Para exterminar ideas, echar a arder los libros. El 10 de mayo de 1933, miembros organizados del partido nazi quemaron públicamente los tomos de los autores condenados al ostracismo para reventar el “espíritu antialemán” de judíos, marxistas, pacifistas y otros opositores al régimen. Hitler fue a degüello contra aquellos libros que cuestionasen o derribasen sus teorías exterminadoras, y a menudo se le tacha de analfabeto, pero no despreció todo el grueso de la literatura: lo cierto es que el cruento dictador construyó sus crímenes en base a una biblioteca estimada en 1.600 volúmenes. Le inspiraron desde las predicciones de Nostradamus hasta el mismísimo William Shakespeare. Aquí algunos de sus autores y obras de cabecera:
1. Los clásicos
El tirano leía con entusiasmo Los viajes de Gulliver, Robinson Crusoe y Don Quijote. A sus ojos eran “las mejores novelas del mundo”. “Cada uno de ellos constituye en sí mismo una idea grandiosa”. En Crusoe encontró “la evolución de toda la historia de la humanidad” y en Don Quijote veía “el final de una época” retratada con “ingenio”. Ojo a su predilección por Shakespeare: lo consideraba “superior a Goethe y a Schiller”, porque su literatura, a sus ojos, había alimentado la política del Imperio Británico, mientras que los otros dos autores se habían entretenido en historias más nimias y dedicadas a angustias personales. En su biblioteca atesoraba Como gustéis, Noche de reyes, Hamlet y Triolo y Crecida.
2. Karl May, autor de cabecera
Aquí el autor best-seller favorito del dictador. May fue un exitoso -pero superficial- escritor de novelas del oeste que triunfó en los años treinta. Sus obras llenaban las estanterías de Hitler. Cuentan que, en mitad de la guerra, reprochaba a sus generales su escasa imaginación y les instaba a leer a May. El primer libro que leyó de él fue Ladrones del desierto.
3. Henry Ford
De Ford bebió El judío internacional: el principal problema del mundo, un tratado antisemita que criticaba el control que presuntamente ejercían las mafias judías sobre la economía mundial, los medios de comunicación y la cultura. La obra, dividida en seis tomos, aseguraba que el plan de los judíos era dominar el mundo e implantar el sionismo. Presentaba a los judíos como seres desleales, desalmados y ambiciosos que movían subterráneamente los hilos de todos los problemas de Europa.
4. Henrik Ibsen
Ibsen ha resucitado ahora en el Teatro del Barrio con Un enemigo del pueblo, pero también inspiró a Hitler con su obra Peer Gynt. El protagonista es un aldeano atrevido y avaricioso que sueña con ser influyente y hacerse rico.
5. Tratados químicos
Hitler también masticó un tratado de 1932 sobre la guerra química. El tomo alababa las bondades del gas venenoso, incluido del ácido prúsico, que fue empleado en los campos de exterminio.
6. Paul de Lagarde
Lagarde fue un representante del antisemitismo moderno e inspiró la doctrina nacionalsocialista. Parió Escritos alemanes y deslizó ideas como la construcción de una Europa central bajo el dominio germánico, el deseo de un cristianismo limpio de sus “elementos judíos” y la propuesta de un “espacio vital” en el Este.
7. Ocultismo y magia negra
Lo más curioso de su biblioteca fueron los libros que trataban sobre temas de ocultismo. Ahí Worte Christi, Palabra de Cristo, que le confirmó a sí mismo como su propio dos: “Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos”, rezaba el tomo. “Dios y yo somos uno”, extrajo también de la obra de Johann Gottlieb Fichte. Le fascinaban las predicciones de Nostradamus. Uno de sus autores favoritos fue Ernst Schertel, rey del satanismo, parapsicología y sadomasoquismo. Aquí un lema de Schertel: “Aquel que no lleva semillas demoníacas dentro, nunca dará a luz un mundo nuevo”.