El Prado quiere ser menos 'machirulo': rescata a Sofonisba y Lavinia, dos genias del Renacimiento
La pinacoteca inaugura una muestra dedicada a dos pintoras italianas y grandes retratistas que rompieron estereotipos y moldes artísticos.
21 octubre, 2019 19:32Noticias relacionadas
El retrato más célebre de Felipe II —que nos perdone Tiziano- lo pintó una mujer. Su nombre era Sofonisba Anguissola, natural de Cremona, Italia, pero este no aparece reflejado sobre el lienzo en el que se perfila al rey de tres cuartos, con la indumentaria completamente negra que solía vestir a diario, con un toisón al cuello y sujetando con la mano izquierda un rosario de madera, símbolo de su fe católica que se había disparado tras la victoria en la batalla de Lepanto. La firma de la pintora no se manifiesta porque ninguna de las obras que realizó durante su estancia en España están firmadas.
Sofonisba Anguissola (1535-1625), perteneciente a una familia de origen noble cuyo padre auspició la formación artística de sus hijas, fue una retratista virtuosa, una celebrity en las altas esferas italianas que suscitó la atención de la corte española, a donde llegó en 1559. La cremonesa, oficialmente, fue reclutada como dama de Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, pero ejerció, en realidad, como profesora de pintura y de dibujo de la reina, además de retratista de la familia real —pintó también al príncipe Don Carlos, quien quedó tan satisfecho que le regaló un anillo con un diamante de gran valor, a Juana de Austria, otra hija del emperador Carlos V; o a las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela—, aunque sin gozar de la aureola de "pintora de cámara".
No fue Anguissola una profesional de la pintura —entendido esto en el sentido de un oficio al uso; sus cuadros fueron recompensados con lujosos textiles y joyas—, aunque las realistas pinceladas con las que dio forma a sus cuadros sugieran totalmente lo contrario. Esa categoría, en su época, a caballo entre finales del siglo XVI y principios del XVI, solo la alcanzó una compatriota suya, nacida en Bolonia: Lavinia Fontana (1552-1614), que hizo de este arte su modus vivendi, convirtiéndose en la primera mujer de la historia en ser reconocida como pintora de profesión.
Fontana, hija de un pintor de cierto prestigio, no deambuló por las dependencias de ningún palacio europeo, sino que cultivó una producción amplia y variada con numerosos retratos y motivos religiosos para iglesias y oratorios privados. Aunque lo más interesante y arriesgado de su obra reside en el género de asuntos mitológicos, en el que abordó el tema de los desnudos, un tabú para las mujeres hasta que ella lo hizo añicos.
Sofonisba y Lavinia, dos pintoras tan opuestas y a la vez tan pioneras, tan notables dentro del Renacimiento europeo y tan arrinconadas en la historia del Arte, dialogan ahora en el Museo del Prado gracia a una exposición temporal —hasta el 2 de febrero— organizada en el marco del bicentenario de la pinacoteca y titulada Historia de dos pintoras. A través de 65 obras de más de una veintena de colecciones europeas y americanas, la muestra recorre la trayectoria artística de ambas artistas, aplaudidas durante su vida pero olvidadas con posterioridad; y, de paso, la institución trata de solventar la "carencia" de féminas en sus salas.
"La virtud principal de esta exposición es que consigue llamar la atención sobre la inexistencia de ser de un solo modo en cuanto a mujer y artista en esta época. Ambas entendieron y practicaron la pintura de forma distinta", expone Miguel Falomir, director del Museo del Prado. "Sofonisba la entendió de una forma noble, más social, y Lavinia siguió un perfil profesional, más parejo al de otras mujeres artistas", añade Leticia Ruiz, comisaria de la muestra y jefa del Departamento de Pintura Española hasta 1500 de la pinacoteca. "Las dos van a abrir unas compuertas que estaban cerradas, y sus pinturas son parangonables con cualquier artista masculino de su época".
Precisamente otra apertura, de género, es la que quiere acometer el Museo del Prado en las próximas fechas. Dentro de la colección permanente de obras que cuelgan en las salas apenas una docena —de casi 1.800— fueron realizadas por mujeres; una "carencia" más que considerable. Falomir ha anunciado este lunes que la pinacoteca está estudiando varias adquisiciones de lienzos de artistas femeninas y espera que las negociaciones germinen dentro de pocos meses.
Maestras del retrato
Además de sobreponerse a los estereotipos implícitos de principios de la Edad Moderna en cuanto a la práctica artística reservada para las mujeres y alcanzar una posición privilegiada, Sofonisba y Lavinia se revelaron en dos retratistas de altísimo nivel desde sus comienzos. La primera, formada además en lecciones de música, danza o literatura, comenzó a sobresalir gracias a unos bellos autorretratos en los que plasmó los ideales femeninos del momento (pudor, modestia, prudencia) y otros lienzos de personajes ilustres de su tiempo, tipología empleada por la boloñesa dos décadas después.
Mientras Anguissola halló en la corte de Felipe II —donde los retratos de la familia real resumen su bagaje artístico: el contexto psicológico de los personajes, el gusto por las descripciones minuciosas o la atmósfera envolvente y tamizada— la cumbre de las pretensiones de su familia, Fontana fue la pintora predilecta de damas y familias notables de Bolonia y Roma, cultivando retratos en los que empleó diferentes tipologías.
La última parte de la muestra se centra en la escasa producción de pintura religiosa de Sofonisba —preciosista pero inspirada en creaciones de otros artistas— y en las obras mitológicas, cargadas de sensualidad y erotismo, de Lavinia, la primera pintora en asomarse a la representación del desnudo (principalmente femenino), como en Marte y Venus o Minerva desnuda, en la que transforma a la diosa de la estrategia militar en la del amor y la fertilidad.