético. El resultado es pura ironía: la denuncia de la muerte por negligencia política incumple con los derechos de los trabajadores.
Casos precedentes
La gestión del Templo de Debod ha pasado por una crisis similar. Las máquinas de ventilación del lugar estaban obsoletas y el problema impidió la apertura del espacio en verano y en invierno. De hecho, el pasado enero, se clausuró de forma indefinida hasta que el Ayuntamiento lograra que los termómetros del templo marcaran por encima de los 17 grados. En julio volvió a cerrar porque marcaban más de 30 grados en el interior. Son cifras que en el Palacio de Cristal, como señalan los trabajadores, se superan con facilidad.
En todos estos meses los trabajadores no han recibido ninguna contestación de la empresa o del museo. Tampoco han intervenido en la mejora de su situación. Este periódico se ha puesto en contacto con Artur Duart, dueño de MAGMA, sin embargo, el empresario ha preferido eludir el requerimiento. La empresa con contratos en el Museo del Prado, el CaixaForum, el Museo Picasso, la Fundació Mapfre de Barcelona, el MNAC, la Biblioteca Nacional de España y otros, no ha sabido responder al motivo por el que han obviado la sentencia de la inspección laboral de la que hablan los trabajadores.
Por su parte, el Museo Reína Sofía sí ha contestado a este periódico: “En estos momentos se gestiona la instalación de calefactores en el pórtico de entrada para paliar los efectos de la baja temperatura”, después de dos meses. Además, apuntan que se han coordinado con MAGMA para “proporcionar los mejores niveles de confort posible”.
Se refieren a “ropa especial de abrigo con prendas térmicas para las épocas de frío”, “ropa específica para verano con materiales ligeros de lino o similar”, “autorizar las rotaciones de personal entre los trabajadores del Palacio de Cristal y de Velázquez”, así como “permitir a los trabajadores permanecer en el exterior del Palacio, a la sombra”. Es decir, no se aclimatará el espacio a las necesidades del trabajador. “Me parece una situación humillante”, cuenta uno de los trabajadores consultados. “Nuestra empresa juega al desgaste del trabajador”.
Esta situación es consecuencia de la externalización de las responsabilidades del museo. La institución, con Michaux Miranda y Manuel Borja-Villel al frente, ha mantenido y estimulado la práctica de contratar, ante los sindicatos, las tareas propias del museo: ya no hay mozos de museos que manipulan y montan las obras, tampoco hay vigilantes ni informadores de sala del museo. En 2014, según los Presupuestos Generales del Estado, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía gastó 15 millones de euros en servicios, la mitad de su presupuesto. Y fue creciendo, año a año: en 2015, 16 millones de euros. En 2016 fueron 16,5 millones de euros. Próxima parada del arte contemporáneo: las condiciones laborales del capital.