Allí estoy, en el lugar indicado, esperando en mitad de la acera. Miro mi móvil, ya casi es la hora. Tal y como me han indicado, lo apago. Siempre lo hago cuando voy al teatro -a estas alturas de siglo, que te suene un móvil en mitad de una función no tiene perdón-, pero esta vez, con más razón.
De la puerta de artistas del Teatro María Guerrero surgen técnicos, empleados, actores... Alguno sale a estirar las piernas, a fumar, y vuelve a entrar. No llevo reloj desde hace años y he apagado el móvil, así que estoy algo vendido. ¿Será ya la hora? ¿Este tipo que aparece por la puerta es el actor? Parece que no, pasa de largo. ¿Aquella chica? No, sólo está tomando el aire... ¿No me habré confundido de sitio? ¿O de hora? Compruebo de nuevo la hoja con instrucciones que me han enviado. El sitio es el correcto. Lo de la hora, puede ser. Puedo haberme equivocado de día, de mes, de año...
Por fin, veo salir a una actriz cargada de papeles. La conozco. Incluso la he entrevistado antes. Pero no me ve y pasa de largo... ¿Será ya tarde? Regresa. Parece que va a entrar y de repente tiene un aparatoso contratiempo. Si ves una escena así por la calle no dudarías de que la pobre está teniendo una mala mañana. Uno, que ya sabe a lo que va, sonríe dentro. Ha comenzado la función.
Teatro Solo, explica su creador y director Matías Umpiérrez, es un proyecto que surgió hace dos años en Graus, en los Pirineos. "El primer día la gente no sabía qué iba a pasar, le daba miedo ir sola al teatro. El segundo, se generó tal boca a boca que se agotó toda la temporada".
El director Matías Umpiérrez habla de acercarse a la tradición oral, el primer gesto de teatralidad
El éxito hizo crecer a esta aventura, que saltó a Buenos Aires ese mismo año, a Sao Paulo y Nueva York en 2014, y a San Sebastián a comienzos de 2015. Ahora llega a Madrid, a espacios culturales de tronío como el Teatro María Guerrero y el Museo Reina Sofía. Pero también a tres localizaciones urbanas: el Metro de Madrid, un piso en La Latina y una plaza en Lavapiés. Estos cinco espacios acogen otras tantas piezas, funciones o performances, llámenlas como quieran, todas historias diferentes, y en ocho pases diarios. Son breves, claro, media hora siempre, y comparten otro elemento común: en todas entra únicamente un espectador. En la mayoría de las piezas hay un único actor o actriz, pero puede haber alguna con dos, y en otras ciudades hubo incluso tres en alguna historia.
"Me interesaba recuperar algo que tiene que ver con el encuentro. Las artes parece que se mueven a una necesidad de reconocimiento masivo, y eso hace que tengan que trabajar para las masas. Uno empieza a olvidarse del cuerpo y de la relación persona a persona. Lo que buscaba era remitirme a la tradición oral. Esa manera de comunicarse como primer gesto de la teatralidad", cuenta el director argentino, afincado en España desde hace tiempo.
En esa búsqueda del rito dionisíaco, del ritual del teatro, del "contacto con lo sagrado", se enmarca TeatroSOLO (LONETheater). Podría ser TeatroSÓLO, con acento, porque entra solamente un espectador. Pero en ningún momento está solo, sin acento -diga lo que diga la RAE en sus nuevas normas-. Hay pocas experiencias en el mundo del arte que puedan proporcionar una mayor cercanía e intimidad entre dos personas, tanta que se desdibujen las fronteras entre el intérprete y el público. Eso que llamaban romper la cuarta pared y que aquí es romperlas todas, la cuarta, desde luego, pero también la primera, segunda y tercera, pues el espacio muta, se transforma, se desarrolla y se desplaza junto con la narración.
Estamos en la puerta del Teatro María Guerrero. Soy el primer espectador del día. Todos Prensa y amigos, pues son funciones previas: el estreno será el 23 y se podrá ver hasta enero. No sé muy si debo ayudar a la actriz, darle conversación, o esperar, escuchar y observar. ¿Esto de qué va? "El encuentro con el espectador es amoroso: éste siente que debe ayudar al otro. Hay algunos que necesitan hablar un montón y ese espacio les es dado. Otros creen que deben hablar lo mínimo y escuchar y está también esa posibilidad", responde el director.
