El dramaturgo Álex Rigola prefiere no responder a la pregunta de si cree en la democracia. Tampoco si acepta la teoría -tan orteguiana- de la imbecilidad de las masas. Es porque son algunas de las cuestiones que plantea su versión de Un enemigo del pueblo (Teatro Kamikaze), el clásico de Henrik Ibsen, todo un referéndum incómodo sobre las tablas, un coloquio que nos hace de espejo y nos saca los defectos. No somos tan guapos: estamos manchados de contradicciones ideológicas. De éticas y dinero. De valores e intereses. ¿Somos capaces de romper el sincretismo, las ambigüedades y las tibiezas, para decir lo que pensamos aunque eso nos condene a la marginalidad laboral o a la pobreza? ¿Cuánto músculo posee nuestra conciencia individual: tiene dídimos de enfrentarse a la comunidad?
La democracia no era un paseo: nos trae dolores parturientos. ¿Tienen que gobernar los sabios? ¿Quizá los buenos? ¿Quién era el peor lobo para el hombre: el votante o el votado? "No quiero tomar ninguna posición para no condicionar al espectador", guiña Rigola, que dirige a un elenco formado por -un fabuloso y persuasivo- Israel Elejalde, Irene Escolar, Nao Albet, Óscar de la Fuente y Francisco Reyes.
El que fuese director de Teatros del Canal -hasta que dimitió por la represión policial del 1-O- ha venido a romper la cuarta pared y a interpelar sin tabúes a los ciudadanos que parpadean en las butacas: ¿hasta dónde están dispuestos a mojarse por aquello en lo que creen? Él ya lo hizo.
Deja usted hablar al público. A veces da miedo lo que puedan decir, ¿no?
Claro. Aquí sucede lo contrario de lo que sucede en el resto de espectáculos: que será el público quien tome la decisión final. Mira, en la ficción cinematográfica o televisiva, yo me creo cuando un personaje se muere. Y me emociona. Me erotizan según qué escenas de relaciones sexuales. En teatro no, es imposible. Nunca me creo que uno se ha muerto o ha tenido relaciones sexuales. Hay algo en mi cerebro… hay una parte de las ficciones en la escena que no me son creíbles como realismo. Pero en cambio, el teatro sí que es un espacio de narración directamente con el espectador: me gusta cuando las personas que están encima y debajo del escenario comparten los mismos conflictos, las mismas tensiones. Cuando yo paso a ser una especie de psicoterapeuta. Todos estamos inmersos en ese mismo problema.
¿Es fácil apoyar la democracia cuando en este país ha ganado tantas veces el PP después de probados casos de corrupción?
Ah… PP… bueno, el PP se lleva la palma, pero diríamos que hay casos de corrupción en casi todos los partidos. Las últimas teorías dicen que los votantes no votan por lógica, ni tan siquiera por intereses personales. Votan por marcos preestablecidos. Votan más como si votaran a un equipo de fútbol. No votan la lógica que está contando cada partido. Y los estudios lo demuestran. Justamente hay que reeducar de alguna forma a la sociedad, no para adoctrinarla pero sí para que sepa… para que tenga la información a su alcance y la pueda debatir. Son ellos los que tendrán que decidir.
Evidentemente hay fuerzas mayores. Yo no diría ni partidos políticos, sino grupos económicos que saben cómo estar por encima del sistema democrático, y es con ellos que tenemos que ser vigilantes. Pero luego también está lo que sucede dentro de cada una de nuestras casas: que nuestros valores éticos se ven comprometidos por nuestros propios intereses personales. Cada día. Cada día, en nuestras decisiones diarias, apartamos nuestra ética por nuestro interés personal. Ejemplos: miles. Nuestro jefe hace un comentario que nosotros éticamente encontramos reprobable, y seguimos permitiendo ese comentario. Vemos a una persona que necesita nuestra ayuda para cruzar la calle pero llegamos tarde porque hemos quedado con otra persona, y hacemos como que no vemos… hay miles de situaciones en las que nos enfrentamos… entre la teoría y la práctica hay un cambio importantísimo, y de ahí el juego al inicio del espectáculo.
