En la memoria de sus adeptos, resiste bajo la losa de granito de una tonelada y media que lleva su nombre grabado: Francisco Franco. Ahí abajo, el dictador parece revivir cada vez que depositan sobre los 1.500 kilos de peso un delicado ramo de rosas, peonías o margaritas. Tan inmortales como el aliento de plástico que se enfrenta al artículo 16 de la Ley de Memoria Histórica, referido al Valle de los Caídos: “En ningún lugar del recinto podrán llevarse a cabo actos de naturaleza política ni exaltadores de la Guerra Civil, de sus protagonistas o del franquismo”.
Alfredo González-Ruibal, arqueólogo español de referencia, se encontró este sábado con esa bocanada perpetua de vida póstuma cuando apartó el ramo que un hombre había depositado minutos antes. El profesor de la Universidad Complutense de Madrid e investigador del CSIC tampoco vio normal que aquella persona, antes de dejar las flores, saludara al cadáver con el brazo preferido de los fascistas en un lugar público. Al retirar las flores, el arqueólogo recibió las reprimendas de la empleada de Patrimonio Nacional, ofendida por el gesto de González-Ruibal. Lo anterior le debió parecer normal.
A Patrimonio Nacional, mientras recapitulan y ofrecen la versión de lo ocurrido, cuestionan si depositar flores en las tumbas de Franco y José Antonio Primo de Rivera sea un acto de naturaleza política ni exaltación, tal y como informan a EL ESPAÑOL. Para el fiscal emérito José Antonio Martín Pallín no hay duda: “Es un homenaje”.
La tumba de un genocida
“Depositar flores es un homenaje en un ámbito familiar, que se multiplica en el caso de un personaje público. De hecho, es la exaltación del odio. Llevarle flores a la tumba del dictador es un acto producto de la Transición española. Esta es la calidad de la democracia que tenemos”, asegura el ex fiscal del Tribunal Supremo. “La ley es suficientemente clara, depositar un ramo de flores es una exaltación. Bastaría con que algunos jueces se tomaran en serio la ley y que Patrimonio Nacional no permitiera que ocurriera esto en la tumba de un genocida”, añade con rotundidad.
El portavoz de Jueces para la democracia, Ignacio González Vega, explica que la entrega de un ramo en la tumba de un monumento público siempre es un acto de respeto y homenaje. “Que a un dictador se le haga este tipo de actos es, al menos, criticable. La actitud del arqueólogo, desde luego, no lo es”, cuenta a este periódico. González asegura que el Valle de los Caídos está por resolver y que todavía no se ha dado respuesta a las nuevas funciones del lugar. Un limbo normativo, un monumento franquista sin peinar. “Como el futuro del Valle de los Caídos está por resolver, se producen estas situaciones a las que no se sabe dar respuesta”, añade.
Un monumento para la Cruzada
El mismo Franco explicaba, el uno de abril de 1940, así las intenciones que le llevaron a ordenar levantar su mausoleo: “La dimensión de nuestra Cruzada no puede quedar perpetuado por los sencillos monumentos con los que suelen conmemorarse en villas y ciudades. (…) Es necesario que las piedras que se levanten tengan la grandeza de los monumentos antiguos, que desafíen al tiempo y al olvido para que las generaciones futuras rindan tributo de admiración a los que les legaron una España mejor (…) de héroes y mártires de la Cruzada”.
El propio Alfredo González-Ruibal explicaba a este periódico que Cuelgamuros está sin desbrozar. No hay una lectura histórica y crítica sobre lo que ocurrió allí hace casi seis décadas. “No está interpretado, no está explicado, no está contextualizado, está al servicio de Franco. Allí se sigue fomentando la exaltación de la visión de la dictadura y lo mínimo que debemos hacer es convertirlo en museo”, explica el arqueólogo. Estos días ultima su campaña arqueológica en las laderas del Hospital Clínico de Madrid, donde se vivieron uno de los capítulos más crudos y crueles de la Guerra Civil. Sus alumnos norteamericanos -que pagan las excavaciones- no daban crédito con la expulsión del científico de la basílica regentada por monjes benedictinos.
José Luis Mazón, jurista y reconocido impulsor de pleitos por vulneración de derechos fundamentales, declara que no tiene la menor duda de que el saludo fascista dejando flores en la tumba de Franco “es un claro acto de exaltación del genocida español”. “En Alemania por un: “¡Heil, Hitler!”, la Policía alemana arresta y pueden condenar hasta con seis meses de prisión, por apología del nazismo.
Los parientes de Franco
“La expulsión de ese arqueólogo es ilegal y un refrendo a la exaltación del franquismo. El monumento del Valle de los Caídos es una exaltación de la Cruzada nacional católica y está custodiado por pro-franquistas. Otra cosa es que la familia de Franco deje flores en la tumba de su pariente. Si un individuo grita: "¡Gora ETA!", ante la tumba de un etarra y le deja flores en su tumba, al día siguiente está en los calabozos de la Audiencia Nacional”, asegura Mazón.
En la Ley de Memoria Histórica se puede leer que, en relación a los símbolos y monumentos conmemorativos de la Guerra Civil o de la Dictadura, la intención es evitar toda exaltación de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura, “en el convencimiento de que los ciudadanos tienen derecho a que los símbolos públicos sean ocasión de encuentro y no de enfrentamiento, ofensa o agravio”.
En 2011, el informe de expertos realizado por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, que el ex presidente no llevó a cabo, especificaba que el Valle debía “dejar de ser un lugar de memoria franquista y nacionalcatólico para reconvertirlo en un espacio para la cultura de la reconciliación de la memoria colectiva democrática y de dignificación y reconocimiento de las víctimas de la Guerra Civil y la dictadura”.
El abogado Eduardo Ranz, abogado de la familia Lapeña que ha conseguido que la justicia ordene la exhumación de dos hermanos del Valle de los Caídos, explica a este periódico que todos los 20N, para rendir homenaje al dictador en el día de su fallecimiento, se depositan flores, aunque no ha sido capaz de averiguar si las ponen “la Abadía benedictina o Patrimonio Nacional”. “Patrimonio Nacional es conocedor de esta situación y lo permite. No hay mayor exaltación que saludar y poner flores a Franco”, añade.
El limbo legal
Apunta Ranz, como Mazón, que con una ley de Memoria Histórica como la alemana, estos actos serían condenados y sancionados. “Lo que ocurre ahí adentro es un limbo legal. En el suceso del sábado hay dos responsabilidades claras: la del exaltador y la de Patrimonio Nacional o la Abadía que lo permiten”.
También Arturo Peinado, del Foro por la Memoria, explica que la ley establece normas para que no haya exaltación. Lo del sábado no es importante para el presidente de la asociación. “Esto es lo que pasa cada 20N. El problema fundamental es que había que resignificar el Valle de los Caídos, pero eso es un problema mientras Franco y José Antonio sigan ahí enterrados. Deberían estar con sus familias”. Para honrar al dictador, mejor en privado.
“Es obvio que depositar flores es una exaltación. Mientras no se cambie el significado del lugar y pase a ser un monumento a las víctimas del franquismo y a las que construyeron ese engendro, la exaltación continuará”, dice Peinado. Cuantas menos calles, menos monumentos y menos memoria franquista, más pesada se hace el granito de la losa de la tumba en el Valle de los Caídos, el último reducto para “rogar a dios por las almas de los muertos en la Cruzada Nacional”.