El 11 de marzo de 2021, la obra Todos los Días: Los 5.000 primeros Días del artista digital Beeple, se vendió por 58,5 millones de euros en la casa de subastas Christie's. La noticia corrió como la pólvora, y quienes esperaban encontrar un lienzo de grandes dimensiones, una obra inédita de Pollock o una escultura de Rodin, se encontraron con un archivo digital, un puñado de datos registrados gracias a la tecnología blockchain en un JPG que acababa de batir todos los récords. El mundo entraba en contacto con los NFT.
¿Qué es un NFT?
Los Non Fungible Tokens (Token no fungibles) son activos digitales únicos, figuras en 3D, cuadros hechos enteramente a partir de archivos virtuales o coleccionables. Elementos que no conviven en el espacio físico, pero que son únicos e irreproducibles, adquiriendo un valor muy alto en el mercado.
Los NFT se basan en el principio tecnológico que las criptomonedas para determinar su autenticidad y evitar su copia. A través del blockchain, son los propios usuarios los que garantizan la autenticidad de las transacciones, sin depender de entidades externas, sosteniendo el precio y su volatilidad en un mercado en ciernes. Añadiendo por el camino metadatos que permiten conocer exactamente quienes han sido sus dueños anteriormente. Su carácter no fungible no permite que pueda ser dividido o fragmentado en su venta, convirtiendo cada transacción del objeto en única, de un usuario a otro.
Además de obras artísticas digitales también es posible convertir archivos históricos, discos, entrevistas o cualquier otro medio digitalizable en un NFT, y lo que es más importante, de garantizar su propiedad sobre el comprador, lo que a todas luces parece sentar las bases de una revolución en el mercado que no ha estado exenta de críticas desde su llegada.
Acuñar y contaminar
Claudia Martín (@cruelaudia) es una artista 3D afincada en Barcelona, su cuenta de Instagram es un medio de trabajo en el que se exponen tanto piezas propias como encargos de marcas, bandas de música o particulares. A mediados de este año, movida por la pandemia y la falta de oportunidades se planteó entrar en un negocio que prometía una gran rentabilidad de forma casi inmediata: "Cuando dije en redes sociales que quería hacer un NFT, el feedback fue 100% malo".
Las respuestas negativas se centraron en el impacto medioambiental de una práctica que provoca en cada 'acuñación' de una obra artística, un consumo de unos 82 kWh en algunas plataformas, llegando hasta los 1.700 kWh, frente a los 291 kWh que consume de media mensualmente una familia española. Un gasto desorbitado y que se ha convertido en una de las principales preocupaciones de los artistas dedicados a este arte. Aunque no es la única. Claudia también señala que replican "los procesos históricos perpetuados por las galerías de arte", basando el valor artístico en la especulación: "Me sentó muy mal porque había visto en los NFT una forma buena y sencilla de generar dinero a través de mis piezas".
Lolita (@lolita111000) entró en contacto con los NFT a través de la polémica subasta de Beeple. Desde hace menos de un año ha vendido varias de sus obras, y sus piezas se han exhibido en Shibuya, Tokio, con motivo de la Fashion Week y los Juegos Paralímpicos. Vende sus obras a través de Foundation, una comunidad que se aleja de marchantes y las galerías de arte, haciendo hincapié sobre la independencia que consiguen los artistas a través de estos medios: "Tienes que buscar tus propios compradores y consiste en lo mismo de siempre, ser una persona conocida y construir tu propia carrera artística", aunque añade: "No tienes que pagar a una galería por exponer tu obra, pero, a no ser que seas un artista muy establecido sigues teniendo que publicitarte y buscar compradores".
"Antes los artistas digitales solo sobrevivían gracias a las obras comisionadas de empresas o marcas, ahora se está empezando a valorar las piezas como tal gracias a los NFT", explica sobre un sector que se ha desarrollado a la zaga de otras formas de expresión, sin acceso a museos o galerías tradicionales en el último lustro. Lolita ve en estas nuevas formas de expresión una revolución en el mundo del arte, "la primera desde la posmodernidad".
