El pasado 10 de enero, el Museo del Prado recibe por carta la propuesta de una donación especial: Alicia Koplowitz y Romero de Juseu quiere regalar a la pinacoteca un cuadro que ha comprado en la galería Caylus. Le ha costado 300.000 euros. Es el precio más alto jamás pagado por un retrato de Federico de Madrazo (1815-1894) y no es la pintura que los especialistas consideran la obra maestra del artista romántico. El retrato de Josefa de Águila Ceballos (1852), marquesa de la Espeja, ya cuelga en la sala 62, junto a Sabina Seuphan Spalding (1846), por el que el museo pagó en 2014, 110.000 euros, estableciendo un récord tumbado ahora por Josefa.
Tanto José Luis Díez, el mayor experto en Madrazo, como Javier Barón, responsable en el Prado de la pintura del siglo XIX, señalan el retrato de Leocadia Zamora y Quesada (1847) como la obra cumbre de este pintor. Cuando Barón compra -don dinero público- el retrato de Sabina encumbra la pintura. Escribió en la ficha que “se trata de uno de los mejores retratos femeninos de cuerpo entero del periodo más intensamente romántico de su autor, sólo equiparable al de Leocadia Zamora (colección particular), dos años posterior”.
En la extensa ficha del retrato de “la tercera mujer de un banquero”, Barón no hace ni una sola mención al cuadro de Josefa. Es decir, el responsable de pintura del siglo XIX del Museo del Prado, cita dos obras como la cima de la creatividad de Madrazo y ninguna es por la que la empresaria ha pagado 300.000 euros. La cantidad multiplica casi en tres el precio de la que Barón suponía, en 2014, la pintura más cercana a su obra maestra. ¿El juicio de la historiografía del Prado se ve alterado cada vez que se adquiere obra?
Favores de la corte
Si la voz más acreditada en el Prado sobre Madrazo -en este momento, tras la salida de Díaz-, asegura que sólo Sabina es comparable con la obra maestra (Leocadia), es llamativo que Alicia Koplowitz haya pagado por Josefa ese precio. Una explicación podría encontrarse en que para regalar al Prado se compra caro. No es lo mismo agasajar al Estado español con un cuadro de 100.000 euros que con otro de 300.000 euros, sobre todo si eres la dueña de Construcciones y Contratas, además de ser vocal rel Real Patronato del Museo del Prado (desde 2007). Una práctica diplomática muy propia del siglo XVII, cuando los que compraban para el rey lo hacían muy caro.
Enrique Gutiérrez de Calderón, director de Gaylus, asegura que Sabina y Josefa no son comparables, porque el que acaba de vender es “uno de los más importante, es su obra maestra, junto Leocadia y la Condesa de Vilches (Amalia de Llano y Dotres, 1853, en poder del Prado). Ese es el top 3”. Deja fuera a Sabina, que también vendió al Museo del Prado hace cuatro años. “El precio del retrato de Josefa no me parece caro, de hecho, me parece incluso barato, porque no tenía licencia de exportación para salir en el mercado internacional. De haber sido así, su precio habría sido mucho más alto”.
De todas maneras, él mismo reconoce que es un pintor poco conocido fuera de nuestras fronteras, “pero si fuera francés se pagaría por este retrato hasta tres millones de euros”. Enrique Gutiérrez de Calderón apunta que el precio “depende de la calidad del cuadro, el tema estético”. Cuando le advertimos de que Javier Barón no habla de Josefa como obra maestra responde que eso será porque no lo conocía.
Sin embargo, el cuadro que acaban de vender los herederos (siete hijos) de la fallecida marquesa de Espeja, ya estaba catalogado por el Museo del Prado desde 1994, donde participó de una exposición temporal. Barón era consciente de ese cuadro cuando escribió en 2014 sobre Sabina y la ignoró. José Luis Díez escribe en el catálogo que Josefa es “probablemente, uno de los más bellos retratos femeninos de corte realizados por Federico de Madrazo en la década de los cincuenta y también uno de los más conocidos de su producción”.
Lo que más le llama la atención del cuadro donado es “la prodigiosa ejecución de los ropajes donde reside el mayor atractivo de este retrato, tanto en la jugosidad y transparencia de los encajes, como, muy fundamentalmente, en el espléndido modelado del mantón”.
Terciopelo granate
Barón ensalza similares cualidades en Sabina, pintada un año antes de Leocadia: “Las calidades del vestido de terciopelo granate, de sus aguas y pliegues, que realzan la blanca nitidez del escote y de los brazos, la suavidad del modelado delicadamente torneado de estos, la elegancia de la disposición de las manos, la belleza de las transparencia de los encajes, realizados con una pincelada de certera grafía, lo mismo que la ejecución del brazalete y el aderezo de perlas y del broche con pinjante en el escote, revelan una interpretación sutilmente estilizada del retrato de Gran Estilo”.
Para el director de Caylus, “Leocadia es un cuadro muy bueno, casi equiparable al retrato de la marquesa de Espeja”. “Pero la Espeja tiene más morbo y me parece más atractivo y más importante que el de Sabina, porque lo pinta en la cima de su madurez”. Sin embargo, la Leocadia es coetánea de Sabina, no de Josefa.
El precio tan disparatado es todavía mucho más llamativo si comparamos la venta privada con las subastas públicas, donde el mayor precio alcanzado por un retrato de Federico de Madrazo es de 36.000 euros, pagado por el retrato de la Reina Isabel II. El personaje también forma parte del precio y por la reina se pagó en Fernando Durán Subastas, en 2011, casi diez veces menos que lo desembolsado por Josefa.