Hay espectadores que necesitan hablar mucho. Ese espacio les es dado. Otros prefieren hablar lo mínimo y escuchar
Pues menos mal. Después de media hora de acompañar a la actriz por las tripas del María Guerrero, de escucharla, de sentarme con ella, de participar en algún momento, conversar y proponer, de viajar por el espacio y la narración de una obra repleta de teatro dentro del teatro, no me quedaba claro si había sido un buen espectador, si había cumplido con mi parte. De hecho, no soy muy partidario del teatro participativo, tal y como se ha entendido tradicionalmente en España: obligar al espectador a entrar en un juego determinado, darle el papel escrito, convertirle en marioneta.
Esto es diferente. Parece que sí, que aquí todo vale... Fabia Castro, Sauce Ena, Isabel Gálvez, Olalla Hernández y Chema Tena, los otros intérpretes, además de Hervás, están preparados para todo: "Los actores tienen marcaciones de puesto como el que se desplaza por un escenario. Está todo cronometrado porque tiene que entrar en un tiempo específico. Son ocho representaciones y todo tiene que funcionar como un reloj".
No es márketing
Ella es -si alguien no quiere sorpresas, que se salte este párrafo, pero sería injusto no mencionarla- María Hervás. Una mirada intensa. Mucho talento. Se subió sola a las tablas durante meses en la obra En el nombre de Alá. Por momentos, la experiencia generada logra ese "encuentro totalmente personal" buscado. Contar detalles del tour privado en el que hay una historia dentro de la historia es destriparlo. Vayan y disfruten. Si la soledad hubiera durado media hora más, la habría pasado allí con gusto.
Lo que lleva al formato: ¿algún motivo para que sea en corto, en formato de cuasi microteatro -el género implantado en Madrid hace años por una sala, con obras de quince minutos para quince espectadores-, aparte de los obvios relativos a amortizar el producto? "Trabajé independientemente de cualquier movimiento que pudiera existir ene se sentido", asegura Umpiérrez. "No conozco el trabajo de microteatro. Soy consciente de cómo es formula, pero nunca lo vi". Y añade: "30 minutos es un tiempo amable para que el otro ingrese en esa pieza. No tiene que ver en nada de marketing ni el mercado". Es la primera vez que el CDN acoge este tipo de formato, aunque el teatro público acoge a la compañía como invitada, en colaboración con el Reina Sofía. Es una producción privada.
En una plaza, un hombre tiene que ayudar a alguien, y al final el espectador se ve envuelto en la toma de una decisión que implica reflexionar sobre el mundo y el país en el que vivimos. En un apartamento, la vida privada de una familia se desarrolla ante nuestros ojos, una familia inmersa desde hace tiempo en una situación trágica. En el Metro, entre la masa, el espectador se sumerge en la vida de una pasajera. En un museo, el Reina Sofía, algo ocurre con una empleada...
Esa teatralidad sucede a partir del encuentro. De noche, en el metro, nadie sabe si lo que está viendo es teatro
En cada uno de los espacios, matiza el director, se trata de "contar cosas": "Las cinco localizaciones dialogan con distintas especificaciones de la ciudad y diferentes modos de enfrentarse a la representación. Esa teatralidad sucede a partir del encuentro. De noche, en el metro, nadie sabe si lo que está viendo es teatro". En la mayoría de los casos, explica el teatro arranca "por medio de accidentes o de encuentros fortuitos".
Puede ser rentable
"Es un proyecto que existe en un sistema global", recuerda el director. Madrid es las sexta ciudad donde se estrena y en cada una han cambiado los actores, los idiomas, las historias... "Lo interesante es que el espectador viva algo distinto".
La pregunta, más prosaica, es si esto da de comer. Son 120 espectadores por fin de semana. Cinco historias, en ocho pases diarios de jueves a sábado. "Es un número correcto para un teatro experimental. Y hay que llenarlo, no es tan fácil", reconoce el director. Pero le quita importancia al aspecto económico: "No creo que todos los proyectos tengan que pagar la hipoteca. Este es uno que me ha hecho sentir el vínculo con mi trabajo y cada uno de los actores sienten lo mismo". Y, además, son tres días, dice. Hay tiempo para compaginarlo con otras cosas. Y son tres meses trabajando. "Teatro Solo les genera una economía muy correcta, para lo que puede proponer un proyecto de estas características", asegura.
Termina mi media hora. Me despido de la actriz y le agradezco la hermosa experiencia. Lo ha sido de verdad. Al menos para quien firma. Sin duda TeatroSOLO es teatro, pero no es una experiencia colectiva. En esta ocasión, más que en otras, cada espectador tendrá que formarse su propia opinión sin influencias, sin dejarse llevar por la risa o la emoción del de al lado. Es ahí, al salir a la calle, donde empieza de nuevo la soledad.