Rafael Spregelburd: “La idea del fin de Europa le viene bien al poder establecido”
El creador argentino regresa a España con una ópera hablada, un poema dramático que ironiza sobre la crisis europea desde una visión extranjera.
21 enero, 2017 11:30Noticias relacionadas
“Estoy solo en Malta”. Tras pasar un día inconsciente en el hospital, un profesor se despierta en la habitación de un hotel maltés rodeado de muñecas de juguete y sin recordar absolutamente nada. Sufre amnesia transitoria y sus pertenencias se reducen a un ejemplar de El extranjero de Albert Camus, un esmoquin y un ordenador que tiene en su bandeja de entrada un único correo de spam: alargue su pene. A partir de un típico e-mail fraudulento, traducido torticeramente con Google Translate, este reputado lingüista que comparte nombre con el ex primer ministro italiano Mario Monti tendrá que reconstruir sus últimos días para dar respuesta a una pregunta: ¿por qué estoy aquí, solo y sin pasado?
Spam, que el Festival de Otoño de Madrid programa del 19 al 22 de enero en los Teatros del Canal, es una ópera hablada –sprechoper en su acepción germana– de dos horas y diez minutos de duración creada al alimón por el argentino Rafael Spregelburd y Zypce, su músico de referencia. En ella confluyen proyecciones, reverbs, loops, sintetizadores, teclados y superposiciones de voces que nos hablan de la odisea de un hombre desmemoriado por recuperar su identidad en un mundo interconectado.
Con esta obra que él mismo protagoniza, Spregelburd, conocido tanto por su faceta de actor (El hombre de al lado) como de director y dramaturgo de éxito (La estupidez), trabaja con el principio de extrañeza para denunciar el abandono al que la sociedad contemporánea somete a sus ciudadanos, dejándolos indefensos ante el neoliberalismo y el big data.
Cuando esta ‘opereta apocalíptica’ se estrenó en 2013, aún resonaban las profecías mayas que anticipaban el fin del mundo, el terrorismo hacía cundir el pánico, la economía global proseguía su descenso hacia el abismo y la especulación había conseguido llevarse por delante a países como Grecia, Portugal o España.
Pero la intención de Spam, que pretendía ser el retrato de un momento concreto en la historia de la Unión Europea –el de la crisis sociopolítica italiana tras la era berlusconiana, el desastre del Costa Concordia y la crisis de las ‘velinas’– se extiende hasta nuestros días para anunciarnos con ironía el fin del mundo tal y como lo conocemos. Si los Monty Python hicieron comedia a partir del término spam, Spregelburd lo convierte en un melodrama. “Estoy a medio camino entre los Monty Python y Almodóvar”, apunta.
Spam es una ópera hablada en castellano a medio camino entre el monólogo, la Sprechgesang germana, el spoken word anglosajón y una performance multimedia de marcado acento social. ¿Cómo surge?
Como dramaturgo soy bastante parecido a un recolector de basura, voy juntando material sin saber muy bien para qué. En el momento que llega algún encargo o siento la presión de una fecha de entrega, ensamblo estas piezas que no se me han borrado de la memoria. Spam fue un encargo de un actor italiano que necesitaba un texto para un solo intérprete, por eso la obra está tan focalizada en la crisis europea. A priori, para un argentino podría ser un tema foráneo, pero resulta un asunto universal.
No sé muy bien cómo encuadrar Spam, pero sabía que era imposible contar esta historia sin la música en vivo de Zypce, un compositor absolutamente físico que construye sus instrumentos con basura, deshechos industriales, hierro atado a unas tuercas amplificadas por un teléfono móvil dentro de una pecera… Este formato permite una libertad narrativa absoluta donde el protagonista puede sufrir la situación, opinar sobre ella y, al mismo tiempo, dejarse narrar por el músico.
Como dramaturgo soy bastante parecido a un recolector de basura, voy juntando material sin saber muy bien para qué
Me gusta plantear una escena absolutamente melancólica y ponerle música plagiada de Britney Spears para negar o refutar todo lo que cuento como creador de teatro. Necesito que lo que se dice no resulte aseverativo sino la mejor manera de incitar dudas porque desconfío de la razón como único mecanismo de percepción del fenómeno teatral. La sprechoper es muy común en Alemania, pero apenas existe en los países de habla latina, que suelen convertirla en recitales de poesía. Mi obra está escrita en verso, es un poema dramático con ritmo, pero no estoy recitando sino actuando.
¿Spam viene a capturar un estado de ánimo asociado a la crisis europea?