¿Quién es hoy en España el enemigo del pueblo?
El enemigo del pueblo somos cada uno de nosotros y nuestra cobardía. Principalmente, nuestra cobardía. También para mí son enemigos los nacionalismos. Todos. Todos. Las banderas. Todas.
Le quería preguntar Willy Toledo, al que muchos consideran enemigo del pueblo por ser un disidente.
Es un auténtico Stockmann [nombre del protagonista del clásico de Ibsen].
¿Por qué al final no actuó en la obra?
Porque no tenía yo terminada la adaptación. Fue un problema de calendarios, de agendas, y cuando estuvo terminado no tuvo interés en la pieza. Tuvimos que escoger los actores, la adaptación no estaba terminada… fue problema de agenda. Me hubiera gustado ofrecerle antes la adaptación para que pudiera valorar.
Pensé en él escuchando el texto. Encarnaba bien la problemática de la libertad de expresión.
Sí, lo que pasa es que el personaje de Stockmann lo hace Israel Elejalde, y entonces… él hacía otro personaje, pero también era interesante ver a estos dos Stockmann en escena.
Hablaban también de raperos encarcelados.
La libertad de expresión la tenemos en juego cada día. Estamos en momentos complicados de nuestra democracia, de nuestro sistema democrático. Y muchas veces nos engañan haciendo desviar nuestra mirada hacia un lado cuando nos están saqueando por el otro. Estamos en una situación muy complicada porque nuestros políticos nos hacen poner en duda un sistema de funcionamiento que ha costado muchos años conseguir.
¿Se puede ser comunista hoy en España y tener trabajo?
No sé exactamente cuál es el significado de ser comunista hoy. Ser de izquierdas, sí, y yo lo encuentro una necesidad.
Serlo y poder decirlo, ¿no?
Sí. Eh… pero cuanto menos cuentes, mejor te irán las cosas en la vida.
Andy y Lucas decían el otro día: “¿Cómo vamos a decir que somos de derecha ni izquierda si vivimos de los Ayuntamientos?”. Le quería preguntar: ¿esto le parece una forma de doblegase al sistema o mera supervivencia?
Bueno, insisto: nuestra ética continuamente está puesta en duda. Y para los artistas esto representa una tensión, porque después ponemos temáticas éticas encima del escenario, ¿no? Los primeros en analizarnos o en estudiar esas tensiones tenemos que ser nosotros. Ninguno de nosotros es perfecto. Y sí, finalmente, dependemos de muchos agentes diferentes. Y muchas veces no podemos evitar crear tensión con estos agentes porque dependemos de ellos.
¿Cómo puede ser un creador libre hoy en España, entonces?
No lo sé, pregúntaselo a Valtonyc. Te gusten sus canciones o no. Otra cosa es si tiene que tener “derecho a…”.
La derecha ha sido la gran amiga de la censura históricamente, pero la izquierda últimamente empieza a chirriar con estos temas. No sé qué opinión le merece el caso de Rober Bodegas y su problemática con los gitanos. ¿Lo que dijo es censurable?
Una cosa es el gusto personal que tenga uno y otra cosa lo que se pueda o no se pueda decir. Ahí las circunstancias, el momento… una cosa es lo que pueda ser reprobable y otra lo que puede ser censurable. Parece que hay una gran diferencia. Pero también hay otro factor, y es si estás dañando a unos terceros con tus comentarios. Todas son líneas muy complicadas. ¿Hasta dónde puede uno cruzarlas…?
¿Por qué dimitió como director de los Teatros del Canal? ¿Ese es el precio de una conciencia limpia?
Pero yo tengo multitud de manchas en mi propia ética de vez en cuando… uno toma sus posicionamientos, básicamente desde un punto de vista egoísta, para estar tranquilo con uno mismo, pero no sé. Te aseguro que no soy para nada un faro a seguir, sino un faro a destruir, más bien. Tengo momentos éticos como los tiene todo el mundo.
Fue un gesto audaz.
