En los últimos años Gerardo Vera siempre quería retirarse. Dirección de cine y teatro, guion, dirección artística, escenografía, vestuario... pero, sobre todo, maestro de actores y hombre de tablas. Conocía hasta el último secreto del escenario que temblaba con la rapidez en su forma de hablar, con la presencia de quien con la mirada sabe dar lecciones dramáticas casi sin moverse.
Gerardo Vera ha muerto por coronavirus a los 73 años sin retirarse, sólo estaba apartado, pergeñando algún proyecto, por la maldita Covid. Y es que cada vez que decía hasta luego, las tablas le llamaban una y otra vez y los problemas de salud sólo le hacían reposar temporalmente.
Se podría decir de él que era el hombre completo del teatro, pero también supo hacerle guiños a la ópera y al cine, donde ganó dos premios Goya. "Lo único que no he hecho es circo", llegó a decir en una ocasión.
Vera empezó haciendo papeles cómicos en una compañía, Tábano, que apostaba por hacer reír con un teatro de repertorio, "una escuela estupenda", decía siempre. Y luego, lo que quiso. Pensaba en sus obras siempre con un actor en la cabeza. Shakespeare, Ibsen, Dostoievski, Tolstoi, Valle Inclán, Quevedo... todos menos Lorca, un toro con el que nunca se atrevió a lidiar: "Es tan grande que me da miedo. Lo leo y me produce unas heridas descomunales. Creo que escénicamente no habría estado a la altura. Soy bastante humilde, supongo", reconocía en una entrevista con la revista de AISGE.
Su genio se desbordó entre el público menos habitual en la escena española a la hora de aunar, tanto en cine como encima de una tarima, la teatralidad que tiene una bata de cola. En 1992, fue el encargado de uno de los mayores espectáculos de la Expo de Sevilla, Azabache, que juntó en el escenario a Juanita Reina, Imperio Argentina, Rocío Jurado, Nati Mistral y María Vidal.
Una cita con la que logró el reconocimiento de todo el mundo y eso que cuatro años antes, en 1988, ya había sido Premio Nacional de Teatro, la primera vez que se le otorgaba a un escenógrafo y que venía a destacar la labor que la escena tiene en el fracaso o el éxito de una obra, más allá del texto o la interpretación.
Gestión teatral
Sus dos Goyas fueron al mejor diseño de vestuario por El amor brujo, de Carlos Saura, en 1986 y doce años después, a la mejor dirección artística por La niña de tus ojos, de Fernando Trueba, de nuevo una bata de cola creando dramatismo y expresividad, y eso que había una pantalla de por medio. Entre otras cintas, dirigió La Celestina (1996) o Deseo (2003).
Gerardo Vera, nacido en Miraflores de la Sierra (Madrid) el 10 de marzo de 1947, se atrevía con todo. Si le ofrecían un proyecto se metía de cabeza asumiendo sus fortalezas y combatiendo sus debilidades. Así que en 2004 se convirtió en director del Centro Dramático Nacional. Le faltaba la gestión en su currículo y se atrevió con siete años de montajes espectaculares que llegaron hasta Nueva York. Su Divinas palabras participó en el Festival del Lincoln Center de Nueva York, siendo la primera vez que se representaba allí una obra española y en español.
Pero su aventura estadounidense acabó allí y eso que el propio Steven Spielberg lo tentón con una obra muy española: un Don Juan. "Yo he tenido ofertas para hacer como director artístico un Don Juan en Hollywood, y le dije no al mismísimo Steven Spielberg. A pesar de la insistencia de Antonio Banderas, que iba para protagonista. El guion era del brasileño Bruno Barreto. Al final no se rodó. He tenido muchas posibilidades, pero siempre he seguido el caminito que me ha dado la vida. Me gusta mucho lo provisional. Pero cuando me meto en un proyecto, me mato", aclaraba en la citada entrevista.
Hizo montajes de ópera en Valencia, llevó una Carmen hasta Covent Garden, y consiguió meter en un mismo programa a Sara Montiel y Santiago Carrillo en el mítico Viaje con nosotros, que rompía los cánones de una televisión mucho más libre con Pilar Miró de directora que décadas después.
Licenciado en Filología Inglesa, Literatura y Teatro, estudió becado en Londres, Gerardo Vera era de esos hombres que veían el mundo como una gran escena, ese "Gran Teatro del Mundo" que decía Calderón, y le daba igual el medio por el que se comunicara. Se muere con muchos proyectos pendientes pero dejando piedras consolidadas sobre las que la escena española puede seguir ascendiendo, probando, emocionando... Se lo deben a Gerardo Vera.