Sobre el futuro de una tecnología cada vez más presente subraya que "hay cosas buenas y malas". Cuando Mark Zuckerberg anunció su Metaverso, muchos de estos artistas e inversores vieron claro un futuro en el que el mundo virtual y el físico convivirían de forma ubicua. El responsable de Facebook planteaba una red social construida en torno a la realidad virtual. Lejos de distopías, la virtualidad resulta cada vez más cercana: "De aquí a diez años la gente tendrá una casa en Madrid y otra en Metaverse, tendrá sentido que si vivimos una doble vida tengamos también este tipo de objetos en ese mundo".
Terratenientes virtuales
Juan se dedica desde hace tres años a la compraventa de coleccionables. Un interés que empezó mucho antes de que la moda del NFT explotase, pero a la que ha sabido dar rentabilidad y participar de una forma responsable. "A medida que más gente lo conoce, menos se entiende lo que realmente se quiere hacer con esta tecnología". Explica que "todo son pruebas" para encontrar una funcionalidad en el mundo físico de este tipo de tecnología. Desde entradas a conciertos, datos médicos o certificados para garantizar el voto electoral seguro. "Solo se le está dando visibilidad a que un JPG se vende por tres millones de euros, pero no se explica lo que hay por detrás, es algo que me duele".
Hace unos años decidió invertir en una parcela de tierra virtual dentro de un videojuego. El precio del suelo en la compra fue de 200€, un valor que ha aumentado hasta los 10.000€ en el último año y que le reporta unos beneficios mensuales de 500€ para que otros puedan jugar en su propiedad. Con una economía de mercado similar a la del mundo real y recursos aprovechables, la representación y el mundo real se diluyen en uno solo. "Estoy intentando convencer a mis amigos de hacer una marca de tabaco y digitalizarla. Porque en el Metaverso habrá tiendas y escaparates, y las empresas querrán estar presentes ahí, es algo imparable".
"Sigo involucrado en la comunidad e invirtiendo en el proyecto", advierte sobre un mundo que parece haberse convertido en los últimos meses en una quimera del oro, pero que se lleva construyendo desde hace años desde este tipo de comunidades y proyectos, todavía en desarrollo.
Culpa y responsabilidad
Ines alpha (@ines.alpha) es una artista 3D francesa, asentada en París y especializada en un tipo de realidad aumentada que ella misma ha bautizado como 'maquillaje 3D'. Tras la pandemia, el boom de los NFT entre los artistas digitales llamó su atención. "Fue muy abrumador, no estaba preparada al principio. Tuvo que pasar un año hasta que acuñé mi primer NFT". A través de otra artista, Nicole Ruggiero, lanzaron su primer token a mediados de 2021.
Ines hace referencia a la "culpa" que sintió durante el proceso, acosada por las dudas con respecto al impacto medioambiental o la participación de un mundo en el que la especulación estaba al alza. "Todavía me siento culpable utilizando Foundation para acuñar mis obras, pero de la misma forma que teniendo un teléfono o viajando en avión también contaminamos". Defiende que su propio trabajo como artista digital siempre va a estar sujeto a un consumo de energía nada eficiente. "Trabajamos con ordenadores y procesos que son muy contaminantes, pero es que nuestro propio arte parte de esa base".
Admite que dentro del mundo de los NFT se "reproduce lo peor del sistema capitalista", aunque advierte que el componente democratizador en el mundo del arte que el blockchain puede aportar frente a las galerías y circuitos tradicionales. "Hasta ahora era imposible vender una obra digital sin un certificado de autenticidad que evite que se copie". Mientras que sus obras han sido expuestas en todo el mundo y cuenta con colaboraciones con cadenas de televisión, museos y marcas, Ines reconoce que hasta que no empezó a acuñar NFTs, nunca había vendido una pieza que no hubiese sido comisionada previamente: "Es muy empoderante para muchos artistas digitales, este tipo de tecnología les está cambiando la vida y dando legitimidad a su arte".