El boceto es la caja negra de una obra maestra, donde queda recogido el plan de vuelo que sigue el pintor. Son apuntes sin arte y arte sin condiciones. Son el mapa de la creatividad, el Juicio Final al que se enfrenta el creador justo al inicio de la creación. Conocer las primeras manos del artista es adueñarse de su alma y averiguar cómo se enfrentó al cuadro, cuáles fueron sus problemas, indecisiones y aciertos. Los arrepentimientos, los complejos y las seguridades. Es el subconsciente de la personalidad de Rubens y de cualquiera. Pero él fue el primero en empeñarse en esta herramienta, que le facilitaba la búsqueda de la composición ideal.
¿Ensayar es de cobardes? Velázquez no lo hacía, Rubens sí y uno no atina a descifrar si los bocetos lo humanizan o, al contrario, ensalzan su divinidad. Porque los fallos hacen de los bocetos pruebas vivas y a sus réplicas finales, muertos vivientes. Pasa en la pequeña tabla reutilizada, en la que Prometeo porta el fuego de la creatividad en pleno cielo, con un gesto soberbio y soberano, con unos toques tan exquisitos de luz y color que indican que Rubens “estaba elaborando los bocetos a la vez que los pintaba”.
Velázquez no lo hacía, Rubens sí y uno no atina a descifrar si los bocetos lo humanizan o, al contrario, ensalzan su divinidad
Así lo explica Alejandro Vergara, comisario, junto con Friso Lammertse, de la exposición Rubens. Pintor de bocetos, en el Museo del Prado. “Me sorprende la cantidad de alma que pone ante todo lo que hace. Su mano dota de alma aquello que pinta”, asegura el jefe de conservación de pintura flamenca y escuelas del norte de la pinacoteca. Han logrado reunir 73 bocetos de los casi 500 que pintó el maestro, declarado aquí más pintor de bocetos que otra cosa. Una vez trazada la idea, el trabajo final dejaba de interesarle y se lo encargaba a sus ayudantes, en la mayoría de los casos.
Para abrir boca
Esta exposición es una revisión de la parte menos conocida de una figura esencial en la Historia de la pintura. El delicado montaje en sala anticipa uno de los movimientos más importantes de esta institución en los últimos años: la nueva localización de Rubens en las salas en la segunda planta del edificio Villanueva.
Cuando el próximo 25 de junio se abran las puertas de las nuevas salas de pintura flamenca y holandesa, la exposición seguirá abierta y funcionará como la antesala al apasionado y apasionante mundo del pintor con la mayor biblioteca de su tiempo. Será un momento importante para el museo que custodia y conserva más obra del pintor flamenco. Los 21 bocetos del museo pasarán a exhibirse en esa nueva disposición permanente.
El duende... flamenco
Entrar en su cuarto oscuro es un privilegio de voyeur, al que ayuda la luz tenue con la que se enseñan los bocetos sobre las paredes color burdeos. Uno se encuentra en el cuarto del ser del maestro, descubriendo sus fallos y sus apaños, con las mejores soluciones siempre a mano. Divirtiéndose sin condicionales. Sí, los bocetos de un pintor son el reality de la Historia del Arte, porque abren la puerta a la intimidad, al “duende del pintor flamenco”. Palabra de Vergara.
Y eso que no hablamos de un pintor realista, sino trascendental. “Porque trasciende la realidad. Porque la verdad de la pintura no es objetiva”. Además, explica que lo abocetado como estética ofrece proximidad al espectador y eso lo sabe Rubens, porque utiliza esa estética cercana que culmina en el retrato que cierra la muestra.
La realidad insinuada
Es Clara Serena Rubens, la hija mayor del pintor. “Un cuadro espectacular”. Para los comisarios, el artista termina convertido un pintor más allá de lo visible, que pese al carácter abocetado de este retrato, no es propiamente un boceto. Es una obra en sí misma. El rostro está muy acabado, pero lo que le rodea está muy abocetada. “La falta de acabado le proporciona una inmediatez que le conviene a un retrato familiar”. Para Vergara, Rubens transformó su amor por su hija en pintura para compartirlo con nosotros.
La falta de acabado le proporciona una inmediatez que le conviene a un retrato familiar
La particularidad de los trabajos preparatorios de Rubens es que están acabados con mucho detalle, tanto que sus composiciones son un calco de su estado definitivo. “Servían como modelos para mostrárselos a sus colaboradores y muy probablemente también a sus clientes”, cuentan los comisarios. “Además, le permitían al artista afinar sus ideas sobre una escena”. De hecho, son bocetos al óleo. Ningún otro artista antes que él encontró en el ensayo un camino para la obra maestra. Los dibujos subyacentes que se aprecian incluso en los cuadros finales indican que Rubens seguía pensando de forma creativa mientras pintaba, “sin limitarse a transcribir una composición ya definitiva”.
La pasión iluminada
Rubens entre los restos de madera en su taller. Le sirven para hacer pequeños apuntes. En otros casos usa papel también. No hay norma, ni orden. Es todo espontaneidad. No importa el final, importa la idea. Trabaja rápido y sin miedo. Son la prueba del pintor enorme y prodigioso que hay detrás de ellos. También del humano, porque “es profundamente humano”. “Lo que hace es mostrarnos la posibilidad de vivir nuestra vida con más conciencia y pasión. Una vida iluminada”, dice Vergara.
Aprendió de los maestros renacentistas la importancia de los contornos de las figuras y de las formas que componen las escenas. Este es un rasgo definitorio de los dibujos de Rubens. Otro es la libertad. No podía empezar a diseñar hasta que conocía el asunto de la obra y tenía una idea aproximada de sus dimensiones. Los clientes opinaban sobre el encargo y trataban de conducir al artista, pero era mejor dejarle al artista “libertad para hacer su trabajo”. En modo alguno era siempre así.
Un objeto muy preciado
Sus coetáneos deseaban tener bocetos suyos en sus colecciones. María de Médicis quería ver los bocetos de la serie que había comprado. Al gobernador de Bruselas le impresionó la tabla que llevaba el diseño de uno de ellos y escribió no saber por qué decantarse: “Qué admirar más, si el ingenio y el conocimiento, el cuidado y la afinidad, o, en fin, la destreza”.
Qué admirar más, si el ingenio y el conocimiento, el cuidado y la afinidad, o, en fin, la destreza
Pero si para sus admiradores, los bocetos de Rubens eran valiosas posesiones, para el propio artista más aún. Prefería conservar sus bocetos intactos y no desprenderse de ellos. No obstante, cuando no supervisaba el proceso completo y no era responsable del producto final, lo más probable es que los cediera a sus clientes, que habían pagado por el proyecto.
Es un pintor de bocetos, que evita las soluciones manidas, presta atención a los volúmenes, a los cuerpos en movimiento y a los gestos retorcidos, que detalla el dramatismo de las luces, con suficiente precisión como para no caer en el acartonamiento. La mano de Rubens baila sobre las figuras que forcejean y se entrelazan, entre las posturas imposibles de los personajes que forman masas como unidades de tensión. En los bocetos encontró la libertad de retar a su libertad. Y triunfó.