Más que eso, fue un gesto necesario. Para mí, necesario. Conmigo mismo. Yo tenía que tomar una posición a partir de lo que había sucedido ese día. Porque creo que pone en peligro nuestra sociedad. Cada vez que uno habla de esto se pone como un Stockmann (largo silencio). A mí me ponen muy difícil convencer a un independentista de que no lo sea. Cada día más. Me lo ponen muy difícil. Entonces… o empezamos a facilitarlo, el que yo pueda convencerlos, o no habrá ni policías ni militares ni leyes que lo paren.
Dijo usted que no estaba al favor del referéndum y que no era independentista, pero que sintió la necesidad cívica de dar un paso…
Yo estoy a favor de que haya un referéndum. No ese. Pero sí, señor, la gente tiene que poder votar. Al final tendrán que votar. Pero la reacción no era necesaria. Lo único que hizo esa reacción es crear cicatrices que van a enseñar generaciones a otras generaciones. Hicieron lo peor que podían hacer. Si ese es el camino, va a acabar peor. Pero ya te digo, lo único por lo que no ha ganado el otro bando es porque aún no son suficientes. El día que sean el 60% esto se ha acabado. Si han subido del 15 al 49% en 15 años, que alguien vaya pensando qué ha hecho bien o qué ha hecho mal. Porque han ido creciendo. Y no por herramientas propagandísticas. Los catalanes no son ni más inteligentes ni más tontos que el resto de España. Por lo tanto, que alguien vaya pensando quién lo ha hecho verdaderamente mal.
¿Confía usted en el Gobierno de Pedro Sánchez para intentar limar asperezas, o acercar posiciones?
Yo ya no sé ni en quién confío, pero es… prefiero no entrar más en esto porque es muy complicado.
¿Hay fascismo asumido en España?
Sí. Claro.
¿Dónde lo encuentra?
(Silencio). En la falta de libertad de expresión. En la interpretación de según qué leyes. En la subvención de la Fundación Francisco Franco. En la permisibilidad de la mentira en los medios. El uso continuo de la mentira en los medios. Sistemática, ¿eh? Y ya no hablo de posibles interpretaciones, no, directamente la mentira. En el uso desproporcionado de la fuerza. Que siga pareciendo que hay un… que siga existiendo el Valle de los Caídos.
Entonces, ¿Franco no ha muerto?
No, no. Por supuesto que no.
Un compañero fue a ver la función este fin de semana y me contó que una chica del público había hecho esta observación: “Estamos hablando de democracia, pero el reparto de la obra ni siquiera es representativo de la sociedad española: sólo hay una mujer”.
Fíjate que partimos de un texto original. Y había dos mujeres, la madre y la hija, que tenían unos papeles insignificantes. Lo que hicimos fue repartir los dos máximos papeles en hombre y mujer. Lo demás no recuerdo cómo salió. Pero fíjate, de entrada ella es un político conservador. No he tenido nunca ningún problema en cambiar personajes de género siempre he que podido.
Ahora que dice lo de “cambiar personajes de género”, querría conocer su opinión sobre esto: hay activistas trans que señalan que no es correcto que una persona cis interprete a un personaje trans. Ahí el caso de Paco León en La casa de las flores.
Mmmm… poner limitaciones al arte siempre es muy complicado. Eso también es libertad de expresión. Te puede gustar o no. No hay ningún problema, si no te gusta no lo vayas a ver y ya. ¿No? O di que no te ha gustado. Pero no creo que tenga que evitarse. Sucede algo bastante parecido en Alemania: que si personajes de color los debe hacer una persona de color… aquí nos hemos disfrazado y pintado toda la vida. Depende de lo que estés buscando, ¿no?
¿Cuáles son sus propias líneas rojas? ¿Sobre qué tema le gustaría hablar en escena… pero no se atreve?
Voy hablando continuamente sobre lo que me tensiona.
Es un rosario de fobias.
(Ríe). Sí. Soy un despojo… (risas). No, sí, para mí el teatro es un espacio donde interactúo con el público, no dejo de ser un espectador más. Un espectador privilegiado, porque escojo, pero las cosas que busco no son las mismas que cuando tenía 20 años.
¿Qué valoración hace de ese crecimiento?
Antes era mucho más ético… ahora creo que soy más reflexivo. Eso es hacerse viejo.