Sí, pero afortunadamente con una mirada extranjera, porque cuando produces desde ese estado de ánimo siempre hay un punto ciego que el sistema te impide ver. La ventaja de ser argentino y superviviente de una crisis previa, con una quiebra absoluta del país, me permite dudar de la idea de crisis. No cuestionarla, pero sí preguntarme quién decide qué es real y por qué la idea de apocalipsis es tan útil al poder. La idea del fin de Europa le viene bien al poder establecido porque refina sus artilugios para ejercer el terror sobre la población. Si un orden se termina y el que viene es desconocido, casi todas las banderas del fascismo, del nacionalismo extremo y de la protección sistemática de lo nuestro diluyen las preguntas fundamentales. Ser extranjero me permite que los españoles digieran el asunto del apocalipsis europeo con sorna y con distancia melancólica.
Al mismo tiempo, lanzo una alerta sobre la terrible utilidad de hablar únicamente de la crisis, porque te convierte cómplice de ella. Está en todas partes: periódicos, radios, Facebook… Hay que dar un salto para ridiculizar o relativizar la idea de final.
Lanzo una alerta sobre la terrible utilidad de hablar únicamente de la crisis, porque te convierte cómplice de ella. Está en todas partes. Hay que dar un salto para ridiculizar o relativizar la idea de final
De hecho, la obra se sirve de la figura de Mario Monti para ridiculizar la crisis.
Lo utilizo a propósito porque, terminada la pesadilla berlusconiana, Italia le dio la bienvenida a un tecnócrata que había trabajado siempre para los bancos y que, por tanto, debía saber cómo desatar el nudo gordiano en el que estábamos metidos. Por supuesto, todo fue a peor. A Monti se le utilizó para que aplicara los planes dictados desde Europa. Por eso el personaje protagonista se llama igual que él y, al perder la memoria y tratar de ubicarse para reconstruir su vida, ya no encuentra datos sobre sí mismo porque todo Mario Monti ha sido tomado por el Mario Monti primer ministro. Una broma llena de casualidades.
Hay gente a la que le cuesta creer que la crisis de los bancos no es el fin del mundo conocido.
Pues es una crisis administrativa de los bancos y de su especulación financiera e inmobiliaria. Es absolutamente ficticio que trasladen eso al alma de las personas. Eso es lo que es tan nocivo y lo que provoca que personas concretas se quieran suicidar tras perderlo todo. Pero además, en quienes no lo pierden todo hay un veneno inoculado en su forma de pensar que es muy difícil de borrar: “pobres bancos, vamos a rescatarlos porque si no, yo no voy a poder vivir”… No, los países no quiebran, lo que sucede es que empeora la calidad de vida de las personas y de eso no se habla.
Es como la Guerra Civil española. Estoy a punto de estrenar en Buenos Aires La terquedad, una obra mía muy compleja que trata sobre la revisión de las fosas comunes en España. Las ONGs que investigan este tema no tienen un duro de apoyo oficial y su financiación viene de Estocolmo. Esto da una idea de las prioridades de alguien.
El conflicto en Spam surge por culpa del Traductor de Google, ¿somos esclavos de los algoritmos del big data?
En Argentina, uno de los grandes frentes de batalla del gobierno neoliberal ha sido su actividad cibernáutica. Ellos sostienen un departamento de ‘trolls’ que comentan y generan noticias. Son perfectamente identificables y denunciables, lo sabe todo el mundo, pero una vez que inoculan su veneno no hay nada que hacer. Y hay casos antológicos. Yo, que tengo una columna en un periódico, recibo comentarios negativos sobre mis artículos perfectamente identificables de ‘trolls’ de oficinas gubernamentales. Nosotros ya estamos un paso más allá de la clásica desconfianza hacia las noticias de la red.
Creo que la novedad de Internet y su utilización como excusa para la aplicación del neoliberalismo tiene sus días contados, pero es cierto que el efecto es novedoso, fascinante y multicolor. Todos somos filósofos, críticos de teatro y de cine en Facebook y Twitter. Y esa forma de democratización encontrará su techo muy rápidamente y perderá su credibilidad. Educarse en Wikipedia, por ejemplo, ya está muy mal visto porque es una información democrática, pero carente de peso específico. También se le achacó a la televisión la pérdida de la riqueza narrativa del teatro o la novela y aun así ha logrado productos notables, sobre todo la industrial norteamericana que es la que se exporta a todo el mundo. Y nuestros modelos narrativos hoy están más cerca de Mad Men y de Breaking Bad que de James Joyce.