Si hablamos de samuráis imaginamos un mundo de hombres, lleno de estrictos códigos de honor y una extraña mezcla de violencia y belleza. Sin embargo, aunque escasas, hubo mujeres en ese mundo. Y la más famosa de todas ellas, que sigue fascinando al moderno Japón, fue Tomoe Gozen.
Su historia está contenida en El cantar de Heike, un poema épico clásico escrito a principios del siglo XIII, y que narra la historia de las Guerras Genpei, que entre 1180 y 1185 sacudieron al debilitado imperio al enfrentar a dos de los clanes más poderosos del momento, Taira y Minamoto.
El cantar nos describe así a Tomoe: "Era especialmente hermosa, de piel blanca, pelo largo y bellas facciones. También era una excelente arquera, y como espadachina era una guerrera que valía por mil, dispuesta a confrontar un demonio o un dios, a caballo o a pie. Domaba caballos salvajes con gran habilidad. Cabalgaba por peligrosas pendientes sin rasguño alguno. Cuando una batalla era inminente, Yoshinaka la enviaba como su primer capitán, equipada con una pesada armadura, una enorme espada y un poderoso arco. Ella era más valerosa que cualquiera de sus otros guerreros".
Por lo demás, los historiadores han podido comprobar la exactitud de muchos de los hechos narrados en el cantar, e incluso se ha encontrado la tumba de la asistente de Tomoe, Yamabuki Gozen ("Gozen" es en realidad un título honorífico destinado sobre todo a mujeres, aunque no sólo).
Tradición familiar
Tomoe Gozen (el nombre puede traducirse como "Círculo perfecto") había nacido, muy probablemente, en 1157, en el seno de una familia de samuráis. Como era tradición, fue adiestrada en el uso de la naginata, una especie de lanza habitualmente destinada a defender el hogar, una tarea que solía recaer en las mujeres por el tiempo que los hombres pasaban haciendo la guerra. Pero Tomoe no se quedó ahí, y no paró hasta que su padre le dio permiso para aprender a utilizar también el arco, la espada y a convertirse en una consumada jinete.
La guerra entre los clanes Taira y Yamimoto se libraba desde hacía varias décadas. Hacía veinte años que los primeros habían aniquilado a los cabecillas de sus rivales, y ahora los descendientes de éstos buscaban venganza. El clan Yamimoto estaba dirigido por Minamoto no Yoshinaka, el marido de Tomoe (aunque según otros cronistas en realidad eran sólo amantes, o quizá ella sólo fuera su asistente) y su primo Minamoto no Yoritomo.
Ambos comenzaron la guerra, que pasó por altibajos, y en ella Tomoe se destacó desde el primer momento como una de las guerreras más eficaces y letales. Su momento culmen fue liderar las tropas en la derrota decisiva del clan Taira, en el paso de Kurikara, lo que les abrió las puertas de Kioto, donde secuestraron al emperador.
Sin embargo, la victoria fue el principio del fin para el bando de Tomoe. Las rivalidades entre los primos no tardaron en surgir, y pronto se convirtieron en guerra abierta entre los antiguos aliados. Los reveses sufridos hicieron que muchos de los cabecillas abandonaran a Yoshinaka, pero la onna-bugeisha (nombre japonés de las mujeres samuráis) permaneció fiel.
La batalla final
La batalla definitiva tuvo lugar en Awazu, junto al lago Biwa. Aunque lograron contener a sus rivales, pronto fue evidente que su superioridad numérica abocaba a Yoshinaka a la derrota. Éste, siguiendo los códigos de la época, exigió a Tomoe que se alejara, porque habría sido un deshonor morir teniendo al lado a una mujer.
La samurái, haciendo de tripas corazón, montó el caballo y galopó hacia las tropas enemigas, decidida a ganar tiempo para que su compañero pudiera realizar el seppuku, el suicidio ritual. Logró cortarle la cabeza a un general enemigo -máximo honor para un guerrero-, pero no sirvió de nada: Yoshinaka fue abatido por las flechas antes de lograr un final honorable.
Qué pasó con Tomoe es el gran misterio. Unos aseguran que murió en ese combate. Otros, que tras cortar la cabeza de Yoshinaka, la hundió en el agua para que sus enemigos no pudieran deshonrarle apoderándose de ella. Hay quien dice que fue capturada y obligada a ejercer de amante de un líder enemigo, con quien acabaría teniendo hijos.
No hay unanimidad en torno a si existió realmente, ni consenso entre los muchos que afirman que sí sobre los hechos exactos que jalonaron su vida. Pero lo que nadie duda es que ésta se ha convertido en uno de los hitos de la Edad Media japonesa. También hay un relato que afirma que sobrevivió y se hizo monja en un monasterio budista, donde moriría plácidamente décadas después. Sea como fuere, la leyenda estaba servida, y todavía hoy son innumerables las obras de todos los tipos que recuerdan a Tomoe Gozen.