Abel Azcona (Pamplona, 1988) es un artista en permanente desacuerdo con el mundo, un francotirador sin manías: sus enemigos son enemigos entre sí, no se conchaba, no cede un milímetro, molesta como una raspa en un ojo a diestro y siniestro. Está pinchando al planeta a ver si sangra, a ver si sale del letargo, a ver si se manifiesta -como él- y a ver si se hace preguntas -como él- sobre injusticias sociales, abusos, desigualdad, política, terrorismo y religión. Azcona no quiere halagos. Él sabe que el hombre acaricia al caballo sólo para poder montarlo. Se prefiere non grato, porque eso significa que su arte está calando como veneno lento. En noviembre de 2015 asistió a 242 eucaristías y con las hostias escribió en el suelo la palabra “pederastia”. Hubo sectores de Pamplona que se movilizaron contra su acción y la Asociación Española de Abogados Cristianos presentó una querella contra él por “profanación”.
Ha ido acumulando adversarios; y todos esos hostiles sólo tienen algo en común entre ellos: la sordera ante el pensamiento crítico. “Nunca me meto con un colectivo en concreto, que es lo que les suele pasar a los artistas”, cuenta a este periódico. “Me meto con todo el mundo”. Ahora anda carteándose con los haters, con los que le vilipendiaron, con los que le denunciaron, con los que le acosaron e insultaron: ha enviado misivas a la Asociación de Abogados Cristianos, a la Fundación Francisco Franco, al Arzobispado de Pamplona y Tudela, al Opus Dei de Navarra, a los cristianos católicos de España, a la organización paramilitar Al Qaeda, al Estado Islámico, a los fundamentalistas de cualquier religión, al Gobierno del Estado de Israel, a Vox, al PP, a Falange Española, a Ciudadanos, al Partido Republicano de EEUU, a Intereconomía, etc.
En esas cartas invita a sus detractores a asistir el próximo 19 de octubre a las 19 h. al evento La Muerte del Artista, con el que abrirá el Festival Eñe, este año dirigido por Luisgé Martín. La performance se celebrará en pleno hall del Círculo de Bellas Artes. Les recuerda a cada uno de ellos, en textos personalizados, que durante años ha recibido “denuncias, aperturas de procesos judiciales, publicaciones y amenazas contra mi integridad física promovidas por vuestra fundación”.
¿Quién quiere matar a Abel Azcona?
Y sigue: “En el vestíbulo del Círculo de Bellas Artes encontraréis una instalación performativa en la que os estaré esperando a partir de las 19 horas, hasta el cierre del espacio. Tendréis a vuestra disposición, además, un arma de fuego, preparada para su uso, enfrentada a mi persona, en el centro de la instalación. Os recomendamos no llevar vuestras propias armas, por la dificultad de acceder con ellas al edificio. No obstante, el arma que os espera, permanecerá en el centro del vestíbulo para su libre utilización por vuestra parte”.
Ruega puntualidad, ya que “esta invitación no es única, y debido al interés de más de veinte entidades, religiones, asociaciones, fundaciones o personas físicas en mi muerte inmediata, es posible que alguno de los invitados acceda al espacio y accione en arma con anterioridad a vuestra llegada”. Cuenta Abel Azcona a este periódico que se ha acostumbrado a vivir “con cien tuis insultándome o amenazándome al día”: “Por eso esto es una invitación directa a toda esa gente. El Papa no va a venir, obviamente, pero invito a los católicos de forma pública. Las cartas estarán en la sala y además las vamos a reunir en un libro que presentamos el día 20. El manifiesto se llama Presunción del artista como sujeto radical y desobediente tanto en vida como en muerte”, relata.
¿Qué cree Azcona que va a pasar? ¿Y si alguien dispara? “Yo considero que ese radicalismo es muchas cosas menos valiente, por eso quiero empoderarme frente a él. Esto es un recurso metafórico, pero claro… en su día, en Pamplona, dieron un aviso de un tipo con pistola por mi exposición. No es que yo me ponga en un sitio para que me peguen un tiro, es que me han puesto ellos ahí”, reflexiona. Abel Azcona no llama “muerte” a la muerte. “Es un proceso de carga vital. Es un proceso legítimo. Yo siempre he defendido el derecho a no nacer, por ejemplo. Tengo 30 años de ventaja, no tengo terror a la muerte”.
Empoderarse contra el fanatismo
Invita a que los artistas se empoderen frente a los fanatismos. Cuenta, por ejemplo, que los Abogados Cristianos son antiabortistas, pero a él le dicen cosas como: “A ti te tendrían que haber abortado”. “Ese es el odio que la religión crea. Por eso yo estoy ahí, para que puedan matarme cuando quieran. Ellos creen que con sus amenazas de muerte me quitan algo, pero mi verdadera visión del tema es que la muerte es un proceso artístico. Lo que tienen en común los fanatismos y las asociaciones de extrema derecha es el miedo. La derecha española hace lo mismo que la religión católica: se basan siempre en el miedo, antes a ETA, ahora a los catalanes satánicos”.
Y él no se deja engordar por ese miedo: “Su base es inculcarnos ese pánico, y no. Yo en esta performance no soy sólo yo: somos un montón de personas amenazadas por un sistema capitalista. Nos empoderamos. Estamos en el centro de la diana”.