En ARCO hay piezas sorprendentes en cualquier sentido: estafas y originalidades remotas, construcciones imposibles, conceptos brillantes o absurdos -según la lente con que se miren-. Sin embargo, siguen pesando aquellas obras que aún tratan de explicar el mundo: que lo ponen sobre la mesa de debate, que entregan al espectador un bisturí con el que descuartizar el propio presente. Todos estamos en ARCO; la sociedad entera cabe ahí, en sus memeces y en sus ráfagas de lucidez, en sus estéticas banales y sus grietas políticas.
Por eso resulta chocante, al ir paseando entre las galerías, encontrar una sencilla caja blanca y acristalada que esconde unos folios bíblicos. Sin colores estridentes, sin esperpento, o quizá con todo el posible. ¿Es una novela? ¿Es un ensayo? ¿O sólo la eterna explicación de alguna instalación cercana? En realidad, lo que uno halla cuando se asoma a la obra titulada Sentencia nº 20/2018 es España hecha páginas. Un retrato terrible -y justo- de lo que no hemos dejado de ser: un país corrupto.
La propuesta de Daniel García Andújar es, llanamente, la sentencia de Gürtel: una de nuestras fotos más ecuánimes. ¿Precio? 3.000 euros. "Pertenece a una serie de piezas sobre la corrupción, es uno de los temas que más he tocado. Es una forma de reflexionar sobre los diez años de la crisis a partir de la quiebra de Lehman Brothers", explica a este periódico. "Este proyecto pertenece a un catálogo: son como cien piezas enmarcadas. La primera catalogación la hace la UCO, los servicios de la guardia civil, cuando entran en la casa de Roca. Ahí se encuentran un mundo de antigüedades. Es casi un coleccionista de arte. Intento pensar en ese trabajo desde la mirada de la guardia civil, porque no son especialistas en arte: cómo lo van enmarcando todo página a página. Me interesa la mirada de los otros. Cómo se relaciona el mundo del arte con miradas muy variadas y poliédricas", relata.
"Ellos fotografiaban un Miró o un Tapies del mismo modo en el que, cuando encontraban una firma, la fotografiaban y la incluían como documento. De repente el arte como documento incautado, como bien incautado, como si fuera un coche o un caballo", reflexiona. García Andújar piensa que "en este país somos bastante corresponsables de lo que nos pasa": "Padecemos de una gran falta de vigilancia, de una gran falta de denuncia, por no hablar del tema del voto. Yo soy de Valencia y he vivido esa problemática muy de cerca. Mucha gente habla con ironía sobre la corrupción, aunque sienta que no se ha hecho justicia con todos estos casos. La corrupción es casi nuestra idiosincrasia. Es nuestro folclore".
El artista piensa que la población no ve a los corruptos políticos "como bandidos": "Sin embargo, lo son, porque además son servidores públicos, lo que es un agravante. Pero hay ciertas pautas que la gente ha aceptado. Se ha aceptado la criminalidad". En esta obra de 1.600 páginas quiere mostrar "el trabajo del sistema cuando, a veces, funciona": "Ves el ladrillo de folios e impacta. Tiene el peso justo, como una pieza escultórica. Es el peso de la ley cuando te dice: 'Estás condenado a tres años y hay 50 páginas que muestran los hechos probados'".
Le parecía "ejemplarizante", aunque a la vez le entristece que muchos ciudadanos le preguntaran de dónde había sacado la sentencia. "Es un documento público y muchos ni siquiera lo saben. Me sorprende. Yo trabajo mucho con el archivo y con la tecnología de archivo; o, mejor dicho, trabajo contra el archivo. Creo que los archivos tienen una gran capacidad de ocultación. Sabemos que las cosas están ahí, pero están ordenadas de forma que no son transparentes. Todo está ya digitalizado, sí, pero es tan caótico que se vuelve casi invisible. Siempre digo que el próximo fascismo viene definido a través de algoritmos".
Pone como ejemplo el hecho de que las tecnologías de la información seleccionen siempre las noticias o los contenidos de nuestra cuerda ideológica. "Están enfocadas a la personalización, a la individualización. Todos creemos que estamos rodeados de gente que opina igual, pero es una ficción virtual", explica. "Si te metes en tu timeline de Twitter lo crees así, pero luego las elecciones siempre sorprenden. Los ejércitos más sofisticados, como el chino o el ruso, ya dedican más fondos que nunca a la guerra de la información. Hay muchas compañías dedicadas a la manipulación de opiniones y a la generación de datos y ruido. Y nosotros seguimos sin tener la destreza ni la capacidad colectiva para entender lo que está pasando".
¿De qué es la prueba Gürtel; de qué es símbolo o síntoma? "De todo lo que ha pasado en los últimos años. Del colapso de la socialdemocracia, del choque de trenes del sistema. Es el fin de las utopías. El sistema económico y capitalista (que yo llamo postcapitalista porque ha habido un cambio entre el sistema de producción industrial y el sistema de transmisión de la sociedad informacional) ha hecho que todo cruja. Se está reubicando la pobreza", expresa. "La fuerza laboral como se entendía en la sociedad industrial va a desaparecer paulatinamente. Todo va a quedar en manos de cierta oligarquía cleptómana. Hay muchas más sentencias como ésta, pero esta es buena para estudiar cómo es la estructura y cómo opera. Hay que hacer una lectura crítica".
El creador no siente que España tenga una conciencia de qué es "lo público": "No entendemos lo que significa, por ejemplo, tener un museo nacional. O que el Guernica sea propiedad de todos. ¿Cuál es nuestro patrimonio, qué es lo público? ¿Cómo hacer para que eso permanezca y sea accesible a la máxima parte de la sociedad? La palabra 'democracia' tiene que redefinirse cada día".
¿Por qué esta obra expuesta en ARCO cuesta 3.000 euros? "Intentamos que fuese medianamente asequible, como un dibujo o algo así. Esta obra es aparatosa y tal, pero siempre he intentado que mis piezas pudiesen ser compradas por un trabajador random con lo que podrían costarle unas vacaciones".